La FAO insiste en la crecientemente difícil misión de definir las plantaciones de árboles como “bosques plantados”. Su última contribución a este objetivo es una publicación titulada “Bosques plantados en la ordenación forestal sostenible – Declaración de principios”.
El documento establece que “la FAO adopta además un rol importante para facilitar un debate público informado sobre la controversia de los bosques plantados y apoyar a los principales grupos de interés, incluyendo al público, para tener una mejor comprensión del papel de los bosques plantados en el manejo integrado de los ecosistemas y el desarrollo sostenible”.
Sin embargo, la FAO hace exactamente lo opuesto: no facilita un debate informado, desinforma al público y brinda apoyo sólo a una de las principales partes interesadas: el sector privado involucrado en los monocultivos de árboles a gran escala.
El punto de partida es enredar el tema. La FAO sabe muy bien que la “controversia” real sobre lo que llama “bosques plantados” no es por la plantación de árboles – nativos o exóticos – sino por el establecimiento de monocultivos a gran escala de árboles de crecimiento rápido. La FAO intenta esconder ese tipo de plantación dentro de lo que llama “una serie de paisajes que va desde bosques de conservación estrictamente protegidos hasta plantaciones altamente productivas, de rotación rápida”. Concluye que “En esta serie, el límite entre los bosques plantados y los que se regeneran naturalmente es a menudo confuso”. Evidentemente no es una conclusión muy útil – o científica – que facilite el “debate informado”, aunque sí resulta muy adecuada para las empresas de plantación: el límite “es a menudo confuso”.
Sin embargo, la FAO sabe muy bien que el “límite entre los bosques plantados y aquellos que se regeneran naturalmente” es extremadamente claro, por ejemplo, en el caso de las plantaciones de eucaliptos o pinos a gran escala de Brasil, Chile, Colombia, Indonesia, Malasia, Uruguay, Sudáfrica, Suazilandia – por nombrar solo algunos.
Esos son los tipos de plantaciones que se encuentran en el centro del debate que la FAO intenta confundir. Comparemos esas plantaciones con los beneficios que, según la FAO, son generados por los “bosques plantados”.
De acuerdo con la FAO, “los bosques plantados producen una amplia gama de productos no madereros, combustible, fibra y madera para empresas y pequeños inversores que persiguen objetivos comerciales o de subsistencia”.
Claramente, esto no se aplica a los monocultivos de árboles a gran escala, que sólo producen un producto – madera – para inversores empresariales con un propósito comercial. Para ilustrar este punto, recomendamos a los lectores ver la impresionante fotografía de la cosecha mecanizada de una plantación de eucaliptos, en la página 5 del documento de la FAO.
La FAO continúa diciendo que “Pueden proveer una serie de servicios sociales y ambientales que van desde la rehabilitación de tierras degradadas hasta el combate contra la desertificación, la protección del suelo y el agua, el secuestro y almacenamiento de carbono, la recreación y la belleza escénica”.
Nuevamente, lo antedicho no es aplicable a los monocultivos a gran escala de árboles de crecimiento rápido, que no se establecen en tierras degradadas (porque los árboles no crecen lo suficientemente rápido), que agotan los nutrientes del suelo y los recursos hídricos (promoviendo así la desertificación), que no almacenan carbono (porque los árboles son cosechados en rotaciones cortas) y que convierten la belleza escénica en un monótono mar de árboles idénticos y de la misma edad.
La FAO argumenta incluso que “Los bosques plantados conservan los recursos genéticos”. ¿Cómo puede un eucalipto australiano conservar los recursos genéticos en Tailandia o Sudáfrica? ¿Cómo pueden las gmelinas asiáticas cumplir ese rol en Costa Rica? ¿Cómo pueden los pinos mexicanos o estadounidenses conservar los recursos genéticos de Chile o Suazilandia? La respuesta obvia es: ¡claro que no pueden!
Los pocos ejemplos mencionados muestran que si la FAO estuviera verdaderamente interesada en un “debate informado”, debería haber distinguido entre diferentes tipos de plantaciones, algunas de las cuales pueden ser social y ambientalmente beneficiosas, mientras otras pueden ser extremadamente nocivas tanto en términos sociales como ambientales. Dentro de este enfoque, debería haberse concentrado en el tipo de plantación realmente controvertido, descrito por la FAO dentro de su “serie de bosques plantados” como “plantaciones altamente productivas, de rotación rápida” que la mayoría prefiere definir más acertadamente como “desiertos de árboles”.
Pero esto simplemente no es posible, porque la FAO ha asumido el papel de defender precisamente de ese tipo de plantaciones.
Al estudiar los 10 “Principios para un manejo responsable de los bosques plantados” incluidos en este documento de la FAO, se observa que apuntan más que nada a dar consejos al sector empresarial acerca de dónde y cómo plantar monocultivos de árboles sin meterse en demasiados problemas y a como crear un “ambiente favorable para la inversión” en plantaciones de árboles a gran escala.
Como parte de ese “ambiente favorable”, la FAO llega al punto de presionar para que se incluyan las plantaciones dentro del mecanismo REDD que los gobiernos discuten en la Convención sobre Cambio Climático. Pasando por alto el hecho de que REDD no ha sido aprobado todavía, la FAO declara que los “bosques plantados” “también pueden complementar y suplementar las iniciativas REDD y REDD-plus para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la deforestación y la degradación de bosques en los países en desarrollo”. Lo cual puede obviamente suceder sólo si los monocultivos de árboles siguen siendo definidos como “bosques plantados”.
Afortunadamente, la comunidad científica se está sumando a quienes por años han venido cuestionado la definición de bosques de la FAO, carente de rigor científico. Tal es el caso de la Asociación para la Biología Tropical y la Conservación, cuya reciente resolución exhortando a la adopción de “nuevas definiciones de bosque” “distinguiendo claramente entre bosques nativos y aquellos dominados por monocultivos de árboles y especies no-nativas” se incluye en este boletín.
¿Reconocerá en algún momento la FAO lo que resulta tan obvio para tantas personas: que las plantaciones no son bosques?
Comentarios sobre: FAO (2010), Los bosques plantados en la ordenación forestal sostenible – Declaración de principios,http://www.fao.org/docrep/012/al248e/al248e00.pdf