A fines de julio, una serie de incendios descontrolados se esparcieron por Swazilandia y el este de Sudáfrica. Los incendios causaron la muerte de por lo menos 20 personas y miles de cabezas de ganado y animales salvajes, dejaron reducidos a cenizas numerosos hogares y destruyeron cultivos y plantaciones. Los bomberos y el personal de emergencia de ambos países no daban abasto. Fue una gran catástrofe.
De acuerdo con las informaciones de IOL (Independent Online), aproximadamente el 80% de las tierras que rodean la aldea de Paulpietersburg (una de las zonas más afectadas, con muchas plantaciones forestales), en el norte de la provincia de KwaZulu-Natal, Sudáfrica, resultó devastado.
Según FSC-Watch (“observatorio del FSC”), en Swazilandia los incendios comenzaron en las plantaciones de la empresa Mondi, certificadas por el FSC (hoy, según parece, adquiridas por la estadounidense Global Emerging Markets Forestry Investors LLC), en la región de Piggs Peak. El fuego afectó también parte de una plantación certificada por el FSC cuyo propietario es otro conglomerado sudafricano de la pulpa y el papel, Sappi.
Hace tiempo que se vienen denunciando los impactos perjudiciales sociales y ambientales de las plantaciones en la región (véanse los artículos aparecidos en los boletines del WRM en http://www.wrm.org.uy/paises/Sudafrica.html#articulos) y muchos temían que ocurriera un desastre. Ahora que el desastre ocurrió, no pocos dedos acusan también al FSC por haber validado un sistema de plantaciones que ofrece a la gente nada más que estragos.
FSC-Watch afirma que “según los informes, las llamas consumieron el 80% de las 19.500 hectáreas de la plantación de Mondi y alrededor del 7% de las de Sappi” y que “la certificadora de Mondi, SGS, señaló en su evaluación para la certificación original que ‘La gestión física de los riesgos de incendio y la instrumentación de medidas para controlar el fuego, respaldadas por equipos de bomberos bien equipados y entrenados, son inherentes a las buenas prácticas silviculturales’. Ahora que una de las plantaciones de Mondi se convirtió en cenizas y cobró varias vidas, sin lugar a dudas SGS tendrá que llegar a la conclusión de que no estaban siendo manejadas según ‘las buenas prácticas silviculturales’”.
Esta tragedia expone también la inviabilidad del concepto de plantar árboles para almacenar carbono, que vuelve a confirmarse con lo sucedido en Uganda, donde los agricultores talaron una parte considerable de los “bosques” holandeses de carbono.
El conflicto se remonta a un acuerdo firmado en 1994 por la fundación holandesa FACE (sigla de “bosques que absorben emisiones de dióxido de carbono” en inglés) y las autoridades ugandesas para plantar árboles en una franja de entre dos y tres kilómetros de ancho en 25.000 hectáreas comprendidas en el perímetro del Parque Nacional del Monte Elgon, de 211 kilómetros, una zona muy disputada.
A partir de 1993 se plantaron aproximadamente 9.000 hectáreas de árboles, supuestamente para absorber y almacenar carbono para compensar las emisiones de empresas holandesas y de transporte aéreo. Tenían que permanecer en pie durante 100 años.
La plantación de árboles fue un desastre para los aldeanos del lugar, quienes no solamente fueron expulsados de su tierra sino que también perdieron el acceso al bosque. Para instrumentar el proyecto, guardias forestales armados encargados de vigilar los “árboles de carbono” golpearon y corrieron a balazos a la gente que vivía en los límites del parque, los expulsaron de sus tierras, que se agregaron al parque nacional, y confiscaron su ganado. Las personas se quedaron sin tierra y sin trabajo (véanse el informe ‘A funny place to store carbon’ en http://www.wrm.org.uy/countries/Uganda/book.html y el boletín Nº 115 del WRM ).
En el correr del año pasado los agricultores expulsados volvieron a ocupar sus antiguas tierras, cortaron los árboles y los hicieron carbón, convirtiendo así 1.300 hectáreas en tierras agrícolas. Jeroen Trommelen, del periódico neerlandés De Volkskrant, informa que FACE decidió interrumpir la venta de créditos de carbono de las plantaciones forestales ugandesas hasta que se resuelvan estos conflictos de derechos territoriales.
El año pasado los créditos se vendieron a una empresa energética holandesa para compensar los efectos climáticos del uso de combustibles fósiles. FACE no quiere decir el nombre de esta empresa. Hasta el año pasado los créditos de CO2 de la plantación forestal ugandesa se vendían también a través de la compañía holandesa Greenseat, de compensación de emisiones por vuelos aéreos, entre cuyos clientes se cuentan Amnistía Internacional, el British Council y The Body Shop.
En la actualidad, de los 3,4 millones de árboles plantados ya se liberó a la atmósfera el carbono almacenado en cerca de medio millón (según los cálculos, unas 182.000 toneladas de CO2) gracias a su conversión en carbón. Como dijo Trommelen, “por lo tanto, una parte del dióxido de carbono que se almacenaba allí para compensar las emisiones de CO2 se hizo humo”.
Frente a la catástrofe mundial del aumento acelerado de los niveles de CO2 en la atmósfera (de unas 280 partes por millón en épocas preindustriales a alrededor de 380 en la actualidad) con el potencial de provocar futuros aumentos de la temperatura, las soluciones de mercado han demostrado que no solamente no resuelven el problema sino que además lo empeoran.
Artículo basado en información de: “Swaziland: fires in certified plantations spark national emergency”, FSC-Watch, http://www.fsc-watch.org/archives/2007/08/28/Swaziland__fires_in_certified_plantations
_spark_national_emergency_; “South Africa Fires”, IOL (Independent Online), http://www.fire.uni-freiburg.de/GFMCnew/2007/07/0730/20070730_sa.htm; “Farmers in Uganda cut down considerable part of Dutch CO-2 forests”, Jeroen Trommelen, De Volkskrant, difundido por Simone Lovera, Coalición Mundial por los Bosques, correo-e: simonelovera@yahoo.com, http://www.globalforestcoalition.org