Para fines de este siglo, los parientes más cercanos del género humano, los grandes simios africanos, habrán desaparecido en su estado silvestre. Las presiones combinadas de la pérdida de hábitat y la caza de animales para su consumo los están llevando a la extinción. Salvo que se reduzcan pronto estas presiones, parece haber pocas esperanzas de que las poblaciones cada vez menores de gorilas de montaña que habitan en los bosques, gorilas de tierras bajas, chimpancés y bonobos puedan mantenerse por mucho tiempo más.
Los pueblos africanos que habitan en los bosques han vivido cerca de esos animales, los han cazado y han comido su carne durante miles de años. En las religiones y sistemas culturales de estos pueblos, los simios son considerados seres poderosos y, según muchos habitantes de la cuenca del Congo, parte de ese poder se transmite a quienes comen su carne. La carne de animales silvestres, incluso la de simios salvajes, es por lo tanto sumamente apreciada y hace mucho tiempo que se comercia a nivel local. Sin embargo, desde la década de 1950, este comercio ha aumentado en forma exponencial. La gran disponibilidad de escopetas y balas de plomo de grueso calibre, el aumento de las poblaciones urbanas, las nuevas carreteras y vehículos, el transporte fluvial, y por sobre todo, la penetración en los bosques para actividades de tala, han intensificado las presiones de caza sobre la fauna silvestre, en especial los simios.
Contrabandeada en los camiones de las empresas madereras y en las barcazas que transportan madera, en congeladores e incluso en aeroplanos, la carne de animales silvestres viaja ahora cientos e incluso miles de kilómetros desde el bosque hasta el mercado donde se vende a precios significativamente más altos que la carne culturalmente menos preciada de animales como la vaca, el pollo o el cerdo. Se han creado asociaciones poderosas, a menudo conectadas con políticos y funcionarios gubernamentales, que controlan y se benefician de este lucrativo negocio, dejando a las poblaciones rurales marginadas y a los cazadores aislados atrapados en redes de relación patrón-cliente, y tentándolas a robar, a cambio de ganancias a corto plazo, los animales de sus bosques -bosques en los cuales ya no se reconocen sus derechos y que están siendo implacablemente saqueados, a menudo por compañías madereras de propiedad europea. El madereo, actividad que raramente es legal y casi nunca es sustentable, es una de las causas principales de la intensificación del comercio de carne de animales silvestres. Las carreteras construidas para las actividades de tala permiten también la comunicación con zonas previamente aisladas. Los campamentos madereros traen consigo nuevos trabajadores y la posibilidad de obtener ingresos en dinero en efectivo en las zonas de bosques, creando una demanda mucho mayor de carne de animales silvestres. Las redes madereras vinculan los bosques con mercados nuevos y distantes para la carne de animales silvestres además de la madera.
La respuesta principal de los conservacionistas a esta amenaza ha sido establecer áreas protegidas, en las que esperan conservar pequeños bolsones de hábitat inalterados, hogar para algunas de las últimas poblaciones de esos animales. Para asegurar esas áreas, las entidades de conservación han debido trabajar en estrecho vínculo con los madereros locales, las comunidades vecinas y otros grupos. Se han visto obligadas a adaptar sus propios programas a los planes de desarrollo y a las estructuras de poder dominantes, en ocasiones haciendo compromisos e incluso forjando alianzas con socios incómodos.
En la República del Congo, uno de los proyectos de conservación mas conocidos es el Parque Nacional Nouabale-Ndoki, apoyado por la Wildlife Conservation Society (WCS) de Nueva York. El Parque, ubicado en el extremo norte del país en la frontera con Camerún y la República Central Africana, se extiende hasta el pueblo cercano de Ouesso. Este importante pueblo maderero está ubicado justo río arriba de la base de una compañía de propiedad alemana, la Congolaise Industrielle des Bois (CIB) que emplea alrededor de 1.200 personas y tiene concesiones forestales que abarcan una superficie tres veces mayor que el Parque. Aproximadamente un cuarto de millón de metros cúbicos de madera se extraen cada año de la concesión -equivalente a la carga de un camión gigante de madera cada 15 minutos durante una jornada laboral. Este auge industrial ha traído a la zona alrededor de 16.000 personas en calidad de trabajadores, dependientes e industrias de servicio, las que prácticamente han sobrepasado la escasa población anterior de "pigmeos" BaBenjelle y los vecinos Bantúes. Alimentar a esta población ha sido un problema para la compañía y hay evidencias --si no actuales, al menos en el pasado-- de que se alentaba a las cuadrillas de madereo de la CIB a cazar animales silvestres dentro de la concesión. Videos documentales y posteriores investigaciones han involucrado también a camiones de la CIB en el transporte de chimpancés y otros animales silvestres por las carreteras madereras que llevan a la costa de Camerún.
