El petróleo no sólo ha provocado el calentamiento mundial, también provoca violaciones de los derechos humanos, tales como destrucción ambiental y de vidas humanas.
Los combustibles fósiles han moldeado la civilización desde hace más de un siglo y medio. El carbón, el petróleo y el gas han permitido al mundo pasar de los humanos y los animales como generadores de energía a las máquinas que abrieron la puerta al consumo sin fin. El petróleo parece barato porque sus costos reales son externalizados. Hoy en día, los tiempos del petróleo fácil llegan a su fin y la extracción se dirige a aguas profundas y ecosistemas frágiles. Entre los ecosistemas frágiles que ya están siendo perforados figuran el Delta del Níger, la Selva Amazónica y el Valle del Rift en África oriental, donde se explota el petróleo y el gas en ambientes intactos y reservas naturales. Ya las compañías petroleras y sus cómplices políticos intentan perforar pozos en el Ártico (donde el derretimiento de los glaciares es visto como una oportunidad y no como una señal de alarma), en el Yasuní ITT de Ecuador y en aguas del archipiélago Lofoten de Noruega.
El fin del petróleo fácil también está llevando a aventuras mortales como la fracturación hidráulica y la extracción de arenas bituminosas en Canadá y otros lugares. Esta técnica, que está aumentando el suministro de petróleo y gas en Estados Unidos, también acrecienta la exportación de combustibles fósiles de Canadá y, debido a la considerable degradación ambiental que conlleva, tiene un un fuerte impacto sobre la salud humana que claramente atenta contra los derechos de los ciudadanos.
Agentes del fundamentalismo comercial, como el Banco Mundial, han alertado que, a menos que se deje en el subsuelo el 80% de las reservas de combustibles fósiles conocidas, el mundo experimentará un calentamiento extremo de efectos catastróficos. Lamentablemente, el mismo Banco Mundial financia proyectos energéticos a base de combustibles fósiles, como centrales termoeléctricas a carbón.
La humanidad necesita con urgencia salir de la anestesia de los combustibles fósiles para poder ver que la lógica extractiva simplemente no es el camino para mantener una vía de desarrollo que ha fracasado. El consumo y el crecimiento sin fin plantean el dilema de la codicia sistémica que sobrepasa la codicia y el deseo humanos de acumular recursos. El crecimiento indefinido no reconoce que la naturaleza tiene límites y que requiere enormes períodos de tiempo para reabastecer sus reservas agotadas.
Tengo un sueño. Sueño que un día, las plataformas petroleras offshore y las estaciones flotantes se convertirán en parques eólicos y solares. Tengo un sueño.
La impunidad de los derrames de petróleo
Para quienes vienen de un país donde, cada año, se vomita al ambiente un volumen de petróleo equivalente al del Exxon Valdez, resulta inevitablemente claro que el sector petrolero es muy contaminante. Según el senador Saraki, presidente del comité de medio ambiente del Senado nigeriano, “El derrame de petróleo no es un problema petrolero, es un problema ambiental. El derrame de petróleo es un comportamiento ambiental irresponsable. El hecho de que sea un resultado de la exploración de petróleo no disminuye su impacto sobre el medio ambiente. Nigeria ha perdido más de 13 millones de barriles de petróleo debido a derrames que hubieran podido ser evitados”. El senador Saraki añadió: “Varios informes, inclusive el Informe del PNUMA, han reconocido que el cincuenta por ciento (50%) de los derrames de petróleo en Nigeria se debió a la corrosión de las instalaciones petroleras, el veintiocho por ciento (28%) al sabotaje y el veintiuno por ciento (21%) a las operaciones de producción de petróleo. El uno por ciento (1%) se debe a problemas de ingeniería, a la incapacidad de controlar eficazmente los pozos de petróleo, a fallas mecánicas y a la falta de cuidado suficiente al cargar y descargar los barcos petroleros. La responsabilidad de rehabilitar los sitios afectados incumbe a quien efectúa los derrames. Es así de simple. Los sitios afectados son más de 2.000. En la mayoría de los casos, los responsables están identificados. Esto da una idea del problema que tenemos entre manos”. (1)
Resulta obvio que no puede existir un grado tal de impunidad ecológica sin que los derechos humanos sean constantemente pisoteados. Una frase pronunciada por un director general de Shell en Nigeria en 1995 subraya el hecho de que la impunidad es buena para algunos negocios:
“Una compañía comercial que intenta hacer inversiones necesita un entorno estable... Las dictaduras pueden proveerlo.” (2) Esta declaración fue hecha a principios de 1995 y, en noviembre, Ken Saro-Wiwa y otros ocho compatriotas Ogoni fueron ahorcados por la dictadura que estaba en el poder en Nigeria en ese entonces.
