Los exuberantes arrozales verdes, los cultivos de vegetales, las montañas boscosas y las tranquilas aldeas del distrito de Wangsaphung de la provincia de Loei, al nordeste de Tailandia, podrían ser un oasis de tranquilidad rural, con aire puro para respirar, frutas y vegetales frescos para comer y agua potable para beber. Desde las tierras altas de la montaña hasta las zonas bajas a lo largo del río Mekong y sus afluentes, las tierras fértiles proveen cosechas zafrales de nueces de macadamia, bananas, frutos de lichi y de longan, mangos, maracuyás, tamarindos, granos de café, soja, maíz, arroz, sésamo y caucho. En el pasado se desarrollaba alguna actividad de búsqueda de oro en pequeña escala a lo largo del lecho de los ríos, ya que el área es rica en minerales, en especial oro, cobre y hierro. Sin embargo, hoy en día, la tierra y el agua de las que dependió el pueblo Isaan por generaciones se ha contaminado con cianuro, arsénico y otros metales pesados. El origen de la contaminación es una mina de oro abierta recientemente, operada por una empresa tailandesa de origen australiano, Tongah Harbour S.A.
En 1996, el Departamento de Recursos Minerales de Tailandia comenzó un proceso para aprobar el otorgamiento de permisos para la búsqueda de oro en Wangsaphung, solicitados por Tungkam Ltd. (TKL), una subsidiaria de Tongah Harbour que cuenta con apoyo financiero australiano y alemán. El Ministerio de Industria tailandés otorgó en 2003 la autorización final para el arrendamiento de un área de aproximadamente dos kilómetros cuadrados, por un período de veinticinco años. En setiembre de 2006, TKL comenzó sus operaciones en la primera mina de oro a cielo abierto, en la cima de una montaña que había sido designada como zona de conservación por el gobierno tailandés. Hasta la fecha se han abierto sólo dos sitios, que cubren un total de dos kilómetros cuadrados, así como una planta in situ para la cianuración y el tratamiento del oro con carbono. Desde principios de 2009 TKL ha presentado más de cien solicitudes de permisos de minería y espera la aprobación del gobierno tailandés.
Los residentes de la zona no estaban al tanto de los permisos de minería, hasta que llegó la maquinaria de TKL. Si bien la empresa afirmó que había dado los pasos necesarios para consultar a la comunidad, no hay documentación disponible que aclare dónde se realizaron las consultas, quién participó o qué se discutió. Los lugareños afirman que estas reuniones no fueron anunciadas públicamente y que la compañía eligió ella misma a las pocas personas que participaron.
Según activistas locales, el público no tiene acceso a los acuerdos realizados entre la empresa y el gobierno ni al certificado de concesión minera que indicaría el tipo de actividad minera y el período de duración de dicha actividad en las tierras que rodean sus campos. Además, no fue sino en 2008 que se divulgó alguna información acerca de las evaluaciones de impacto ambiental (EIA) obligatorias por ley. Estos estudios fueron realizados discretamente por dos firmas australianas, junto con una empresa tailandesa y la facultad tailandesa de la Universidad de Khon Kaen, sin aporte ni participación alguna de los aldeanos.
Si bien Tungkam afirma estar comprometida con la “buena gestión ambiental”, los residentes locales informan que algunos de los efectos más devastadores de la mina se relacionan con la pérdida de fuentes de agua potable. El sitio de la mina ha interferido con la ruta de un manantial natural que originalmente traía agua dulce y prístina desde la montaña, a través de Wangsaphung. Como medida de mitigación, la compañía desvió el curso del agua para que corriera rodeando la periferia de la mina. Los residentes alegan que el agua del manantial se contaminó no sólo por los relaves sino también por la eliminación inadecuada de desperdicios sólidos en el lugar. Desde 2006, en numerosas ocasiones se han observado enormes cantidades de peces envenenados flotando en los arroyos de la zona. Con altos niveles de cianuro y metales pesados, este arroyo desemboca directamente en el río Loei, un afluente del transfronterizo río Mekong. Además, los residentes señalan que el agua contaminada de la mina baja desde la montaña durante los monzones, y les preocupa que los metales pesados se filtren hasta las aguas subterráneas. Mientras tanto, en la estación seca, el polvo de la mina vuela a través de zonas habitadas, aumentando las enfermedades respiratorias entre la población local.
Por primera vez en la historia, los agricultores están informando sobre una grave escasez de agua que deja los arrozales en seco y parches de suelo agrietado. Con el tanque de relaves adyacente a sus campos, la mayoría de los residentes están preocupados al no saber qué grado de contaminación tienen las frutas, los vegetales y el arroz que aún intentan cultivar. Dado el nivel de contaminación y acidificación del agua de lluvia, los lugareños ya no pueden contar con recolectar agua potable naturalmente. Por el contrario, han tenido que comenzar a comprar agua, agregando una carga más a los ya ajustados presupuestos familiares.
Reconociendo la necesidad de aumentar sus ingresos para poder solventar la compra de agua y comida, algunas mujeres están viajando con más frecuencia a la capital provincial para conseguir trabajos temporales durante el día. Los residentes han terminado por perder la capacidad de conservar sus métodos de soberanía alimentaria y sus medios de vida autosuficientes, mientras que les han usurpado sus derechos al alimento, al agua y a la salud. Como responsables de la cocina, la limpieza y la provisión de agua para beber, así como de otras necesidades diarias, las mujeres declaran que, a raíz de este problema, se ven sometidas a mayor presión para la realización de sus tareas domésticas.
