Las plantaciones de Sappi en Swazilandia resumen todo lo malo que sucede en las plantaciones industriales de árboles. Más de 50 años de convivencia con las plantaciones no aportó prácticamente nada al desarrollo de los habitantes del país. Las plantaciones se instalaron en la década de 1950 como un proyecto de “ayuda” británica, cuando se destruyeron praderas ricas en fauna y se desplazaron a los habitantes para abrirles paso. Las plantaciones son monocultivos de pinos, exóticos para Swazilandia. Cada año, Sappi tala un total de 3.000 hectáreas de sus plantaciones y deja tras de sí grandes cicatrices en el paisaje. Cuando se vuelve a plantar la zona, los árboles chupan el agua, lo que seca los arroyos y reduce el caudal de los ríos. Las plantaciones y los criaderos de árboles de Sappi sólo pueden gestionarse mediante el uso de plaguicidas químicos.
En julio de 2006, las plantaciones de Sappi en Swazilandia recibieron la etiqueta ‘verde’ del FSC (siglas en inglés del Consejo de Manejo Forestal) luego de la evaluación realizada por la Soil Association's Woodmark. Fundada en 1946, una parte importante de la labor de la Soil Association ha sido la de “fomentar la agricultura orgánica como alternativa sostenible a los métodos agrícolas intensivos”. Pero al certificar las plantaciones de Sappi en Swazilandia, Woodmark fomenta los monocultivos intensivos y no orgánicos, exactamente lo opuesto a lo que se pretendía con la creación de la Soil Association.
Durante la evaluación realizada a las plantaciones de Sappi en mayo de 2006, Woodmark halló que los procedimientos de replantación de Sappi no cumplían las disposiciones nacionales que exigían dejar una franja libre de 30 metros de ancho a lo largo de los arroyos. En una localidad, los árboles se habían plantado demasiado próximos a un arroyo. En otra, se canalizó un arroyo a través de una calle y no por debajo de ella. “La plantación de pinos a partir de 1989… redujo severamente el flujo natural del agua en los arroyos”, le dijo a Woodmark un granjero vecino de una de las plantaciones de Sappi. En los últimos siete años las plantaciones de Sappi fueron dañadas por “incendios devastadores”.
Los inspectores de Woodmark visitaron una zona que estaba siendo talada, donde se estaba realizando tala rasa en una extensión de más de 40 hectáreas. Encontraron que no existían equipos de primeros auxilios, ni una zona designada para equipos y provisiones, ni equipos para combatir incendios. A los trabajadores tampoco se les proporcionaba agua potable. No había registros de capacitación previa de los trabajadores ni programas de entrenamiento para 2006. Para una plantilla de 120 trabajadores, el contratista solo contaba con dos técnicos en primeros auxilios cuyos certificados estaban vencidos.
De una zona de depósito perteneciente a uno de los contratistas se filtraba aceite. La construcción del pozo separador del aceite no cumplía con los requisitos de Sappi. Un operador del depósito químico no estaba capacitado en temas sanitarios y de seguridad para manejar químicos tóxicos. No todos los contratistas contaban por escrito con procedimientos laborales seguros, incluidos los riesgos y peligros asociados con las diversas tareas.
Para solucionar estos incumplimientos de las normas del FSC, Woodmark presentó una serie de pedidos de acciones correctivas que Sappi debe cumplir antes de la próxima visita de Woodmark a Swazilandia, en julio de 2007.
Pero la parte más impactante del informe de Woodmark sobre la evaluación de Sappi es la revelación de que Sappi utiliza plaguicidas que están prohibidos en operaciones certificadas por el FSC.
En noviembre de 2005, durante una evaluación previa de las operaciones de Sappi en Swazilandia, Woodmark halló que Sappi utilizaba dos plaguicidas prohibidos por la Política de Plaguicidas Químicos, 2002, del FSC. Woodmark presentó una solicitud de acción correctiva de parte de Sappi que asegurara que “no se utilicen plaguicidas con benomyl e imazapyr como ingrediente activo”. Sappi dejó de utilizar el imazapyr, pero continuó empleando el benomyl.
El benomyl es un fungicida que es tóxico de manera selectiva para microorganismos e invertebrados. Sappi reconoce que es “muy tóxico para peces y lombrices de la tierra”. La empresa emplea el benomyl contra el fusarium circinatum, un hongo que causa el llamado pitch canker (o cáncer del pino) en los pinos. En diciembre de 2005, el FSC emitió una nueva Política de Plaguicidas. En la Política de Plaguicidas Químicos de 2002 y 2005 el benomyl está incluido como un plaguicida “altamente peligroso”.
La Política de Plaguicidas de 2005 del FSC establece que “el empleo de todo plaguicida que contenga un ingrediente activo en la presente lista de plaguicidas ‘altamente peligrosos’ del FSC constituirá un incumplimiento importante” de las normas del FSC “y por lo tanto será prohibido a menos que la Junta de Directores del FSC haya aprobado previamente una derogación temporal [o dispensa parcial de las reglas] para su uso en el territorio aplicable” [traducción no oficial].
Woodmark decidió no sólo forzar las reglas sino desestimarlas del todo. En lugar de esperar y ver si el FSC aprobaría el uso del benomyl en Swazilandia, Woodmark expidió el certificado a Sappi con el argumento de que “se presentó una solicitud de derogación del uso del benomyl”. A marzo de 2007 el FSC aún no había autorizado la solicitud de derogación del benomyl, pero el certificado de Sappi en Swazilandia sigue vigente.
Woodmark certificó los monocultivos de Sappi en parte motivada en la esperanza de futuras mejoras, pero también motivada en la esperanza de que en el futuro se debilite la Política de Plaguicidas del FSC. Al expedir el certificado y permitir que continúe vigente, Woodmark socava la credibilidad tanto del FSC como de Soil Association.
Por Chris Lang, email: http://chrislang.org, www.chrislang.blogspot.com