Este año, en un intento por desalentar el uso de bolsas de plástico, el gobierno de Kenia aplicó al plástico un impuesto del 120%. Aunque este gravamen parezca una decisión favorable al medio ambiente, lo cierto es que podría provocar graves impactos negativos. Uno de los beneficiarios de esta resolución será la empresa [de la celulosa y el papel] Pan African Paper Mills, de la que el gobierno es propietario parcial.
En los últimos años Pan Paper ha sufrido grandes pérdidas y sus deudas se calculan en US$ 100 millones, según el periódico The East African. Gran parte de la deuda vence dentro de dos años. Los acreedores contrataron a la consultora McKinsey para que encontrara alguna forma de reactivar la empresa y más tarde, en abril de 2007, Pan Paper designó un nuevo equipo directivo. Para Pan Paper el impuesto al plástico podría ser la tabla de salvación.
Tetra Pak, fabricante de embalaje, ya está expandiendo su producción en Kenia. “Nos gustaría incrementar el volumen de materia prima que compramos a Pan Paper. Estamos conversando con ellos para ver si pueden producir más cantidad de las materias primas que necesitamos”, dijo Anders Lindgren, director de Tetra Pak, alBusiness Daily en julio de 2007. No hace mucho Pan Paper anunció sus planes de invertir US$ 1,19 millones en la plantación de seis millones de árboles en el correr del próximo año.
En la actualidad Pan Paper tiene una capacidad de producción de 120.000 toneladas de papel anuales en su planta de Webuye. La empresa, establecida en 1974, es un emprendimiento conjunto de Orient Paper and Industries (parte del grupo indio Birla Group), el gobierno de Kenia y la Corporación Financiera Internacional (CFI) del Banco Mundial.
La participación de la CFI implica que, al menos en teoría, la fábrica de celulosa y papel debería cumplir con las directrices sociales y ambientales de esta institución. Pero sus propios funcionarios admiten que existe un conflicto de intereses entre la protección del medio ambiente y el interés económico de la empresa de la que la CFI es accionista.
En 1996 la CFI le prestó a Pan Paper otros US$ 15 millones para la expansión de la fábrica de celulosa y papel sin exigir una evaluación completa del impacto ambiental. En cambio, la CFI confió en la información brindada por la empresa. La CFI señaló que Pan Paper “se ha comprometido a observar plenamente las políticas y directrices del Banco Mundial”.
La CFI prometió “supervisar el cumplimiento continuo de las políticas y directrices del Banco Mundial por parte de Panafrican Paper mientras dure el proyecto”. En 2003, la CFI prometió más ayuda financiera para la reestructuración de Pan African Paper Mills. Desgraciadamente, para la CFI supervisar a Pan Paper implica solamente leer los informes presentados por la empresa y llevar a cabo “revisiones periódicas de los sitios durante la supervisión del proyecto”.
Claro que Pan Paper prefiere mantener ocultos sus problemas. Durante una conferencia sobre “consumo y producción sustentables” realizada en 2004, por ejemplo, John M. Khaoya, de Pan Paper, habló de “mantener un delicado equilibrio entre el medio ambiente y las ganancias”. Habló de las mejores tecnologías disponibles, las mejores prácticas ambientales, la prevención de la contaminación y la minimización de los desechos. Habló sobre la capacitación y el conocimiento de los empleados. Habló de responsabilidad social de la empresa y de los proyectos comunitarios que Pan Paper ha financiado. Habló de cumplir las reglamentaciones ambientales y de trabajar “mano a mano” con quienes promueven la producción más limpia. Habló de “una situación del tipo ‘todos ganan’ para la industria y el medio ambiente”.
Michael Ochieng Odhiambo, de la ONG keniata RECONCILE, tiene una idea diferente de las operaciones de Pan Paper. En un escrito de este año publicado en el boletín del Western Kenya Environmental Law Centre describió el “pernicioso hedor” de la fábrica: “Muchos de los viajeros que transitan regularmente por esta ruta cierran las ventanillas del auto o el ómnibus cuando se acercan a la fábrica, para evitar el hedor. Pero los residentes de la ciudad tienen que vivir con esto”.
Odhiambo enumera los problemas de salud resultantes de la contaminación provocada por las operaciones de Pan Paper que aquejan a los residentes de Webuye: “irritación de ojos y vías respiratorias, boca seca y garganta áspera, gran acumulación de fluidos en las pleuras que perjudica el funcionamiento de los pulmones, cáncer de pulmón y de garganta, asma, bronquitis, bronconeumonía, conjuntivitis, hepatitis, dermatitis, tuberculosis, impotencia, órganos reproductores atrofiados en recién nacidos, retardo intelectual infantil y niveles altos de enfermedades respiratorias”.
Pero la contaminación de la fábrica de celulosa y papel no es el único problema que ocasiona Pan Paper. El suministro de materias primas a la fábrica también genera dificultades. En 2001 el pueblo Ogiek que vive en el bosque de montaña Mau acusó a Pan Paper de realizar actividades de madereo en sus bosques. En estos últimos cuatro años el Parlamento de Kenia ha discutido los problemas ocasionados por la fábrica, el madereo y las plantaciones de Pan Paper.
Hoy en Kenia las plantaciones industriales de árboles cubren cerca de 160.000 hectáreas. Tres cuartas partes son pinos y cipreses, pero el eucalipto se cultiva cada vez más, con plantines traídos de Sudáfrica. Un artículo publicado recientemente en The Nation (Nairobi) señala que “el eucalipto y otras especies exóticas están ocupando rápidamente el lugar de los árboles indígenas en muchas... partes del país”. El resultado fue que se secaron fuentes y arroyos. El artículo sugiere que las plantaciones de eucalipto han agravado aun más las sequías en el país.
Con la promoción de una industria tan contaminante como la de pulpa y papel, el impuesto al plástico del gobierno terminará teniendo algunos impactos sociales y ambientales muy desagradables.
Por Chris Lang, http://chrislang.org