La WCS tiene conocimiento desde hace mucho tiempo del impacto de la CIB sobre la fauna silvestre y su participación en la extracción de carne de animales silvestres, pero ha hecho poco para difundir esta información. En 1995, la WCS y un equipo de asesores de la UICN incluso firmaron conjuntamente con la CIB un protocolo en que se repudiaban los "ataques injustificados" contra la CIB, es decir la evidencia que mostraban los videos documentales. Para contrarrestar las críticas a sus conducta, la CIB --que se ha mostrado renuente a someter sus actividades de explotación forestal a la investigación de procesos de certificación independientes como el FSC-- ha podido vanagloriarse de sus estrechas relaciones con la WCS: "He abierto mi concesión a la investigación… para estudios de explotación forestal y de fauna", declara el dueño de la CIB, Hinrich Stoll, "mi compañía está trabajando en estrecho contacto con el parque nacional congolés, Nouabale Ndoki, gestionado por el Sr. JM Fay de la Wildlife Conservation Society (WCS) -la organización ecológica no gubernamental más antigua del mundo".
Estas acusaciones se explican en detalle en un impresionante libro de reciente aparición "Eating Apes", escrito por Dale Peterson. Peterson admite que desde entonces la WCS ha iniciado un proyecto conjunto con la CIB para limitar el comercio de carne de animales silvestres en la zona que rodea al parque, pero argumenta que estas asociaciones entre madereros y conservacionistas, que se apoyan en las infraestructuras de las compañías madereras para lograr el acceso a sus parques, perpetúan la principal amenaza que acosa a los bosques de Africa. Al ofrecer a los madereros una fachada ecológica, los conservacionistas están legitimando la destrucción de los bosques y en consecuencia aumentando la presión sobre la fauna silvestre y las comunidades locales. Desde que la CIB firmó su Protocolo ha logrado más que duplicar el tamaño de su concesión y Stoll ha sido invitado a integrar el prestigioso Foro de Jefes Ejecutivos del Banco Mundial, que apunta a promover nuevas asociaciones entre las principales industrias forestales y los peces gordos de la conservación.
Hay más información en este interesante libro, que conmociona y provoca. También es, evidentemente, la crónica de una búsqueda personal de la esencia sagrada de la naturaleza, escrito por un ambientalista cuidadoso, compasivo y comprometido. Dale Peterson tuvo su momento de epifanía cuando escuchó reír a los simios del bosques. Desde entonces ha estado convencido de que los simios tienen conciencia, tienen mente, una "existencia mental legítima". El que se determinara que comparten aproximadamente el 98% del material genético con los seres humanos, añade, desde su punto de vista, peso científico a su convicción de que, por mucho que podamos respetar el derecho de otras sociedades a sus propias formas de vida, la matanza de simios es inmoral. También puede ser muy imprudente. Peterson se ha tomado el trabajo de reunir toda la información disponible sobre los orígenes y la diseminación del VIH/SIDA y demuestra en forma convincente que los dos tipos de virus VIH ingresaron a las poblaciones humanas a través de la matanza de simios y monos y el consumo de su carne. "Eating Apes" es un libro importante que desafiará a muchas personas a volver a pensar cuál es su lugar en el mundo.
Por: Marcus Colchester, Forest Peoples Programme revisión de ‘Eating Apes’ de Dale Peterson, University of California Press, Berkeley, 290pp, 16 láminas a color, ISBN 0-520 -23090-6. £17.95; ver también http://www.greatapeproject.org