En varias provincias del norte de Mozambique, empresas plantadoras de pino y eucalipto avanzan sobre tierras que pertenecen a comunidades de familias campesinas. Se trata de un proceso relativamente reciente, incentivado por el gobierno mozambiqueño que ve en las plantaciones de monocultivos de árboles un instrumento para fomentar el desarrollo y el progreso, principalmente en las regiones más distantes como la provincia de Niassa.
En esta provincia se concentran los principales incentivos al monocultivo de árboles. Es la provincia más distante de la capital Maputo, la de mayor superficie entre las diez provincias del país y, al mismo tiempo, la de menor población. Esto es muy importante para las empresas: la provincia dispone de muchas tierras llanas y fértiles.
Allí las empresas cuentan con una concesión otorgada por el gobierno central del país que permite la plantación de aproximadamente 250 mil hectáreas durante un período de 50 años. Actualmente son cinco las empresas que actúan en la región, con un total de 11 mil hectáreas plantadas pero con la proyección de expandirse a aproximadamente 100 mil hectáreas en los próximos años. La financiación proviene del gobierno sueco, así como de un Fondo llamado Global Solidarity Forest Fund, que fue creado por varias iglesias de Suecia y Finlandia. Este Fondo afirma que ofrece empleo a las comunidades y que está plantando árboles en tierras degradadas, abandonadas por la comunidad.
Pero, en realidad, se constataron diversos impactos negativos de la expansión de los monocultivos de árboles en la provincia de Niassa. A través de visitas realizadas a unas 10 comunidades en varios distritos, quedó claro que el principal impacto de la expansión de las plantaciones está relacionado con el acceso a las tierras por parte de las comunidades. En primer lugar, las empresas están ocupando las tierras cercanas a las comunidades ya que éstas se localizan en las proximidades de las carreteras y las empresas pretenden beneficiarse justamente de dichas carreteras para facilitar el transporte de la producción. Varias comunidades tuvieron que aceptar la presencia de las empresas, que ya habían logrado la concesión del gobierno central, y en algunos casos hubo como máximo una negociación al respecto de dónde la empresa en cuestión podía ocupar tierras.
En segundo lugar, las comunidades no están de acuerdo con la afirmación de que las empresas ocupan tierras degradadas. Lo que ocurre es que las comunidades suelen dejar descansar la tierra cultivada durante unos años después de un ciclo de plantación. No significa que la comunidad haya abandonado esa tierra. La ocupación de esas tierras con eucaliptos y pinos reduce la futura disponibilidad de tierras para la comunidad. Cabe recordar que el 80% de la población de la provincia vive en las áreas rurales.
Otro de los impactos está relacionado con el empleo. Es un argumento que las empresas usan para que la comunidad acepte las plantaciones, pero existen quejas porque el empleo es temporal, el salario es muy bajo y no siempre se ofrece transporte.
La Unión Nacional de Campesinos (UNAC) de Mozambique- miembro de la Vía Campesina- y la Unión de Campesinos y Asociaciones de Lichinga (UCA), en el distrito de Lichinga y distritos vecinos, están advirtiendo a las comunidades rurales y a la sociedad sobre dichos impactos negativos. Como alternativa proponen un mayor apoyo e incentivo a la producción de alimentos por parte de las comunidades. A fin de cuentas, como varios líderes afirman, “porque nadie come eucalipto”. Además, defienden que la Ley de Tierras de 1997 tiene que respetarse e implementarse para las familias campesinas antes que las empresas comiencen a ocupar tierras, ya que dicha ley garantiza a las comunidades campesinas el acceso a las tierras y su posesión.
Por Winnie Overbeek basado en un viaje de intercambio realizado a Mozambique en noviembre 2009