A solo metros del muro exterior de la fábrica de papel Tan Mai existe una industria floreciente a la sombra de los cocoteros. En los estanques donde solían haber arrozales, los aldeanos locales se encuentran sumergidos hasta el pecho en aguas residuales de la fábrica. Los hombres jóvenes tiran para levantar las redes fuera del estanque, llenas hasta el borde de la pesca del día: fibra de papel expulsada con el agua residual de la fábrica.
Mientras que una parte de la comunidad literalmente vive de las aguas residuales, vendiendo la fibra recobrada a los fabricantes de papel de baja calidad de la cercana ciudad de Ho Chi Minh, otros pagan el precio en cosechas dañadas, agua para beber contaminada y peces muertos. Tan Mai es un ejemplo de una comunidad dividida que tanto depende de la contaminación de la fábrica para sus ingresos, como sufre las consecuencias de su actividad. Algunos miembros de la comunidad trabajan en la fábrica. Otros se quejan de perder años enteros de cosechas sin compensación alguna.
Aunque Tan Mai había estado causando contaminación desde los años sesenta, no fue sino hasta que la fábrica aumentó su producción en 1992 que los miembros de la comunidad se organizaron como grupo para recurrir ante la justicia exigiendo una compensación por los peces muertos y las cosechas dañadas. Entre 1992 y 1996, miembros de la comunidad escribieron cartas al Departamento de Ciencia, Tecnología y Ambiente (DOSTE), a los medios de prensa y a la gerencia de la fábrica. El DOSTE investigó los reclamos de la comunidad, pero nunca mostró los resultados, y nunca otorgó compensación por las cosechas y los peces perdidos. Son pocos los que sostienen que Tan Mai no ha generado graves impactos ambientales. Los gerentes de la fábrica reconocen que necesitan un nuevo sistema de tratamiento de desechos. Incluso las personas que se ganan la vida recuperando la fibra expresan su preocupación por los impactos de la contaminación de la fábrica. Los campesinos locales no pueden comer el arroz que producen, que usan en su lugar para alimentar a sus cerdos. Los miembros de la comunidad se quejan de náuseas debido a la contaminación del aire, del agua no apta para beber, de problemas nasales, oculares y de piel, y de una reducción en la producción de sus árboles frutales.
Sin embargo, la comunidad alrededor de Tan Mai está a la vez física y emocionalmente dividida. Un grupo de familias vive junto al muro trasero de la fábrica, recolectando las fibras de papel, otro grupo cultiva arroz en los campos cercanos, un tercer grupo vive en apartamentos construidos por la compañía en el lado urbano de la fábrica; y un cuarto grupo vive en casas-bote dedicadas a la cría de peces en el río en el cual Tan Mai descarga sus aguas residuales. El distrito tiene un presidente joven y dinámico que es bastante abierto en cuanto a los impactos ambientales de la fábrica sobre la comunidad, e igualmente abierto en cuanto a su frustración por no poder cambiar la situación. A través de este funcionario local, la comunidad ha enviado quejas formales a la fábrica y a las autoridades provinciales. Pero como él lo explica, “la población en esta área tiene hijos que trabajan en la fábrica. Pueden usar electricidad y agua de la fábrica. Así que, por supuesto, la fábrica trae pérdidas y beneficios, y entonces no quieren quejarse demasiado” (entrevista personal, 6 de junio de 1997).
Tan Mai es propiedad del estado central que a su vez es quien gestiona la fábrica, y al mismo tiempo está bajo la regulación de la Agencia Nacional del Ambiente. Bien a través de la corrupción o de una política concertada, el estado ha trabajado para bloquear las críticas y las demandas de mejoras ambientales en fábricas como Tan Mai. Por ejemplo, después de las quejas de la comunidad, el DOSTE hizo mediciones de la contaminación del agua en Tan Mai. No obstante, estas mediciones fueron tomadas de tal forma que permitiera encubrir los verdaderos niveles de contaminación (por ejemplo, algunas muestras fueron tomadas en realidad río arriba de la fábrica, donde le agua está relativamente limpia). El DOSTE emitió entonces un memorándum formal declarando que la fábrica cumplía con las normas ambientales. Todos los involucrados en este caso reconocen que Tan Mai no está siquiera cerca de cumplir con las normas ambientales. Sin embargo, este documento se acepta actualmente como prueba del desempeño de Tan Mai. Una vez que Tan Mai recibió el memorándum del DOSTE, ni la comunidad ni las autoridades de gobierno locales pudieron multar o recurrir a una compensación de la compañía.
Los miembros de la comunidad por tanto se han resignado a la continua contaminación de la fábrica, aparentemente renunciando a realizar nuevos reclamos. Esgrimieron diferentes razones para no escribir más cartas de queja, entre las que se incluyen que: “no tienen efecto”, “el único resultado es la aparición del DOSTE, haciendo mediciones y luego desapareciendo” y “nos ponen en evidencia ante las autoridades". Este desaliento es bastante común. Otras comunidades que he estudiado también temían que las quejas fueran ignoradas o causaran mayores problemas de los que valían. No obstante, otras comunidades perseveraron y algunas veces tuvieron éxito.
La comunidad alrededor de Tan Mai, sin embargo, no ha podido superar las divisiones y resistencias internas. En realidad, la comunidad cuenta con un nivel de capacidades razonable, que incluye una mezcla de miembros jóvenes educados y trabajadores industriales. A pesar de esto, no han sido capaces de forjar vínculos más amplios con el estado o los medios, y sus divisiones internas han debilitado su capacidad de presión sobre las agencias ambientales para que actúen contra una fábrica gestionada centralmente por el Ministerio de Industria.
Tan Mai es, por múltiples razones, una compañía extremadamente bien aislada. El gobierno apunta al objetivo de expandir la industria papelera, y está promoviendo agresivamente a las tres fábricas de celulosa y papel más grandes del país (incluida Tan Mai). La promoción y la protección de Tan Mai se imponen así a otros intereses (incluso la recaudación de impuestos), y bloquean la regulación local de la contaminación. La firma tiene, en este caso, vínculos tan fuertes con el estado que virtualmente ninguna cantidad de presión puede motivar una regulación más estricta. Reconociendo esto, los miembros de la comunidad han renunciado incluso al recurso de enviar cartas formales de queja.
Por: Dara O'Rourke, Watershed 9 (3) Marzo-Junio 2004. Extractado de "Community-Driven Regulation: Balancing Development and the Environment in Vietnam", The MIT Press, 2004.