En los países del Sur Global, muchas comunidades luchan contra la invasión de sus territorios por grandes monocultivos de árboles. El WRM aprendió muchas cosas con ellas. Una de esas cosas es que ninguna plantación de ese tipo se concreta sin que haya importantes subsidios y/o incentivos por parte de instituciones públicas o privadas. En nuestro escenario de crisis estructurales en la economía y en el clima, las empresas de plantaciones identifican un nuevo estímulo: concretar una de las principales acciones sugeridas en el Acuerdo Climático de París de 2016: retirar de la atmósfera el carbono “excesivo” que causa el calentamiento global para, si dependiera de estas empresas, almacenarlo en árboles, en una escala territorial nunca antes vista.
A groso modo, en las últimas dos décadas, el área de plantaciones de monocultivos de árboles en gran escala en los países del Sur Global se expandió nada menos que cuatro veces, llegando a 60 millones de hectáreas en 2012 (1). Son plantaciones de eucaliptus, pinos, acacias; palmas aceiteras y árboles de caucho, la mayoría para respectivamente, celulosa de explotación, productos a base de aceite de palma y neumáticos de autos. Lo que más aportó para esa expansión significativa, si fuera comparada con la del Norte, son tierras y mano de obra más baratas, un clima más favorable, resultando en un rápido crecimiento y mayor productividad de madera, fuerte apoyo mediático, y el apoyo político de los gobiernos de los países del Sur, incluyendo el aparato represivo del Estado que, en vez de apoyar, ha criminalizado las luchas de las comunidades locales en defensa de sus territorios.
Pero la crisis económica prolongada ha reducido el ritmo de esa expansión y, en consecuencia, los lucros de las empresas. En la búsqueda de alternativas, desde hace años, la crisis del clima es vista por estas empresas como una nueva ventana de oportunidades. Por ejemplo, la oportunidad de poder cobrar incentivos por el “servicio” prestado por los árboles al retirar CO2 de la atmósfera. De hecho, al crecer, los árboles absorben CO2 de la atmósfera en el proceso de fotosíntesis, y parte de ese carbono se “almacena” en la madera. Las empresas argumentan que sus árboles prestan ese “servicio” cada vez mejor porque crecen cada vez más rápido, y la introducción de la plantación comercial de árboles transgénicos promete más productividad aún. Las empresas también consideran que podrían recibir incentivos para plantar árboles para biomasa (transformando la madera en “pellets”). La quema de esos “pellets” en vez de petróleo o carbón mineral sería una energía “renovable” y “verde”. Además, las grandes empresas de plantaciones de palma aceitera, sobre todo en Indonesia y en Malasia, ofrecen el aceite de palma como opción de “biocombustible”.
Cada vez más, las empresas apuestan a un uso “flexible” de sus plantaciones, viendo oportunidades de hacer usos múltiples y hasta simultáneos de plantaciones como, por un lado, “sumideros” de carbono y, por otro, materia-prima para celulosa (eucaliptus, pinos, acacias), para neumáticos (caucho), o para aceite vegetal (palma aceitera). Pero, con la necesidad obvia de, en algún momento, cortar el árbol para generar productos de vida útil corta, como papel, neumáticos o aceite, el carbono almacenado es rápidamente emitido, mucho antes que los nuevos árboles plantados puedan recapturarlo, en caso que la empresa resolviera hacer esa replantación. Por eso, para que una plantación sea más efectiva en términos de “retirar” carbono de la atmosfera, un primer paso sería hacer una replantación permanente. (2)
¿Qué dice el Acuerdo de París sobre plantaciones de monocultivos de árboles?
El Acuerdo de París no menciona las plantaciones de árboles de forma explícita en su texto, pero indirectamente, crea las condiciones para que el sector sea uno de los más beneficiados. ¿Cómo?
