Los actuales modelos de desarrollo y las desigualdades en el país plantean una serie de inconvenientes para el manejo de los bosques.
Hoy en día, la industrialización es sinónimo de tala de bosques, como sucedió con el bosque Namanve donde se construyó una planta de Coca-Cola, o con la isla Kalangala en el lago Victoria, que fue deforestada para establecer plantaciones de palma aceitera, y con los planes de talar la selva tropical de Mabira para cultivar caña de azúcar. Los bosques enfrentan también el problema de la contaminación, sobre todo debida a industrias como las cervecerías Nile y el grupo industrial Mukwano, a los vertederos de basura y a los incineradores que no cumplen las normas establecidas.
De esos bosques dependen muchas comunidades, incluida gran parte de las que viven en torno a los principales bosques del país, como el de Mabira, el bosque impenetrable de Bwindi y la reserva forestal de Kibale, entre otros. Hay otros bosques más pequeños en el país que también son importantes para las comunidades desde el punto de vista cultural, espiritual y ecológico.
A medida que el “desarrollo” se arraiga, muchas de estas comunidades dependientes del bosque se enfrentan a una cantidad de problemas, como el desplazamiento permanente que las obliga cada vez más a migrar a zonas de baja productividad y gran fragilidad ecológica, donde los bosques y los árboles cumplen una función clave. Los ambientes físicos degradados, que producen recursos cada vez más limitados para una población en aumento, provocan el deterioro de la capacidad productiva de los ecosistemas, que son la base misma de la producción de recursos naturales renovables. Las comunidades que habitan en los alrededores de estos bosques y que dependen de ellos son, en muchos casos, expulsadas para beneficio de unos pocos inversionistas individuales. Las comunidades dependientes de los bosques son vulnerables a estas inversiones que amenazan su identidad y sus intereses.
La inestabilidad política también es una causa importante del desplazamiento de las poblaciones. Cuando la gente es desplazada, ya sea a causa de la guerra o de otras calamidades naturales, el único lugar hacia donde puede huir es el bosque, por ser el único que se considera libre. Los campos de refugiados tienen un enorme impacto sobre los bosques y su utilización. Por ejemplo, el campo de refugiados de Kyangwali en el distrito de Hoima, antes estaba cubierto de vegetación boscosa que luego fue eliminada, como sucedió en el caso de los campos para desplazados internos del distrito de Gulu, en el Norte de Uganda.
Otro problema para las comunidades de los bosques tiene que ver con las áreas protegidas. Tradicionalmente, las comunidades han sido excluidas de toda participación en la toma de decisiones respecto al manejo de zonas boscosas protegidas. Se les ha negado el derecho de recolectar y hacer uso de los recursos forestales. Incluso el fondo cooperativo no es percibido por las comunidades de la periferia del bosque, a las cuales se les niega o cercena el derecho de uso de ese recurso.
Aparte de perder sus derechos de uso, a menudo las comunidades dependientes del bosque tampoco pueden hacer valer su derecho a aplicar sus propios conocimientos al manejo de los bosques. Esto ha tenido como consecuencia la degradación de dicho recurso, ya que las comunidades van perdiendo el sentido de propiedad y así pierden también la voluntad de participar en su manejo.
La posición de las mujeres, definida por las relaciones de género de las sociedades patriarcales en todas las regiones del mundo, y en Uganda en particular, es igualmente desventajosa. Por ejemplo, como las mujeres de Uganda no son propietarias de los árboles ni de la tierra donde crecen, no son consideradas como parte interesada importante en la mayoría de las comunidades y, por lo tanto, no determinan la forma en que debe utilizarse un bosque. Son las excluidas dentro de los excluidos.
Los valores culturales y las normas varían de una comunidad a otra, pero las estructuras institucionales que perpetúan la subordinación de las mujeres y su exclusión de la propiedad y el control de los recursos están vigentes en casi todas las comunidades de Uganda. Si bien las mujeres son quienes más dependen de estos recursos, siguen siendo marginadas.
Por Frank Muramuzi,
NAPE, correo electrónico: nape@nape.or.ug, www.nape.or.ug