La riqueza petrolera natural del Delta del Níger se ha transformado en una dolorosa maldición.
Las comunidades deben lidiar constantemente con las consecuencias de los derrames de petróleo, la quema de gas y otras amenazas que surgen de las actividades de exploración no controladas de las empresas petroleras internacionales. Muchas mujeres de estas comunidades de subsistencia cargan con la agobiante tarea de cuidar de sus familias protegiéndolas de la contaminación más aguda. Los casos de cáncer, infertilidad, leucemia, bronquitis, asma, muerte al nacer, bebés con deformaciones y otros problemas relacionados con la contaminación tienen una inusitada frecuencia en esta región. Desde Ikarama hasta Akaraolu e Imiringi, hay mujeres heridas y agonizantes.
Como dijo una granjera, Marthy Berebo, “Si me desnudara ante usted, vería el daño que esta contaminación le ha causado a mi cuerpo. Sufro de horribles dolores en todo mi cuerpo.”
Ikarama, una comunidad predominantemente pesquera y agrícola con una población de 10.000 personas, también figura entre las comunidades más contaminadas del Delta del Níger. Ubicada a lo largo del arroyo Taylor, Ikarama es la sede de Nigeria Agip Oil Company (NAOC) y de Shell Petroleum Development Company (SPCD). Las tuberías de Shell que unen los estados de Delta, Bayelsa y Rivers pasan todas a través de Ikarama. Okordia Manifold, empresa perteneciente a Shell, también se encuentra en Ikarama. Se supone que al albergar grandes empresas multinacionales como Shell, las comunidades florecen. Pero en Ikarama sucede lo contrario ya que se encuentra en un profundo y oscuro pozo de pobreza. Las calles aún no han sido pavimentadas como lo prometió la empresa, mientras la vida de las personas empeora, con sus medios de vida destruidos por los frecuentes derrames de petróleo.
Alili Ziah es viuda y con siete hijos. Antes podía mantenerlos con la pesca, pero ahora que el agua está contaminada su familia se ve obligada a depender de la caridad de otras personas. “Donde quiera que ponga trampas, cuando las voy a inspeccionar están cubiertas de petróleo crudo,” comentó. Al igual que Ikarama, Imiringi ha albergado varios sitios de quema de gas de Shell desde 1972. Los efectos que estas fogatas tóxicas tienen sobre la salud de las personas, son enormes. Quienes viven cerca se quejan de erupciones cutáneas, irritación de los ojos y otras complicaciones. La contaminación es bastante probable ya que las mujeres habitualmente secan su alimento básico, el kpopko garri, cerca de estos sitios de quema de gas. La salud reproductiva de las mujeres también se vio afectada, como lo demuestra el creciente número de casos de infertilidad y malformaciones congénitas.
El petróleo es el elemento vital de Nigeria desde fines de los años 1950, cuando Shell abrió con éxito su primer pozo en el Estado de Bayelsa, en 1956. El ochenta por ciento de la riqueza del país consiste en kilómetros de tuberías y 400 kilómetros de oleoductos. Cuenta con 349 perforaciones. Cuando alcanzó su pico productivo, Shell produjo un millón de barriles de crudo diarios. Hay posibilidades de que la cifra aumente una vez más.
Pero las empresas petroleras tienen muy poco para mostrar en lo que respecta a su contribución para el desarrollo de las comunidades. De hecho, simplemente las han sumido en más pobreza y enfermedades al contaminar la tierra, el agua y el aire de manera descontrolada. Sólo en el Delta del Níger hay más de un centenar de sitios de combustión de gases. Dados los enormes capitales involucrados en esta industria, no es sorprendente que haya conflictos que cuestan la vida a más de 1.000 personas por año.
De las empresas petroleras que operan en el Delta del Níger, Shell ha sido la de mayor notoriedad por las violaciones de los derechos humanos que han cometido las fuerzas de seguridad por ella contratadas. Shell entrega armas y paga el equipamiento y el personal de seguridad del gobierno, siempre dispuesto a sofocar cualquier intento de levantamiento y a violar los derechos humanos. En todos estos casos, las mujeres son las principales víctimas, como viudas y madres. Ellas han sido los pilares de las familias y sobre sus hombros recaen mucho dolor y penurias.
