A menudo, las plantaciones industriales de árboles se han expandido por medio de la expropiación directa o de manipulaciones para la compra de tierras. Sin embargo, existe un tercer mecanismo que indirectamente provoca esa expansión; este mecanismo es, en cierta forma, menos conocido, pero tan importante, o más, que los dos anteriores: se trata de la relación de endeudamiento. Este breve artículo pretende arrojar algo de luz sobre dicho mecanismo, refiriéndose en particular a las plantaciones comerciales de árboles en Indonesia.
La situación de los pequeños propietarios
En Indonesia, como en cualquier otro lugar, muchos campesinos se endeudan para establecer pequeñas plantaciones de árboles (palma aceitera, caucho, acacia, café, cacao, etc.). Por ejemplo, aproximadamente un tercio de las plantaciones indonesias de palma aceitera está manejado por pequeños propietarios que poseen menos de 5 hectáreas. Esto representa unos 2,5 millones de hectáreas, y buena parte de la expansión prevista dependerá de la producción de esos campesinos.
¿Qué esconden estos hechos aparentemente inofensivos? ¿Y por qué los campesinos piden préstamos? De hecho, los campesinos necesitan algo de dinero para pagar la asistencia médica, la educación y la compra de determinados artículos (ropa, jabón, combustible, etc.), para lo cual realizan algunos cultivos de renta. Pero la preparación de la tierra (drenado de canales, construcción de terrazas), la maquinaria, las plantas, los fertilizantes y los plaguicidas suelen ser costosos. Pocos campesinos pueden pagarlos, por lo cual están obligados a obtener préstamos, a menudo a través de las compañías de plantación regionales. Así, el pequeño propietario termina asociado por contrato a una compañía determinada, a la cual debe entregar su producción a un precio fijado por la empresa. Los convenios de este tipo incluyen varios tipos de arreglos, privados o estatales, entre una empresa madre y varios pequeños propietarios. A veces, la empresa se limita a proveer créditos pero, en general, también se encarga de la venta de plantas y agroquímicos.
A nivel oficial, las compañías que participan en dichos sistemas son presentadas como paladines del desarrollo. Se dice que ese tipo de programas de crédito por subcontratación son una ayuda decisiva para los pequeños propietarios – lo cual, en ciertos casos, es verdad – pero también representan una poderosa herramienta de disciplina y de control. A menudo no son más que una estrategia para la expansión, quizás la más prominente de Indonesia hoy en día. Incapaces de alcanzar sus objetivos financieros, los pequeños propietarios terminan vendiendo a la compañía las tierras que les quedan. Como señalaba Karl Marx (1867) hace mucho tiempo, “el sistema de crédito, que, en sus comienzos, entra furtivamente como modesto asistente de la acumulación, [...] se transforma finalmente en un enorme mecanismo social para la centralización de capitales” y, en este caso, de tierras.
Es importante comprender que, cuando firma un contrato de crédito, el pequeño propietario deja de ser libre. Las presiones constantes lo obligan a “portarse bien”, es decir, a producir lo suficiente para garantizar el pago de los préstamos y los intereses en el plazo fijado. No es una cuestión menor. Poco a poco, cada familia endeudada se ve obligada a establecer prioridades y a tomar decisiones, a veces dolorosas, entre los gastos socioculturales y las inversiones productivas. Muchas deben trabajar más e incluso contratar mano de obra temporaria o de medio tiempo para lograr pagar a tiempo. Si no lo hacen, se arriesgan a perder la tierra, que es su único medio de producción. Obviamente, las compañías han entendido perfectamente la ventaja que representa el contar con campesinos endeudados. Por lo tanto, tratan de permanecer el mayor tiempo posible en posición de acreedoras, a veces recurriendo a prácticas deshonestas (por ejemplo, ocultando el monto que falta reembolsar, o convenciendo al campesino de pedir otro préstamo).
Aún más importante es el hecho de que el endeudamiento rural ha contribuido a cambiar los estilos de vida tradicionales. Un investigador informó que en las conversaciones de la aldea “casi siempre surgían quejas sobre la falta de cooperación entre los aldeanos”, y afirmó que “la gente del pueblo se está volviendo cada vez más calculadora (berkira) sobre cuestiones de dinero” (citado por Scott, 1985). En lo que respecta al efecto sobre la comunidad, existen presiones en contra de las tierras comunales tradicionales, porque el crédito es imposible en esos casos, a menos que partes de ellas se usen como garantía.
