Desde que llegaron a la Amazonia, los hombres "blancos" han tenido un creciente impacto sobre esta región. Sin embargo, fue recién a partir de la II Guerra Mundial que se tornó más intensa la deforestación a gran escala. Hoy, alrededor del 80 % de la selva amazónica aún está en pie, pero se estima que su destrucción se completará en las próximas décadas, si no se hace algo al respecto. La esperanza de ese "algo" que pueda ser hecho estaba mas cerca que nunca en 1989, en el primer encuentro de pueblos indígenas de Altamira.
La imagen de la india Kayapó amenazando al actual presidente de Eletronorte con la hoja de su cuchillo recorrió el mundo. El líder indígena Paulo Payakan fue a la sede del Banco Mundial en Washington, para hablar contra el financiamiento de la hidroeléctrica de Karara, porque ésta destruiría la naturaleza y violaría los derechos de los habitantes nativos de la región. El resultado fue que Eletronorte tuvo que archivar los planes de la construcción de represas sobre el río Xingú. Esta victoria solo fue posible porque los indígenas contaban con el amplio apoyo de políticos, científicos, artistas, ONGs y empresarios de las llamadas "industrias verdes".
Trece años más tarde, favorecida por la crisis energética, la empresa Eletronorte volvió con el plan de construir la represa hidroeléctrica en Karara, que ahora es llamada "Belo Monte", en un intento de borrar las históricas luchas contra la misma. Paulo Payacan, condenado en primer lugar por la revista "Veja" (publicación de amplia difusión en la región), y recién en segundo lugar por la justicia, en un caso lleno de contradicciones, hoy tiene prohibido circular fuera de los territorios indígenas. A diferencia de lo que aconteció en 1989, el cantante Sting no apareció en el nuevo encuentro de Altamira. El encuentro también fue ignorado por la gran prensa, por las multinacionales de cosméticos y por las ONGs que crecieron durante los últimos años, en gran parte, basadas en su relación con los indígenas.
La lucha contra las hidroeléctricas del Xingú no está perdida. Ya asesinaron a dirigentes del movimiento, corrompieron a la prensa escrita de gran circulación y privatizaron las hidroeléctricas antes mismo de su construcción. Pero si en 1989 eran 600 indígenas los que protestaban por el río Xingú, esta vez había más de 5000 personas reunidas en Altamira, entre indígenas y trabajadores rurales. El movimiento debe crecer mucho mas en los próximos meses. La humanidad, impactada con la imagen del planeta recalentándose, viendo como se desprende un bloque de 50 billones de toneladas de hielo de la Antártida, puede finalmente despertar frente al desastre de que la selva amazónica se convierta en humo. Aún hay esperanza de que no seamos testigos y cúmplices de la muerte del río Xingú.
Por: Rodolfo Salm.