Declaración de la Red contra los monocultivos de árboles en América Latina
Las plantaciones industriales de árboles, que en las últimas dos décadas se estima que multiplicaron por cuatro su superficie a escala mundial, se han expandido en especial en los países del Sur, provocando desplazamiento forzado, crisis hídrica, pérdida irrecuperable de suelos fértiles, desertificación y extinción de modos de relación otros con la naturaleza. Todos estos fenómenos no son evaluados ni considerados por las autoridades que siguen elogiando las ventajas depredadoras del extractivismo verde.
De hecho, en los últimos años, frente a la crisis ambiental y climática, corporaciones transnacionales, gobiernos del Norte e incluso las Naciones Unidas han promovido una serie de falsas soluciones, entre las que se encuentra el uso de agrocombustibles como fuentes supuestamente renovables de energía.
La Unión Europea es uno de los actores que está promoviendo el uso de agrocombustibles, y de forma creciente también la biomasa de madera para energía, como una “solución” a la crisis climática actual. Se estima que, sólo la demanda que generaría la Unión Europea, implicaría que el volumen de madera que utilice cada año para generar energía pasaría de 346 millones de metros cúbicos en 2010 a 573 millones en 2020, y a unos 752 millones en 2030 (1).
En América Latina, la expansión de las plantaciones está ligada a un proceso de acaparamiento de tierras y de profundización aberrante de la brecha entre ricos y pobres, y pese a las declaraciones de buenas intenciones de cumbres como Río + 20, ahora nos enfrentamos a una nueva etapa de expansión ligada a la producción de cultivos para abastecer una demanda excesiva por parte de los países del Norte: la energética.
En Argentina, ya han comenzado a circular informes en la prensa donde se destaca el potencial de las grandes áreas de plantaciones de madera disponibles para la producción energética en la Provincia de Corrientes. En Brasil, la compañía de celulosa y papel Suzano, a través de una nueva filial llamada Suzano Energia Renovável, tiene la intención de invertir 1.300 millones de dólares en plantaciones de biomasa en la región de Baixo Parnaíba, en Maranhão, para abastecer una central energética en el Reino Unido. En tanto el gobierno de Ecuador quiere convertir al país en “potencia forestal” con un plan de incentivos a las plantaciones forestales y una inversión inicial de 240 millones de dólares para sembrar 120.000 nuevas hectáreas de plantaciones de madera productiva. Esta inversión ha declarado el presidente Rafael Correa “no tiene techo de gasto”.
Las plantaciones de palma aceitera también se están fomentando en numerosos países de América Central, como por ejemplo en Nicaragua, Guatemala, Honduras y México, así como también en Perú, Colombia y Ecuador. A modo de ejemplo, Honduras cuenta con 200 mil hectáreas de palma y se estima que la superficie se ampliará al medio millón. Recientemente se dio a conocer que la gigante transnacional de origen malayo Sime Darby está esperando la autorización del gobierno peruano para plantar 70.000 hectáreas de palma aceitera en plena Amazonía peruana. Si bien es difícil identificar el destino final del aceite que se produce y el que se producirá, se estima que la demanda para agrocombustibles crecerá exponencialmente, sobretodo en la Unión Europea debido a sus políticas para incentivar el uso de combustibles supuestamente verdes para reemplazar los combustibles fósiles.
Los impactos de las plantaciones de monocultivos ya son harto conocidos por las comunidades que ven sus territorios ocupados: deforestación, desplazamientos forzosos, violaciones a los derechos humanos, agotamiento y destrucción de las fuentes de agua, pérdida de soberanía alimentaria…y la lista continúa.
Sin embargo, a la par de esta cultura de muerte, cada vez somos más los pueblos, organizaciones, redes y movimientos, que decimos basta, denunciamos los impactos sociales y ambientales de estos monocultivos y resistimos la expansión de un modelo que implica la destrucción de nuestros hábitat, de nuestra cultura y de los valores que hemos aprendido en comunidad.
Este 21 de setiembre conmemoramos el Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles, y nos unimos para celebrar la resistencia. RECOMA alerta y denuncia que los proyectos de monocultivos industriales de árboles con fines energéticos no hacen más que profundizar la injusticia.
SI a la vida, a la biodiversidad y a la permanencia de las comunidades locales en sus territorios
¡NO a la expansión de monocultivos industriales de árboles!