Gabón es uno de los pocos países del Africa Central donde la mayoría de los bosques todavía permanecen intocados. Pero a menos que se haga algo y pronto, seguirá los pasos de su vecino Camerún, donde dos tercios de la selva ya ha sido cortada por lo menos una vez durante los últimos diez años. A medida que el madereo va agotando las selvas africanas, su atención se va centrando en los escasos remanentes de bosques primarios y Gabón parece ser un candidato ideal para esas actividades. En dicho país la producción de madera ya ha aumentado de un millón de metros cúbicos en 1975 a tres millones de metros cúbicos hacia fines de la década de 1990.
La selva de Gabón alberga un elevado nivel de endemismo (especies que no se dan en otros lugares), por lo que la deforestación implica la pérdida definitiva de tales especies. La corta selectiva de algunas pocas especies de valor comercial (50% de las exportaciones madereras de Gabón se concentran en el okumé), provoca un impacto enorme sobre la selva, puesto que requiere la apertura de extensas áreas mediante una red de caminos y sendas con el fin de llegar a los ejemplares de la especie deseada y extraerlos. Esta red de transporte es luego utilizada por los cazadores comerciales, dándose como consecuencia un incremento en el comercio de la fauna, incluidas especies legalmente protegidas y en peligro de extinción. A su vez, la apertura de la selva por medio de caminos y de tala selectiva es generalmente seguida de la conversión de la misma en plantaciones de cultivos comerciales.
En Gabón el madereo comercial es una típica actividad minera, que genera escasos ingresos al país y enormes ganancias a compañías extranjeras que allí operan. Prácticamente toda la exportación de madera consiste en rollizos. Vale decir, que los puestos de trabajo resultantes de las actividades de corta son limitados y mal pagos, a la vez que no se genera empleo en el sector de industria de la madera. Las divisas que ingresan al país por concepto de exportación de los rollizos son también escasas, ya que el producto no tiene valor agregado. Por otro lado, tan sólo siete empresas tienen acceso a más de la tercera parte de los bosques primarios que quedan en el país. La compañía francesa Thanry tiene una concesión por 600.000 hectáreas; la malaya Rimbunan Hijau unas 530.000 hectáreas; la alemana Glunz 500.000 hectáreas; otras tres compañías malayas usufructúan de 650.000 hectáreas, mientras que una compañía de nacionalidad desconocida (Bois et Scierie dy Gabon/FOBO) es beneficiaria de una concesión de 430.000 hectáreas.
Fuente: "Buying Destruction. A Greenpeace report for corporate consumers of forest products", 1999.