En las alturas de los Andes peruanos se está llevando a cabo una iniciativa única de conservación a cargo de indígenas, que busca preservar la gran variedad de papas domésticas, que son uno de los elementos más importantes de la biodiversidad de la región. El Parque de la Papa fue una idea de una organización dirigida por indígenas denominada Asociación Cultural Quechua - Aymara ANDES y está siendo instrumentado por una asociación de seis poblados Quechua en las montañas al sur de Pisac en el Valle Sagrado de los Incas. En el marco de esta iniciativa, los 8.000 pobladores de las seis comunidades de Amaru, Pampallacta, Quyo Grande, Sacaca, Paruparu y Chahuaytire han acordado reunir las 8.661 hectáreas correspondientes a sus seis títulos de tierras comunales y manejarlas en forma conjunta para el beneficio colectivo. Su objetivo es conservar su paisaje, sus formas de sustento y sus estilos de vida, y revitalizar sus instituciones y leyes consuetudinarias.
La agricultura de secano sigue siendo el fundamento del sistema agrícola local, dominada en esta elevada altitud (las tierras están entre 3.600 y 4.600 metros sobre el nivel del mar) por las papas. La riqueza de la región se basa en el increíble número de 1.200 variedades de papa, que nombran, conocen y manejan los pobladores locales. Se cree que el área se encuentra dentro del "centro de origen" de la papa, y la gran mayoría de las papas (una parcela de cultivo típica pueden contener entre 250 y 300 variedades) son para consumo local y para el comercio de trueque regional. Este comercio tiene importante valor nutricional y también económico, permitiendo a los habitantes de las tierras altas intercambiar los carbohidratos y la carne que ellos producen (bajo la forma de papas, conejillos de indias, llamas y alpacas), por la proteína vegetal de los granos y pseudogranos andinos que se producen en las tierras ubicadas a altitudes medias y por las vitaminas y ácidos grasos esenciales de las frutas y verduras cultivadas en los huertos subtropicales en las tierras bajas que descienden hacia la Amazonia. Este tipo de comercio vertical ha sido parte integral de la economía de la región desde la época preincaica.
Los altos picos alrededor del borde del valle también contienen otros aportes importantes: humedales y lagos altos, ruinas incas, el poco frecuente cóndor y otras variedades de fauna silvestre, pero el Parque de la papa es holístico, y su objetivo principal es establecer un régimen de manejo que funcione en base a la ley consuetudinaria y el conocimiento tradicional, de tal forma que reúna toda la tierra bajo un sistema único, pero que permita la máxima flexibilidad para las iniciativas de los agricultores individuales y las opciones de los diferentes poblados.
La autoridad del Parque es compartida entre los poblados, cada uno de los cuales elige un Presidente para coordinar el trabajo de la Asociación, y se hacen esfuerzos concertados para integrar la comprensión y las creencias religiosas tradicionales en el manejo. Se ofrecen libaciones de "chicha" (la bebida alcohólica local), a los "dioses" locales, que están presentes en las montañas, manantiales y rocas circundantes, en todos los eventos comunales. La Madre Tierra –la Pachamama- todavía es profundamente reverenciada y reconocida en la adoración sincrética de la Virgen María, reflejando el fuerte rol que desempeña la mujer en el orden social tradicional. Los poblados mantienen la costumbre del casamiento a prueba por un año, que puede ser disuelto por la mujer, si así lo desea.
Varias ONGs internacionales han brindado su apoyo al proyecto, entre ellas el Programa de Sistemas de Alimentación, Agrobiodiversidad y Formas de Sustento Local del IIED y la Fundación Rockefeller. La iniciativa también está respaldada por un Comité Internacional de Apoyo, entre cuyos miembros se encuentran Hamdallah Zedan, Secretario ejecutivo del Convenio sobre Diversidad Biológica, Juan Mayr Maldonado, ex Ministro de Medio Ambiente de Colombia, y artistas de cine y activistas por los derechos humanos entre otros. Recientemente el Parque de la Papa negoció un acuerdo con el Centro Internacional de la Papa, con sede en Lima, miembro del grupo CGIAR, que ha llevado a la repatriación de 206 variedades adicionales de papa. Actualmente, estas variedades son cultivadas por los poblados de Pampallacta y Chahuaytire con el fin de compartirlas con los demás poblados una vez que se disponga del número suficiente de papas para semilla. El objetivo a largo plazo de la Asociación es reestablecer en el valle las 4.000 variedades de papa que se conocen en el mundo.
Pero no se trata de un proyecto que mire hacia al pasado. Se están aplicando nuevas tecnologías junto con las antiguas. Se han establecido invernáculos en los poblados para suministrar verduras a los comedores escolares; las integrantes de la cooperativa de mujeres están capacitándose para elaborar y editar digitalmente videos para registrar y compartir el conocimiento de las variedades de papa y cómo manejarlas, usando la lengua local, el Quechua. Si bien la Asociación se opone a la patentación del conocimiento indígena, la cooperativa está produciendo medicinas tradicionales para la venta local, con distribución de beneficios. También se está generando una base de datos del conocimiento de la medicina tradicional para protegerlo de la biopiratería.
