Se acerca el Día Internacional de la Mujer y, como forma de rendir homenaje a las incontables mujeres que luchan por sus derechos, quisiéramos compartir partes de una investigación llevada recientemente a cabo por dos mujeres en Brasil, que por un lado aporta una visión de conjunto de la lucha de las mujeres contra las plantaciones en ese país y por el otro provee testimonios de mujeres locales sobre como esas plantaciones han impactado sobre sus vidas y medios de subsistencia.
En el primer párrafo de trabajo las autoras recuerdan que “El 8 de marzo de 2006, Día Internacional de la Mujer, dos mil mujeres de Via Campesina, antes de la salida del sol, ocuparon el vivero de plantines de la empresa Aracruz Celulose en el Estado de Rio Grande do Sul y en una acción relámpago, con vendas de color lila sobre sus rostros, destruyeron miles de plantines de eucalipto. El movimiento tuvo como objetivo llamar la atención de la opinión pública brasileña sobre los impactos producidos por los monocultivos de eucaliptos y pinos sobre las personas y los ecosistemas locales. ... Las mujeres campesinas igualaron, en su discurso, el desierto verde de los eucaliptos aaridez y muerte e hicieron notar la relación entre diversidad y fertilidad –factores que posibilitan la vida– y monocultivo y desertificación –que representan a la muerte.
La investigación incluye numerosos testimonios acerca de como las plantaciones de eucalipto y la fábrica de celulosa de Aracruz afectaron a las comunidades locales en general y a las mujeres en particular. Por ejemplo Maridéia, una mujer indígena Tupinikim recuerda como era la vida antes de la llegada de Aracruz: “Era tan maravilloso que se abriese el río para nosotras. Lavábamos ropa, juntábamos agua para beber, para hacer comida... Una pescaba peces, los agarraba con un tamiz. El mujererío... ¡se juntaba tanta gente! Era el lugar de lavar ropa. Terminaba de lavar ropa, uno se daba un baño y se iba, ¿verdad?”
Esos fueron los viejos y buenos tiempos. Luego llegó Aracruz y “acabó con todo, ¿verdad? Acabó con todo lo que teníamos, acabó con nuestro bosque, acabó con nuestro río, con los peces, la caza” (Rosa, aldea Tupiniquim Pau-Brasil).
En base a los testimonios de las mujeres, el informe concluye que “En ese nuevo contexto, hombres y mujeres experimentan impactos comunes y también diferenciados. Con la pérdida del territorio, las mujeres perdieron sus quintas, lugares para las huertas, para criar pequeños animales y para la producción de hierbas medicinales.
La sustitución del bosque por la plantación de eucalipto llevó a la pérdida del alimento otrora traído por los frutos, por la pesca y por la caza. El fin del bosque tropical produjo, asimismo, la extinción de ríos y arroyos, que eran los lugares de encuentro de las mujeres y un espacio privilegiado de intercambio de saberes femeninos. Indígenas y quilombolas tuvieron que convivir con la contaminación del ambiente por agroquímicos utilizados por la industria del monocultivo. La desaparición del bosque también provocó el fin de la materia prima usada para la fabricación de los utensilios y de la artesanía que, en el caso indígena constituye una actividad prioritariamente desarrollada por mujeres.
La pérdida de la biodiversidad significó la pérdida de gran cantidad de medicamentos oriundos de las plantas, raíces y animales del bosque; vetó a las mujeres indígenas guaraníes, que antes hacían el uso de hierbas para estimular y reducir la fertilidad, el derecho a su planificación familiar, dejándolas rehenes de anticonceptivos y ligaduras de trompas. Indígenas y quilombolas tampoco encuentran más a los cipós, a los árboles y a las grasas de animales usados para la práctica de su medicina.
Algunas mujeres indígenas, portadoras de un rico conocimiento sobre la fauna y la flora, fueron transformadas en empleadas domésticas, jornaleras, niñeras y cocineras de los funcionarios de Aracruz Celulose. La obligatoriedad de desempeñar esas nuevas tareas afectó el ejercicio de la maternidad, forzándolas a dejar de amamantar a sus hijos más tempranamente o dejarlos, todavía bebés, para cuidar a los hijos de mujeres urbanas.
Considerando las transformaciones vividas, esas poblaciones construyeron alianzas con movimientos y ONG solidarios a su lucha. Hoy se articulan en red, buscando, cada vez más, aumentar su capacidad de resistencia. Las mujeres, que también son protagonistas de esas luchas, inician un proceso de organización en espacios específicos, buscando discutir los impactos del monocultivo del eucalipto que inciden sobre ellas y las maneras de contribuir para recomponer el modo de vida de su pueblo”.
“Las mujeres indígenas y quilombolas, que compartieron durante tantas décadas los impactos del monocultivo del eucalipto, buscan ahora compartir su experiencia organizativa, descubriendo juntas los caminos de la libertad. Mujeres que están cada vez más cerca y que se fortalecen mutuamente, luchando contra la opresión del agronegocio y del patriarcado”.
Si bien lo que antecede ilustra una situación concreta en una región específica de Brasil, sabemos que un sinnúmero de mujeres que viven en áreas de plantaciones en distintos países de América Latina, África y Asia encontrarán sus problemas reflejados en esta investigación. En este Día Internacional de la Mujer esperamos que la evidencia presentada en este documento sirva a sus luchas para frenar este modelo de plantaciones a gran escala que simboliza “aridez y muerte”, hacia un tipo de desarrollo que represente “diversidad y fertilidad, factores que posibilitan la vida”.
(1) Barcellos, Gilsa Helena y Ferreira, Simone Batista (2008).- Mujeres y Eucalipto: Historias de Vida y Resistencia. Impactos del monocultivo de eucaliptos sobre mujeres indígenas y quilombolas en Espírito Santo, enero.