Durante los últimos dos años, los lugareños comenzaron a informar sobre sarpullidos, problemas respiratorios, severas irritaciones oculares, dolores de cabeza crónicos, mareos y sensación de debilidad en las piernas. Además, las explosiones regulares y frecuentes en la mina no sólo agrietan las estructuras de las casas y rompen los vidrios de las ventanas, sino que también provocan palpitaciones en los ancianos y casos de angustia crónica en los niños.
Luego de trabajar en sus campos y arrozales, mujeres y hombres sufren irritaciones de la piel que, luego de pelarse, terminan transformándose en lesiones ulcerosas. Los hombres que trabajan en la mina han sufrido problemas de salud preocupantes, como enfermedades de la piel, graves problemas oculares y pulmonares, insomnio y trastornos neurológicos. Mientras tanto, las mujeres informan que luego de lavar la ropa utilizada en la mina y los campos sufren de irritaciones en sus brazos y manos, dificultades respiratorias y dolor en los ojos. Los análisis de sangre realizados a los niños dan evidencia sólida de altos niveles de cianuro y contaminantes metálicos pesados. Un informe realizado por funcionarios del gobierno tailandés y publicado en febrero de 2009 advirtió a los residentes que eviten tomar el agua del lugar o utilizarla para cocinar, debido a los altos niveles de cianuro, arsénico, cadmio y manganeso detectados en ella.
La policía y los guardias de seguridad armados han trabajado con Tungkam para vigilar el sitio de la mina y la comunidad, informando sobre todos quienes acceden a la mina y a sus alrededores. En general, los lugareños están demasiado intimidados para hablar públicamente sobre los impactos de la mina y, como resultado de ello, las voces de los defensores de la justicia social y ambiental permanecen calladas. La falta de oportunidades para participar en la toma de decisiones que afectan el futuro de su tierra y sus medios de supervivencia, así como el hecho de acallar el desacuerdo, sólo puede entenderse como una grave violación de los derechos políticos y sociales garantizados por la legislación nacional e internacional.
Inicialmente, los residentes locales estaban contrariados por la falta de comunicación, consulta y apertura de Tungkam respecto a sus planes para las tierras ancestrales de los Isaan. En 2006, cuando los documentos relativos a los permisos de la mina llegaron a manos de un biólogo local, la información fue divulgada entre la comunidad. Desde entonces, un pequeño equipo de residentes preocupados – en su mayoría mujeres – formó una comisión especial que ha organizado reuniones comunitarias para discutir los impactos de la mina de oro sobre el agua, el suelo, los vegetales, la calidad del aire y la salud de las personas. Organizaron foros públicos y discusiones abiertas, exposiciones de fotografías y talleres. Según los miembros de la comisión, son en general las mujeres – y en particular las de las nuevas generaciones – quienes participan en las discusiones sobre los impactos de las minas y las estrategias para cambiar su situación. En noviembre de 2006, se realizó en Wangsaphung un intercambio de activistas de Birmania, Camboya, Indonesia y Filipinas, como parte de una movilización internacional contra la minería de oro comercial a gran escala. Según las lugareñas, luego de esta primera exposición internacional se reforzaron las medidas de seguridad en el sitio de la mina. Desde entonces, quienes intentan investigar las operaciones de Tungkam están siendo sometidos a severas tácticas intimidatorias.
A lo largo de 2008, los residentes locales ayudaron a documentar los impactos del envenenamiento con cianuro sobre la salud. Luego procedieron a presentar demandas ante las comisiones nacionales de derechos humanos y salud. Un informe publicado por la Comisión de Derechos Humanos exhortó a Tungkam a limpiar las áreas contaminadas. Sin embargo, a pesar de que la comisión validó las preocupaciones de la comunidad y condenó las operaciones de la empresa, no se tomó ninguna medida de reparación. Por el contrario, Tungkam comenzó a publicitar su compromiso con la “ética corporativa positiva”, y patrocina fiestas escolares, torneos deportivos y becas de estudio para los jóvenes. Para los aldeanos de Wangsaphung, estas iniciativas son poco honestas, y tienden a restar importancia a sus graves preocupaciones sobre la herencia duradera del envenenamiento con cianuro y arsénico.
A fines de 2009, la comisión comunitaria de Wangsaphung intentaba detener los planes de expansión de la planta de procesamiento y cianuración del oro. Se organizaron protestas frente a la oficina del gobierno distrital para reclamar que se hicieran públicos los documentos sobre los planes de expansión. Otras redes sociales planean realizar nuevas manifestaciones. Simultáneamente, las mujeres están organizando cooperativas de tejedoras y de producción de alimentos que les permita mantener el sentido de identidad, seguir principios ecológicos y practicar el autoabastecimiento. Este trabajo preliminar pretende formar una base de solidaridad colectiva desde donde lanzar una campaña para exigir la prohibición de toda nueva mina y el cierre de ésta en tierras de los Isaan.
Por Tanya Roberts-Davis junto con la Red Tailandesa de Comunidades Afectadas por la Minería/Grupo de Estudio sobre EcoCultura, correo electrónico: troberts@alumni.upeace.org