Las comunidades también están reestableciendo bosques en tierras críticas. Se han creado viveros para producir miles de plantines de especies nativas. El objetivo es regenerar los bosques nativos, muchos de los cuales fueron talados en el siglo XVIII para suministrar madera a las minas de plata españolas. Actualmente, la principal especie de árbol en las laderas montañosas es el eucalipto, plantado en las décadas de 1940 y 1950, que aunque es valorada por ser de crecimiento rápido y la principal fuente de leña, es por lo demás de uso limitado. "Hemos observado que el eucalipto seca la tierra. Las especies nativas no lo hacen, y además fertilizan el suelo. Las especies nativas son útiles para producir medicinas, fertilizantes, leña y forraje... Los árboles son muy importantes para nosotros y quizás también nos protegen de la contaminación de otros lugares", señala Paulina Gihuaña, integrante de la cooperativa de mujeres.
Mediante la regeneración de bosques nativos, los pobladores esperan promover el desarrollo de especies de pájaros y animales y hacer el área más atractiva para los turistas, que ya acuden regularmente a sus poblados. Con el objetivo de desarrollar el "agroturismo", el Parque de la Papa ya está en conversaciones con el Instituto Nacional de Cultura para acordar un sistema de manejo conjunto de los sitios arqueológicos y las áreas sagradas. El Parque también está desarrollando un programa autónomo para controlar el turismo y asegurar que la población local se beneficie en forma equitativa. Está prevista la creación de un nuevo centro de investigación y para visitantes con el objetivo de ayudar en la administración, comercialización y coordinación. El nuevo sentido de unidad que se ha desarrollado entre las comunidades ya ha generado además otros beneficios. Se ha superado en gran medida una larga historia (en ocasiones violenta) de conflictos de tierras entre las comunidades, en parte gracias el restablecimiento del festival tradicional de los límites, en el cual se celebran cada año los vínculos de cada poblado con la tierra recorriendo a pie sus límites. Como observara el presidente de la Asociación, Wilbert Quispe: "Antes de este proyecto estábamos divididos y perdíamos nuestra diversidad, las papas nativas, la fauna y muchas otras cosas….también estábamos olvidando cómo manejar esta diversidad. Nuestro objetivo es reunir a nuestros poblados para restaurar nuestras formas tradicionales de manejar nuestro paisaje".
El Parque de la Papa se puede considerar como la expresión de un poderoso movimiento social, cuyas corrientes se pueden sentir a lo largo y ancho de los Andes, de pueblos indígenas que están recuperando el control de sus tierras y su patrimonio. Los orígenes de este resurgimiento cultural se remontan en gran medida a las reformas de tierras de los años 1960 y principios de los 1970, que desmantelaron el antiguo sistema de haciendas y redistribuyeron las tierras como terrenos comunales entre los pueblos andinos. En los primeros años después de las reformas, muchos observadores afirmaron que habían sido un fracaso. Incluso a pesar de que muchos campesinos recuperaron el control de sus tierras, la producción agrícola disminuyó, los ingresos se redujeron y se estancaron las exportaciones.
Sin embargo, ese comienzo decepcionante se explica ahora por la falta de continuidad de las políticas agrarias gubernamentales. Cuando el General Velasco, promotor de la reforma agraria, fue derrocado, dejaron de aplicarse las políticas, sistemas de crédito y paquetes de extensión agrícola necesarios para asistir a los agricultores restituidos. Asimismo, los cuatro siglos anteriores de dominación de los hacenderos impusieron obediencia y debilitaron la iniciativa de los campesinos. Paradójicamente, el hecho de que los hacenderos hayan mantenido intencionalmente a sus peones aislados de la educación e incluso del aprendizaje del español, también ayudó a preservar sus tradiciones, sus cultivos, sus instituciones tradicionales y su lengua.
Actualmente, una generación más experimentada y psicológicamente liberada está redescubriendo su poder: las instituciones consuetudinarias de manejo del agua y la tierra están reviviendo, se vuelven a enseñar formas tradicionales de danza, canto y música, los sistemas de curación y las medicinas tradicionales vuelven a ser utilizadas, y las coaliciones políticas, que invocan los nombres de los Incas del siglo XIV como Pachacutec, han logrado el control de numerosos consejos locales y municipalidades.
No todos los organismos gubernamentales ven estas reafirmaciones de la cultura y la identidad indígena con el mismo entusiasmo. Los proponentes indígenas del Parque de la Papa todavía deben convencer a la agencia peruana a cargo de los Parques Nacionales, INRENA, de que el Parque debe ser reconocido como parte del sistema de áreas protegidas de Perú. Si bien el sistema revisado de categorías de áreas protegidas de la UICN podría reconocer con facilidad a un parque bajo propiedad y control indígena de este tipo como "paisaje protegido" según la categoría V ["manejado principalmente para la conservación del paisaje, donde la interacción de las personas ha producido un paisaje distinto que requiere protección"], las actuales leyes de conservación de Perú no prevén la existencia de áreas de este tipo bajo control local. Sin embargo, estas anomalías tendrán que cambiar, porque son el legado de un modelo colonial antiguo de conservación que ya no se ajusta a las leyes internacionales de derechos humanos y de conservación ratificadas por Perú, como el Convenio 169 de la OIT y los Artículos 8j y 10c del Convenio sobre Diversidad Biológica.
Por Marcus Colchester, Forest Peoples Programme (correo electrónico: marcus@fppwrm.gn.apc.org ), basado en una visita de campo de agosto de 2003, con especial agradecimiento a Alejandro Argumedo de la Asociación Andes.