Los promotores a nivel nacional e internacional de las represas han adaptado rápidamente su discurso a las cambiantes condiciones del mundo. Dada la preocupación generada por el cambio climático resultante de las emisiones de gases de efecto invernadero, quienes defienden las represas enfatizan ahora que la generación hidroeléctrica constituye una fuente de energía limpia, por lo que sería la mejor opción para sustituir las fuentes basadas en combustibles fósiles. Pero, ¿es ésta realmente una fuente limpia?
La investigación existente demuestra que la energía hidroeléctrica es no sólo social y ambientalmente destructiva, sino que también puede contribuir significativamente al calentamiento global, en especial en la zona tropical.
A través de procesos de crecimiento y descomposición, los suelos, los bosques y los humedales consumen y emiten grandes volúmenes de dióxido de carbono y de metano, los dos gases de efecto invernadero más importantes. Cuando con los embalses de las represas se inundan estos ecosistemas se está alterando completamente el patrón de flujo de CO2 y metano a la atmósfera. Al inundarse el terreno las plantas y los suelos se descomponen y eventualmente liberarán todo el carbono que han almacenado. La inundación permanente de los humedales en los trópicos tenderá a incrementar sus emisiones de metano, además de convertirlos en una fuente de emisión neta de C02.
En 1995 el investigador Philip Fearnside realizó estudios sobre dos represas en Brasil: Balbina y Tucuruí. Se calculó el impacto de las mismas sobre el calentamiento global, estimando la superficie de bosque que inundaron y la tasa de descomposición de la vegetación a diferentes niveles en los respectivos embalses. Las conclusiones fueron que en 1990 (6 años después de haberse empezado el llenado del reservorio de Tucuruí y 3 años después de cerrarse las compuertas de Balbina), el embalse de Tucuruí había emitido 9.450.000 toneladas de CO2 y 90.000 toneladas de metano, mientras que el de Balbina había emitido 23.750.000 toneladas de CO2 y 140.000 toneladas de metano. Las conclusiones del trabajo fueron que la represa de Tucuruí provocaba un impacto sobre el calentamiento global equivalente al 60% del generado por una planta generadora a base de carbón que produjera la misma cantidad de energía eléctrica, y que el impacto de Balbina en materia de calentamiento global era 26 veces mayor al de una estación generadora equivalente en base a carbón.
Lo señalado precedentemente debería bastar para demostrar que la energía hidroeléctrica no es una fuente limpia en lo que respecta al cambio climático. Un cálculo exhaustivo de la contribución de las represas al calentamiento global debería incluir asimismo las emisiones a base de combustibles fósiles generadas durante las obras, las de la producción de cemento, acero y los otros materiales usados para su construcción, al igual que los cambios en los flujos de gases de efecto invernadero debido a modificaciones en el uso del suelo provocados por las represas, tales como deforestación, conversión de humedales a la agricultura intensiva, adopción del riego en cultivos anteriormente de secano y el mayor uso de fertilizantes artificiales en base a combustibles fósiles.
En suma, las grandes represas hidroeléctrica no sólo no constituyen una solución para el cambio climático sino que, por el contrario, son parte del problema.
Artículo basado en información obtenida de: Patrick McCully, "Silenced Rivers. The Ecology and Politics of large Dams", Zed Books, 1996