A principios de 1990, cuando la comunidad de Umuechem protestó contra las operaciones petroleras de Shell, esta empresa envió al gobierno un pedido urgente de protección y solicitó la presencia de la “Policía Móvil”, bien conocida por su brutalidad. El resultado fue una ola de violencia que duró dos días y dejó un saldo de 80 muertos y casi 500 casas destruidas. (3)
Lo sucedido en Umuechem anunció el inicio de un régimen de terror que fue aplicado al pueblo Ogoni cuando, pocos años después, se levantaron contra las operaciones petroleras que habían aportado al lugar minúsculos beneficios pero enormes costos ambientales. Una vez más, Shell recurrió a las fuerzas de seguridad nigerianas para proteger sus operaciones. Cientos de Ogonis fueron arrestados, torturados y asesinados.
La búsqueda de justicia llevó a nigerianos afectados a los tribunales europeos y estadounidenses. Así, cuatro agricultores y pescadores entablaron un juicio contra Shell en los Países Bajos, por la contaminación en Nigeria. El fallo está previsto para el 30 de enero de 2013.
En 2002, un grupo de nigerianos, amparándose en la ley ATS, demandó a la casa matriz de Shell, Royal Dutch Petroleum, ante una corte federal de Estados Unidos por complicidad en ejecuciones extrajudiciales, torturas y crímenes contra la humanidad cometidos contra el pueblo Ogoni. Dichos demandantes vivían en Estados Unidos, donde habían recibido asilo del gobierno porque eran perseguidos en Nigeria. El 28 de febrero de 2012, el caso Kiobel v. Royal Dutch Petroleum (Shell) fue presentado a la Suprema Corte. Desde entonces, ésta ha ordenado una segunda audiencia, que tuvo lugar el 1º de octubre de 2012. El caso está siendo instruido por la Suprema Corte, y Shell lanzó un ataque contra las protecciones de los derechos humanos al alegar que la ley ATS (Estatuto de Reclamación por Agravios contra Extranjeros), que ya tiene 200 años, no era aplicable. Originalmente, dicha ley era utilizada para procesar a piratas, pero ahora se ha convertido en un medio para juzgar a individuos y grandes empresas que cometen graves violaciones de los derechos humanos, como genocidio, torturas y crímenes de lesa humanidad.
Los argumentos de la compañía petrolera son interesantes: afirman que la legislación de Estados Unidos no debería permitir que se responsabilice a las compañías por cometer las peores atrocidades. También afirman que los tribunales de Estados Unidos no tienen por qué responsabilizar a las multinacionales de violaciones de los derechos humanos, especialmente si suceden en otros países.
Si la Suprema Corte hace lo que Shell le pide – otorgarle impunidad por las violaciones de derechos humanos cometidas en el extranjero – las mega-transnacionales podrán actuar en el mundo entero aplicando normas diferentes, lo cual significará un retroceso de 200 años.
El petróleo no sólo ha provocado el calentamiento global; también provoca violaciones de los derechos humanos, como la destrucción de distintos ambientes y de vidas humanas.
(1) Abubakar Bukola Saraki, 2012. Debate principal de un proyecto de ley para enmendar la Ley de 2006 sobre detección y solución de derrames de petróleo, determinación de sanciones e indemnizaciones y asuntos conexos. Abuja, Nigeria, 2012.
(2) Eduardo Galeano, 2000: Upside Down – A primer for the Looking-glass World, traducido por Mark Fried, New York, Picador, Estados Unidos.
(3) Nnimmo Bassey, 2012. Why Human Rights Protection Matter. Algunos pasajes de este artículo informan sobre este caso.
Nnimmo Bassey, Environmental Rights Action (ERA) y Oilwatch Africa, correo electrónico: nnimmo@eraction.org