Los cultivos intensivos de palma aceitera y la extracción de los aceites resultantes para exportación siempre han estado vinculados a la represión. El cultivo en plantaciones fue originalmente establecido por los regímenes coloniales. Una rápida expansión de las plantaciones en Asia, después de la Segunda Guerra Mundial, fue estimulada en conexión con la limpieza de las selvas, utilizada ésta como un arma para combatir a los rebeldes malayos.
El crecimiento de las plantaciones no ha acompañado la ampliación de los derechos para los trabajadores/as de las plantaciones de palma. El trabajo sigue siendo duro y peligroso. Las técnicas de la producción apenas han cambiado en el curso de los últimos 150 años. El gancho de madera antes utilizado para cosechar la fruta ha sido sustituido en algunas plantaciones por un gancho de una aleación de metal aún más afilado. Y actualmente se aplican copiosas cantidades de herbicidas tóxicos por parte de los trabajadores/as sin su debida protección, quienes fumigan con latas que gotean colocadas en sus espaldas. Son comunes los accidentes y la expectativa de vida es corta. Las organizaciones sindicales son, a menudo, reprimidas brutalmente.
Con el fin de desmantelar un sindicato recientemente creado, Musim Mas –la mayor refinería de aceite de palma del mundo, con sede en Sumatra, Indonesia– el año pasado despidió más de 1.000 miembros sindicales de un plumazo en represalia por una huelga. La compañía expulsó a los trabajadores/as de sus hogares y a sus niños de sus escuelas, como también maniobró el arresto y enjuiciamiento de 6 dirigentes sindicales. Actualmente estos 6 hombres jóvenes están cumpliendo condenas desde 14 meses a 2 años por el "crimen" de tratar de ejercer sus derechos colectivos como trabajadores.
La UITA ha venido consolidando el apoyo sindical mundial para un considerable grupo de estos trabajadores/as, quienes habían resistido los esfuerzos de la compañía de hacerlos renunciar por escrito a sus derechos y a su afiliación sindical mediante la aceptación de indemnizaciones por sus despidos. Esta fase de la lucha llegó a su fin cuando el sindicato nos informó que unos 200 trabajadores/as, quienes mantenían su resistencia, aceptaron el día 7 de junio la indemnización financiera por la pérdida de sus puestos de trabajo. A cambio de ello, fueron presionados a deponer todos los reclamos jurídicos contra la compañía, o sea que los despidos colectivos no pueden ser impugnados mediante el proceso de apelación. La indemnización asciende a unos 123 dólares por trabajador/a – el equivalente al salario de 6 semanas. Los seis prisioneros fueron también obligados a renunciar a su derecho a apelar contra sus absurdas condenas criminales, las cuales han sido denunciadas por Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos por haber sido incriminada la actividad sindical. El hambre es un arma poderosa en las manos de una gran compañía despiadada.
La compañía elogió al “acuerdo mutuo” anunciando que “Este asunto fue resuelto de acuerdo a las leyes laborales de Indonesia y conforme a todas las reglamentaciones del país. Estamos abocados a comprometer proactivamente a nuestros accionistas, tanto en Indonesia como en el extranjero, para promover una industria sustentable del aceite de palma".
El gobierno, acusado en la OIT de las Naciones Unidas debido a violaciones en serie de los Convenios internacionales sobre derechos sindicales, encomió el acuerdo, el cual "ha de contribuir hacia relaciones laborales más positivas en la industria del aceite de palma”.
Aquí podemos observar la situación de Indonesia en pocas palabras: Fueron destituidos mil trabajadores/as y expulsados de sus hogares, se desbarató un sindicato y 6 dirigentes sindicales están presos, pero el acatamiento de la legislación nacional fue alcanzado pagando 123 dólares y extrayendo de los prisioneros un "acuerdo de paz ", en el cual ellos renuncian a sus derechos.
