Poco antes del Quinto Congreso Mundial de Parques, un consorcio de compañías mineras, petroleras y del gas anunció que aceptaría que todos los Sitios de Patrimonio Mundial quedaran excluidos de futuras explotaciones. Sin embargo, durante el Congreso, no fue posible persuadir a los representantes de las industrias extractivas de que aceptaran la Recomendación de Amman aprobada por el Congreso Mundial de la Conservación (Amman, 2000) que llamó a poner fin a la extracción de minerales, gas y petróleo de todas las áreas protegidas en las categorías I, II, III y IV de UICN (“reserva natural estricta” “área natural silvestre”, “parque nacional”, “monumento natural” y “áreas de manejo de hábitat”)
La polémica sobre la relación entre las industrias extractivas y las áreas protegidas ha estado sonando desde esa fecha. El Secretariado de la UICN anunció en el contexto de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable que estaba desarrollando una nueva “sociedad” con las industrias extractivas. Hubo que suavizar los términos y hoy la UICN habla de que desarrolla un “diálogo” con las industrias. Los críticos han condenado el “diálogo”, calificándolo de una traición a las normas de la conservación, que solo sirve para que las compañías rehabiliten su imagen, manchada por las huellas de los derrames de petróleo, barcos petroleros siniestrados, roturas de diques de los estanques de desechos de las minas, derrames de cianuro y mercurio, paisajes arruinados, sistemas hídricos saqueados, vertederos de desechos tóxicos, ecosistemas contaminados, violación de derechos humanos y destrucción de medios de sustento.
Entre los críticos de la industria que más se manifestaron en el Congreso estuvieron los pueblos indígenas. Unos 150 representantes de pueblos indígenas de más de 60 países asistieron al Congreso para ejercer presión en pos del reconocimiento de sus derechos. Su fuerte presencia fue muy efectiva y tuvo una gran influencia sobre todos los resultados del Congreso. El “Acuerdo de Durban”, el documento de consenso de todo el Congreso, anuncia que el Congreso Mundial de Parques ha aprobado un “nuevo paradigma” para las áreas protegidas “integrándolas en forma equitativa con los intereses de todos los pueblos afectados”.
El Acuerdo celebra los éxitos de los pueblos indígenas en la conservación. Expresa su preocupación por la falta de reconocimiento, protección y respeto que reciben estos esfuerzos. Toma nota de que, frecuentemente, los costos de las áreas protegidas los pagan las comunidades locales. Insta a asumir el compromiso de dar participación a los pueblos indígenas en el establecimiento y manejo de las áreas protegidas y en la toma de decisiones, en términos equitativos y justos y con pleno respeto a sus derechos humanos y sociales. El Acuerdo convoca a todos los países a “eliminar totalmente el reasentamiento de los pueblos indígenas y las comunidades locales y la sedentarización involuntaria de pueblos indígenas nómades sin su previo consentimiento informado”.
El Acuerdo también promueve la creación de las “áreas protegidas transfronterizas para comunidades separadas por fronteras nacionales, incluyendo corredores de conectividad para los pueblos indígenas nómades que tradicionalmente han migrado a través de las fronteras”. Se alienta a las autoridades nacionales a llevar adelante “revisiones de las iniciativas de conservación, incluyendo formas innovadoras de administración tradicional/consuetudinaria ...” De igual forma, se alienta también a las autoridades a “promover las condiciones y asegurar los medios para una participación efectiva de los Pueblos Indígenas, las comunidades locales y otras partes interesadas locales en la conservación. Se deberán centrar los esfuerzos en la generación de capacidad en las comunidades locales para su participación efectiva”.
A pesar de estos importantes y progresistas avances, el dinero siguió siendo sub-tema dominante durante el Congreso.
El Congreso reiteró el perenne llamado, haciéndose eco de las declaraciones de la Cumbre de Río y de la Cumbre Mundial de Desarrollo Sustentable, pidiendo a los países industrializados que proporcionen “sustanciales recursos adicionales y nuevos” a los países en desarrollo para ayudarlos a cubrir los costos de la conservación. Pero, como si supiera de antemano que este enfoque muy probablemente solo fuera capaz de movilizar un monto mínimo de fondos extra, también defendió el desarrollo de mecanismos de mercado para los costos recurrentes del manejo de áreas protegidas. Por ejemplo, un estudio presentado por la WWF y la UICN, demuestra que las áreas protegidas contribuyen al suministro de agua y energía hidroeléctrica de un gran número de ciudades del mundo y propuso que una parte de las tasas que se pagan por el agua y la energía eléctrica se debería usar para cubrir los costos de los parques. Para institucionalizar este enfoque, el Congreso propuso que el Fondo Mundial para el Medio Ambiente del Banco Mundial y los gobiernos deberían desarrollar “sociedades colaborativas con el sector privado”, como alternativa para asegurar la financiación de los parques. Para muchos, el eco-turismo sigue siendo la gran esperanza para alcanzar el sagrado grial de la sustentabilidad financiera.
Un evento lateral en el Congreso, celebrado en los lujosos alrededores del Hilton en Durban -- dudosamente un modelo de desarrollo sustentable-- analizó las formas de promover turismo responsable y de certificar su sustentabilidad. Sin embargo, los escépticos, quedaron preguntándose si hacer depender el futuro de la conservación de los ingresos que le dispense la élite consumista que recorre el mundo no era una forma de auto-derrota --como cortar la rama en la cual uno se sienta.
Los Pueblos Indígenas también expresaron sus recelos sobre este enfoque. En el plenario final, Jannie Lasimbang del Pacto de Pueblos Indígenas de Asia, manifestó al Congreso: “Gran parte de este Congreso se ha centrado en los desafíos de financiar los costos del establecimiento y el manejo de las áreas protegidas. Las áreas protegidas se han vuelto un gran negocio y el peligro es que este negocio no es sustentable y nos puede llevar, a nosotros los pueblos indígenas, a una marginación aún mayor. Por otra parte, nuestra experiencia sobre el terreno es que mucho de este dinero se malgasta. Estos fondos estarían mejor aprovechados si se dedicaran a proteger nuestros derechos y a darnos participación directa en vez de ser confiados a agencias externas, a menudo extranjeras”. También criticó la forma en que el turismo cada vez más utiliza imágenes exóticas de pueblos indígenas como señuelo para atraer a los curiosos. “El uso de la imagen de nuestras culturas como folclore o como marketing, nos hiere y degrada. A veces a la vez que se socava la cultura de nuestros ancestros, se marginaliza y se empobrece a los pobladores indígenas vivos. Estas actitudes no ayudan a revalidar nuestras culturas milenarias”.
Por: Marcus Colchester, Forest Peoples Programme, correo electrónico: marcus@fppwrm.gn.apc.org . Extractado de un artículo que aparecerá (en inglés) en la edición de noviembre de 2003 de Multinational Monitor, http://www.multinationalmonitor.org