Muchas mujeres aún tienen cicatrices y viven con sus cuerpos deformados como consecuencia de los operativos militares que, pagados por Shell, avanzaron sobre las comunidades con tanques de guerra y armas, disparando y matando a cientos de personas, incluso mujeres y niños, arrasando aldeas enteras y mutilando a miles de personas, en los tiempos en que Saro-Wiwa despertó la conciencia de la nación y de la comunidad internacional sobre la injusticia ambiental en Ogoniland.
Promise Yibari Maapie quedó con su brazo izquierdo permanentemente atrofiado como consecuencia de un disparo. Su hija Joy también recibió disparos en las piernas. “Los soldados trajeron dolor, pena y hambre a mi vida,” dijo a un periodista. Luego del infame genocidio de los Ogoni hubo varios casos más, incluyendo la masacre de Odi de 1999, donde ciudades enteras fueron arrasadas. Fue un ataque de las tropas del gobierno en represalia por el asesinato de algunos militares por parte de los militantes. A mediados de 2009, hubo masacres y bombardeos en varias aldeas del reino Gbaramatu, en el Delta del Níger. Durante el proceso, varias mujeres fueron desplazadas, heridas o asesinadas. Hubo informes sobre mujeres que dieron a luz en bosques y arroyos mientras escapaban del ataque militar. Como es habitual, también hubo denuncias de violaciones por parte de los soldados.
Las mujeres son las principales víctimas de la tragedia del Delta del Níger. Además de lidiar con la combustión de gas y los derrames de petróleo, viven sus vidas al límite. Cuando las oxidadas tuberías que transportan el crudo se rompen, dañan las tierras cultivables, los bosques, ríos y arroyos. Decenas de personas también mueren, como en octubre de 1998, cuando la explosión de una tubería de petróleo calcinó a unas 2.000 personas en la ciudad de Jesse, Ethiope Occidental, un Área de Gobierno Local del estado del Delta. Lo que es aún peor es que las intervenciones del gobierno no existen y cuando existen, son tardías o están mal organizadas. Aparte de esto, las construcciones de los enormes proyectos de perforación contaminan y alteran los cursos de agua de las comunidades, privando a los residentes de acceso a la misma. Los impactos son sentidos principalmente por las mujeres. Además de ser agricultoras, también proveen comida y agua a sus familias.
A pesar de la tragedia que cargan sobre sus cuerpos, las mujeres han quedado sin voz en muchas comunidades. En la mayoría de los casos, para que las mujeres puedan participar en las asambleas consultivas de la ciudad, donde se discuten asuntos que afectan a la comunidad, es necesaria la intervención especial de organizaciones de la sociedad civil (OSC). Los hombres insisten siempre en que los temas a discutir son demasiado serios para ellas. En muchos casos, las mujeres no pueden reclamar la propiedad de tierras. Las tierras agrícolas habitualmente pertenecen a los padres y esposos. El divorcio o la muerte de sus esposos pueden significar el fin de su estadía en esas tierras. Así, los desastres ambientales constituyen una doble tragedia para ellas.
No obstante, en algunas comunidades las mujeres se están organizando, intentando desatar los malévolos nudos de costumbres retrógradas y tomar en sus manos el control de su destino.
Extraído y adaptado de: “When Blessing Becomes a Curse in the Niger Delta”, Betty Abah, para Women in Action, una publicación del grupo de mujeres de ISIS International en Filipinas, publicado en febrero de 2010 (edición titulada: Women in a Weary World: Climate Change and Women in the Global South). Este artículo puede leerse en línea con fotografías enhttp://www.wrm.org.uy/boletin/152/Nigeria.html
Abah es Punto Focal de Género de la organización Environmental Rights Action/Amigos de la Tierra Nigeria. Correo electrónico: betty@eraction.org / bettyabah@yahoo.co.uk
El documento completo puede leerse en: http://www.isiswomen.org/index.php?option=com_content&view=frontpage&Itemid=28