Las afiliadas de la UITA en todo el mundo respondieron a nuestros llamados con mensajes a la compañía y al gobierno y con un generoso apoyo financiero (que actualmente asistirá a las familias de los militantes sindicales presos). El hecho que nuestra campaña estaba comenzando a ganar terreno queda demostrado por la nueva voluntad de la compañía de reunirse con una organización a la cual anteriormente había rehusado reconocer y trató de destruir. En un número de compañías clave, los sindicatos vinculados a la elaboración de alimentos instaron a sus gerencias empresariales a examinar sus abastecimientos de aceite de palma y, en particular, sus relaciones con Musim Mas. En un caso, la intervención de la UITA logró que un minorista transnacional suspendiera temporalmente su utilización de Musim Mas como un elaborador de productos de su propia marca. En Holanda, la FNV exhortó al gobierno a cesar su apoyo financiero a la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sustentable (RSPO, por su sigla en inglés), el mecanismo de relaciones públicas “socialmente responsable” de la industria, integrado por “múltiples partes interesadas”, comprendiendo a Musim Mas como un miembro del Directorio Ejecutivo, junto al Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por su sigla en inglés) y Oxfam. La investigación pública de las condiciones sociales subyacentes en la producción de aceite de palma continúa y no será fácilmente anulada.
La campaña estaba dando buenos resultados y no habrán de olvidarse las lecciones aprendidas, puesto que el aceite de palma sigue siendo un sector en auge fundado sobre una explotación atroz. Musim Mas es difícilmente la excepción entre los productores de aceite de palma en su afán de aplastar los derechos para lograr ganancias. El uso del aceite de palma como un biocombustible significa que su precio actualmente está vinculado al costo en alza de los hidrocarburos, estimulando aún una mayor avidez. Se le impulsa como una alternativa al banano en América Latina y se le promueve como una alternativa saludable (lo cual no es) a los aceites polisaturados en los alimentos elaborados. Las zonas de cultivo están creciendo impetuosamente, representando una amenaza para el medio ambiente y para los trabajadores/as.
La UITA ya no mantiene más un conflicto laboral con Musim Mas. Sin embargo, continúa existiendo un problema aún mayor con la compañía y con la ilegitimidad y la barbarie del sector en su conjunto. El Banco Mundial, mediante su entidad de financiamiento del sector privado, la Corporación Financiera Internacional (CFI), está incrementando su apoyo para expandir los cultivos. La RSPO, a través de su relación privilegiada con el Banco Mundial, le brinda una cobertura "sustentable" para financiar la clase de destrucción social que Musim Mas asestó a quienes generan sus dividendos.
Las organizaciones sindicales vinculadas a la elaboración de alimentos deben continuar cuestionando a sus compañías acerca de las fuentes de aceite de palma y otros insumos derivados de prácticas indefendibles. Los partidarios de la justicia para los trabajadores/as del aceite de palma deben examinar más estrictamente cómo las ONGs arriesgan – aún con buena fe – servir de pantalla a compañías como Musim Mas. Es necesario que WWF y Oxfam, a la vez que ejercen sus papeles en el Directorio Ejecutivo de la RSPO, analicen minuciosamente sus propias posiciones en relación con los derechos de los trabajadores/as del aceite de palma. Las organizaciones sindicales holandesas están en lo cierto: el apoyo del gobierno a la RSPO y a las actividades de las ONGs en materia del aceite de palma, que nos alejan de las soluciones requeridas con urgencia, es un escándalo que debe ser suspendido. Asimismo, la RSPO debe ser impugnada para que explique la participación de Syngenta en la Mesa Redonda. Syngenta fabrica el paraquat, el herbicida más tóxico del planeta. El paraquat es responsable por la muerte de decenas de miles de trabajadores/as rurales todos los años y se utiliza liberalmente en las plantaciones de aceite de palma. El sindicato de Musim Mas trató de negociar una aplicación más segura de los compuestos químicos tóxicos y fue aplastado. La compañía, cuyo producto mata a los trabajadores/as del aceite de palma, actualmente ha solicitado ser miembro de la RSPO con plenos derechos de voto.
Las relaciones públicas no redundarán en la sustentabilidad de una industria fundada sobre la supresión de los derechos humanos. La única alternativa es la organización sindical e instrumentos obligatorios y exigibles para garantizar el respeto de los derechos. La brutalidad y el rechazo de los derechos apuntalan la cadena del aceite de palma. Es evidente por sí misma la causa en favor de sindicalizar a los trabajadores/as de este sector. La UITA está comprometida en asegurar dicha organización.
Por UITA, correo electrónico iuf@iuf.org, http://www.iufdocuments.org/cgi-bin/editorials/db.cgi?db=default&ww=1&uid=default&ID=475&view_records=1&es=1