Además de dichos impactos socioculturales, el endeudamiento de los campesinos ha generado también nuevas presiones sobre el medio ambiente. Wilson (2010) escribe que “si los campesinos acceden al crédito, sobre todo a altas tasas de interés, se vuelve indispensable que incrementen su productividad anual para poder reembolsar los préstamos”, lo cual implica a su vez un incremento de la contaminación y una mayor simplificación del ecosistema.
La situación de las compañías plantadoras
También las compañías pueden caer en la trampa del endeudamiento. Las grandes deudas de las empresas plantadoras son notorias en Indonesia. Asia Pulp & Paper (APP), la mayor productora de papel del país, es quizás el ejemplo más famoso. Sus plantaciones fueron establecidas a mediados de 1980 y 1990, en una concesión de 300.000 hectáreas. Con deudas de 13.900 millones de dólares contraídas en 2006, APP se ve sometida a extraordinarias presiones financieras y legales para expandir sus operaciones, sea cual sea el costo ecológico o social. Matthew y Gelder (2001) señalan que “el proceso de resolución de las deudas pendientes de APP con acreedores extranjeros está asociado a la expansión de sus operaciones de procesamiento. Por ejemplo, APP ha financiado en parte su deuda creciente obteniendo más fondos para financiar una nueva expansión de sus instalaciones de celulosa y papel. Ese círculo vicioso de endeudamiento ha llevado directamente a la destrucción de bosques”.
Si bien se ha estimado que las actividades de APP han provocado la pérdida de un millón de hectáreas de bosque tropical desde el inicio de sus actividades, la compañía parece seguir dependiendo, hoy en día, de la madera extraída de los bosques, que luego suelen ser transformados en plantaciones para celulosa.
Además de estar prisionera de esta dinámica de la deuda, APP es también conocida por sus violaciones de los derechos de las aldeas que dependen del bosque. Barr (2004) considera que unas 60.000 hectáreas de sus plantaciones son reclamadas por las comunidades vecinas. Desde que Suharto fue obligado a renunciar en 1998, los miembros de las comunidades que hasta entonces habían estado sojuzgadas, comenzaron a protestar abiertamente contra la pérdida de sus tierras y medios de vida tradicionales, lo cual en ocasiones terminó en violentos conflictos (HRW, 2003).
Obviamente, las prácticas de los acreedores internacionales son una causa importante del problema. Los fuertes préstamos solicitados por APP estaban basados en la suposición de que la empresa podría reembolsarlos porque tenía acceso a cantidades ilimitadas de madera barata proveniente de los bosques y de las plantaciones de árboles, y así era en el pasado, gracias al apoyo militar. Lo que importa aquí es comprender la conexión entre el endeudamiento de las empresas, la destrucción socio-ecológica y los conflictos sociales.
Conclusión
A escala familiar, en muchas partes del sudeste asiático, incluida Indonesia, las relaciones de endeudamiento han sido un medio fundamental para alentar la concentración de tierras en manos de unos pocos. De este modo, se estimuló un proceso de diferenciación social, en el cual los pequeños propietarios perdieron su tierra y se convirtieron en medianeros o en asalariados. Dicho proceso sigue en marcha actualmente en el sector de plantaciones indonesio. No siempre es fácil observarlo, pues adopta formas muy variadas y, a veces, sumamente informales.
A escala empresarial, las deudas también tienen un papel importante. Obligan a las compañías a incrementar agresivamente su producción para poder pagar a sus acreedores, que suelen estar en países industrializados. De este modo, llevan a expandir e intensificar las plantaciones. Dichas presiones son comparables, aunque a mayor escala, a las que sufren los propietarios a escala familiar. En todos los casos, el sector financiero, ya sea local, nacional o mundial, tiene la posibilidad de controlar y disciplinar a sus clientes, y termina siendo el que más gana.
By Julien-François Gerber, correo electrónico: JulienFrancois.Gerber@campus.uab.es
Referencias
Barr, C., 2004. Risk analysis and impact assessment for pulp and plantation investments: the case of Indonesia. Bogor: Center for International Forestry Research.
Human Rights Watch (HRW), 2003. Without remedy: human rights abuse and Indonesia’s pulp and paper Industry. New York: HRW.
Marx, K., 1976 [1867]. Capital. Vol. 1. New York: Vintage.
Matthew, E. & J. van Gelder, 2001. Paper tiger, hidden dragons. London: Friends of the Earth.
Scott, J., 1985. Weapons of the weak. New Haven: Yale University Press.
Wilson, B., 2010. Indebted to fair trade? Coffee and crisis in Nicaragua. Geoforum, 41(1): 84–92.