Estaban terminando las negociaciones sobre el cambio climático en Buenos Aires, el sábado 18 de diciembre de 2004, cuando los trabajadores ya habían comenzado a desmontar las instalaciones de la conferencia. Sin embargo, después de dos semanas de negociaciones, el mayor logro al que pudieron llegar los más de 6.000 participantes fue un acuerdo para celebrar otra reunión.
Se suponía que la reunión de Buenos Aires discutiría sobre qué debería hacer el mundo para enfrentar el cambio climático después de 2012, cuando cesa el Protocolo de Kioto. “Francamente, no creemos que sea el momento de atender la agenda post-2012”, dijo Harlan L. Watson, el principal negociador en materia de cambio climático de los EE.UU., el segundo día de la reunión. Según Watson, 2012 daría tiempo suficiente.
Los EE.UU. no han firmado el Protocolo de Kioto, ni tienen intenciones de hacerlo. Pero como lo explicó recientemente Michael Zammit Cutajar, ex Secretario Ejecutivo del Secretariado de la CMNUCC: “…la orientación de mercado del Protocolo de Kioto estuvo en gran parte inspirada por los EEUU y fuertemente instigada por las posiciones de negociación de EE.UU.”.
Esta “orientación de mercado” crea un nuevo producto básico para el mercado –la capacidad de reciclar carbono. El comercio del carbono “transforma la capacidad de reciclar carbono de la Tierra en un bien objeto de compra y venta en el mercado mundial” afirma la Declaración de Durban sobre el Comercio del Carbono, que ha sido firmada por más de 100 organizaciones.
En la tarde del 14 de diciembre de 2004, me senté al fondo de la sala de reuniones en Buenos Aires a escuchar el debate sobre algunos de los temas en discusión. Por supuesto, los negociadores estadounidenses rara vez estaban callados.
Cuando llegué, el punto en discusión era el L.21, que trataba sobre el nivel de emisiones para el año base de Croacia. El punto dice lo siguiente: “El Organismo Subsidiario para la Implementación no completó su consideración de este punto de la agenda. Acordó continuar la consideración del mismo en una sesión futura”. No hay mucha controversia por aquí, pensé.
Pero el equipo de EE.UU. sintió que no podía considerar este punto sin verlo escrito. Las negociaciones se detuvieron mientras se hacían cientos de fotocopias, una para cada asistente en sala. Los EE.UU. sugirieron que el Cuerpo Subsidiario para la Implementación debía considerar las emisiones de Croacia para el año base en “su próxima sesión, sobre la base de que una futura sesión puede ser la reunión 63 de ese organismo (SBI 63)”.
Arabia Saudita se opuso inmediatamente a la enmienda de los EE.UU., sin dar ninguna razón. Los Países Bajos apoyaron la enmienda y preguntaron por qué se oponía a ella Arabia Saudita. Los EE.UU. sugirieron que dado que los EE.UU. no estaban de acuerdo con el texto de las consultas informales que habían tenido lugar sobre las emisiones de Croacia para el año base, y dado que Arabia Saudita estaba en desacuerdo con la enmienda propuesta por EEUU, “deberíamos establecer un grupo de contacto” para discutir más profundamente el asunto.
Luego de una pausa Arabia Saudita decidió que, después de todo, sí estaba de acuerdo con la enmienda propuesta por EEUU.
El siguiente punto era el L.22. Éste parecía mucho más complicado: el informe del Fondo para el Medio Ambiente Mundial a la Conferencia de las Partes. Ponerse de acuerdo sobre una declaración de dos frases sobre Croacia había llevado 10 minutos. Me imaginé que acordar sobre una declaración global de 12 párrafos podría llevar varios días. Sorprendentemente, sin embargo, la declaración fue aceptada, salvo el párrafo 11 que mencionaba “metodologías, indicadores y datos”. Argentina y China sugirieron enmendar el texto. EE.UU. y Japón estuvieron en desacuerdo con las enmiendas sugeridas. La discusión se estancó.
Daniela Stoycheva, de Bulgaria, tuvo el poco envidiable trabajo de presidir la reunión. Solicitó a los representantes de distintos países, incluidos los EE.UU., los Países Bajos, Sudáfrica, Arabia Saudita, Argentina y Brasil que se le unieran en el podio. Se amontonaron en el frente de la sala de reuniones. Luego de unos 15 minutos de discusión en privado, Stoycheva anunció que “las partes pudieron llegar a acuerdo”. Las palabras “metodologías, indicadores y datos” fueron eliminadas del informe. Presumiblemente el Fondo para el Medio Ambiente Mundial reanudará sus operaciones sin el contratiempo de tener que considerar nada tan entorpecedor como las metodologías, los indicadores y los datos.
Cuando se cerró la reunión, salí del centro de conferencias y pasé por la pequeña Arca que Greenpeace había construido bajo un cartel gigantesco de publicidad de Coca-Cola. Al volverme a mirar la entrada al área de la conferencia, leí un cartel que anunciaba la reunión de la Convención sobre el Cambio Climático: “Para prevenir el cambio climático tenemos que cambiar”. De acuerdo a las discusiones que acababa de escuchar no me quedaba más que estar de acuerdo. Un buen comienzo podría ser cambiar la forma en que los gobiernos negocian sobre lo que planean hacer (o no hacer) para enfrentar el cambio climático.
A los participantes de la próxima reunión internacional sobre cambio climático, que tendrá lugar en Alemania en mayo, no se les permitirá discutir nada que pueda llevar a nuevos compromisos. Los EE.UU. se negaron a acordar la realización de una reunión cuyo tema central fuera la reducción obligatoria de las emisiones. Harlan Watson, el principal negociador en temas de cambio climático de EE.UU., declaró a la BBC: “Es un ejercicio de toma y daca, y creo que haciendo un balance estamos muy complacidos con el resultado”.
Por: Chris Lang, correo electrónico: http://chrislang.org