Primero, las empresas de plantaciones se aprovechan del hecho de que la definición de bosques de la FAO incluye a las plantaciones de monocultivos de árboles. Internacionalmente, se trata de la definición más aceptada, inclusive por el Acuerdo de París, y seguida por casi todos los gobiernos nacionales y las iniciativas de la ONU, como la Convención de Clima y la Convención de Biodiversidad. La FAO considera cualquier área simplemente ocupada con árboles como bosque, aunque los monocultivos, a diferencia de los bosques, suelan invadir territorios de comunidades, causar deforestación, contaminar y secar fuentes de agua en función de su rápido crecimiento, y consumir grandes cantidades de agrotóxicos, que son venenos. (3)
Otro elemento importante en el Acuerdo de París – a partir del momento en que el mismo acepta el monocultivo de árboles como “reforestación” – es su meta sumamente ambiciosa de “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC” , con la idea de alcanzar ”un equilibrio” entre las emisiones antropógenas y la absorción por los sumideros de gases de efecto invernadero en la segunda mitad del siglo.. La expectativa es que la dependencia en relación a esos sumideros sea enorme. Eso es porque los planes voluntarios de los gobiernos para reducir las emisiones llevarían a un aumento de, por lo menos, casi 3 grados en la temperatura porque no prevén una reducción drástica de la quema de combustibles fósiles. Sumado a esto está la visión simplista del problema del clima dentro del Acuerdo – hay demasiado carbono en la atmosfera y la solución es remover de esta ese carbono “en exceso” – que ha llevado a una especulación sobre las posibles tecnologías disponibles capaces de evitar que más CO2 sea emitido por la industria al momento de quemar combustibles fósiles y de remover el CO2 de la atmósfera. Son tecnologías que tendrían que tener la capacidad de filtrar, capturar, retirar, enterrar y/o inyectar el carbono emitido, para que este quedara “almacenado” en algún lugar en la tierra, en el mar o hasta en el espacio. Pero ninguna de las tecnologías en discusión fue testeada y aprobada. Por eso, ninguna de ellas es considerada segura por ahora.
En medio de esta confusión es que surgen con fuerza las plantaciones de árboles en gran escala como la opción supuestamente más confiable y más efectiva para “almacenar” carbono de la atmósfera. Defensores de ese mecanismo argumentan que “funciona” porque los árboles fijan el carbono naturalmente. Empresas de plantaciones de árboles argumentan que los árboles pueden compensar el CO2 emitido cuando queman, por ejemplo petróleo, además de retirar CO2 “en exceso” de la atmósfera. Se trata de un mecanismo defendido hace años por los que promueven REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques) para proyectos en áreas de bosques.
Pero otra vez insistimos: eso no funciona. A pesar de que el CO2 emitido al quemar árboles y al quemar petróleo tiene las mismas moléculas, para resolver la grave crisis del clima, sin duda hay diferencias. No se puede igualar el carbono que hace parte del ciclo natural del carbono emitido y absorbido por los vegetales, como los árboles, al que es liberado en grandes cantidades al extraer y quemar petróleo, gas o carbón mineral. Desde el inicio de la Revolución Industrial, la cantidad de este último viene aumentando enormemente el stock total de carbono en la atmósfera que entra en el ciclo natural, porque se trata de carbono que estuvo guardado en el subsuelo durante millones de años. Por más que consigan absorber parte de ese carbono adicional, los vegetales y el océano hacen esto temporariamente porque, cuando la planta muere, cuando hay deforestación o incendios, el CO2 se emite nuevamente, volviendo para la atmósfera.
Pero, los gobiernos que firmaron el Protocolo de Kioto años atrás, y ahora el Acuerdo de París, aceptaron la tesis de igualar los dos carbonos. Eso tal vez represente el mayor triunfo de las empresas de plantaciones, abriendo una oportunidad para obtener lucros inmensos. Porque de aquí en adelante, es válido resolver el grave problema del clima “plantando más bosques” – ¡léase monocultivos de árboles! -, sea para “compensar” el CO2 emitido por empresas que queman petróleo, gas o carbón mineral, para retirar el carbono “en exceso” de la atmósfera o para producir madera o aceite vegetal como “energía renovable” o “limpia”. Al mismo tiempo, se trata de una pésima noticia para comunidades campesinas, indígenas y tradicionales en territorios con tierras fértiles que están en la mira de esas empresas en América Latina, África y Asia, y otras que tendrán que lidiar con proyectos tipo REDD en áreas de bosques.
Consideraciones finales
Un sinnúmero de comunidades en el mundo han sido testigo de los graves impactos de las plantaciones de monocultivos de árboles en gran escala que se han registrado durante años informes, videos, cartillas y artículos publicados por WRM y por muchas otras organizaciones. Sin embargo, las plantaciones continúan expandiéndose y acaban de recibir un nuevo aval internacional bajo la justificación de la crisis climática. Eso ocurre por la perpetuación de un desequilibrio de poder injusto, por el cual las empresas de plantaciones, con el apoyo de los estados y su aparato represivo, buscan imponerse y continuar invadiendo los territorios de comunidades, que quieren controlar, para convertirlos en más plantaciones.
Las empresas cuentan con otros aliados fundamentales: grandes ONGs que, junto con ellas, crean iniciativas nefastas que conceden un sello de legitimación fundamental para contrarrestar las violaciones que provocan y que sirve como “carta blanca” para conseguir los incentivos y subsidios. Ejemplos de esto son: la iniciativa de WWF llamada “Plantaciones de Nueva Generación” y el sistema de certificación FSC (Consejo de Manejo Forestal) (4). Son iniciativas que pintan de “verde” los monocultivos de árboles, que tanto mal hacen, garantizándoles una buena reputación a los ojos no solo de los inversionistas, sino también de los consumidores de productos finales. Al mismo tiempo, representan una falta de respeto hacia las comunidades implicadas, que no son consideradas y tienen una inmensa dificultad en dialogar usando el “lenguaje” utilizado por esas iniciativas. (5)
Es necesario sumar esfuerzos para reforzar la resistencia de las comunidades en los países del Sur Global que todavía mantienen el control sobre sus tierras fértiles, porque son estas comunidades las que están en la mira de las empresas de plantaciones y de los gobiernos e instituciones que las apoyan, como el Banco Mundial. Son estas comunidades amenazadas por la expansión de las plantaciones y sobre todo por los nuevos planes contra la crisis del clima, elaborados en una escala cada vez mayor, con abordaje de “paisaje”. Eso no se resuelve con más salvaguardias o criterios. Es necesario romper radicalmente con el modelo de producción-consumo a gran escala y globalizado, que promueve el desperdicio y el lucro para algunas grandes empresas, pero que va a destruir las bases de vida de muchas comunidades.
Es en las comunidades y en el diálogo permanente con ellas que podemos encontrar algunas respuestas, iniciativas y alternativas que puedan fortalecer la lucha para enfrentar el modelo hegemónico. De hecho, esto también es fundamental para que comencemos a pensar salidas para combatir el problema de los cambios climáticos.
http://wrm.org.uy/es/files/2013/01/EJOLT3_ESPs.pdf
https://www.tni.org/en/collection/flex-crops
Tú puedes firmar una carta abierta a la FAO, lanzada por las organizaciones Timberwatch, Salva la Selva y WRM el 21 de setiembre de 2016, Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles. A través de esa Carta Abierta, afirmamos la relevancia que la definición de bosque de la FAO tiene y exigimos que este organismo asuma su responsabilidad y ponga en marcha de inmediato un proceso genuino de revisión de esa definición. (para firmar, acceder a http://wrm.org.uy/es/otra-informacion-relevante/de-que-manera-la-definicion-de-bosque-de-la-fao-lesiona-a-comunidades-y-bosques-carta-abierta-a-la-fao/ )
http://www.wri.org/blog/2016/03/can-plantations-help-restore-degraded-and-deforested-land
http://wrm.org.uy/es/libros-e-informes/procedimientos-de-consulta-y-reclamacion-del-fsc-el-caso-de-veracel-celulose-en-brasil/