En febrero de 2012, la Rainforest Foundation UK publicó un nuevo informe sobre los impactos existentes pero, principalmente, sobre los efectos que tendrán sobre los bosques y la población local las grandes plantaciones de palma aceitera en la Cuenca del Congo. Ya están siendo ejecutados algunos megaproyectos de diversas compañías que ocupan medio millón de hectáreas de varios países y que van a quintuplicar el monocultivo industrial de palma aceitera en la región.
El informe “Seeds of destruction” (Semillas de destrucción) muestra los planes de expansión de la palma aceitera para la Cuenca del Congo y presenta en particular los casos de las compañías Herakles Farms, Olam y Atama Plantations.
Atama Plantations SARL, que pertenece mayoritariamente a la compañía malaya Wah Seong y centra sus negocios en el “recubrimiento especializado de tubos”, realizará plantaciones de palma aceitera en 180.000 ha, gracias a un contrato de concesión que cubre 470.000 hectáreas mayormente boscosas en el norte del Congo. Todo parece indicar que la zona prevista para el desmonte es un bosque tropical intacto. A pesar de que no hay rastros de ninguna evaluación ambiental ni social, ni del consentimiento libre, previo e informado de los habitantes, Atama ya inició el desmonte a gran escala del bosque.
Olam, la empresa líder de Singapur en comercio de materias primas agrícolas, ha llegado a un acuerdo con el gobierno de Gabón para desarrollar 130.000 hectáreas de palma aceitera en dicho país rico en bosques. Esto puede tener un impacto ambiental considerable y consecuencias sociales imprevisibles, especialmente para las comunidades tradicionales del bosque. La fase inicial del emprendimiento está en Kango, en la región del Estuario, a unos 60 km de Libreville, y en otra zona ubicada algo más al sur, Mouila, donde hay grandes superficies de bosques de gran valor para la conservación (ver tambiénhttp://www.wrm.org.uy/bulletin/187/viewpoint.html#10).
La compañía neoyorquina Herakles Farms, fundada por el grupo inversor Herakles Capital, está desarrollando en Camerún 60.000 hectáreas de plantaciones de palma aceitera, algunas de ellas en las cercanías de varias reservas de fauna y áreas protegidas. El emprendimiento, que ha recibido generosos beneficios fiscales del gobierno camerunés, ha generado controversias a nivel local, nacional e internacional. La fuerte oposición a la expansión, que incluyó la denuncia de negociaciones secretas entre la compañía y funcionarios cameruneses cuando se otorgó inicialmente el contrato en 2009, y la consulta directa tardía de las comunidades afectadas –que fuera criticada por implicar a menudo regalos y otros incentivos– llevaron a que Herakles detuviera sus planes de obtener la certificación por el sistema de la Mesa Redonda de Aceite de Palma Sostenible (RSPO). Según las últimas noticias recibidas por intermedio de Palm Watch Africa, el futuro del proyecto estaría en duda, puesto que el Ministerio de Bosques y Fauna (MINFOF) del gobierno de Camerún emitió la orden de que la compañía deje de preparar tierras cerca del vivero de Talangaye, dado que el reinicio de actividades “está sujeto a una declaración de utilidad pública para la zona en la que se ubica todo el proyecto”.
Los gobiernos que aplican políticas de fomento a las grandes plantaciones de palma aceitera esgrimen argumentos tales como la creación de empleos y el desarrollo del sector agrícola. Sin embargo, lo que suele suceder en realidad es que, luego de un incremento inicial del número de empleos durante la preparación del sitio, son más los ingresos que se pierden que los que se generan, debido a la destrucción y al desplazamiento de la agricultura de subsistencia y a pequeña escala. La aplicación de este modelo de desarrollo del sector agrícola también implica una deforestación a gran escala, con todas las consecuencias que acarrea para la biodiversidad del bosque, la diversidad cultural, la diversidad lingüística y el estilo de vida de los pueblos del bosque.
En este tipo de emprendimientos para el “desarrollo”, una característica común es la enorme asimetría en cuanto a poder político, entre las grandes empresas respaldadas por el gobierno por un lado, y las comunidades dependientes del bosque por el otro, ya que carecen en su mayoría de derechos formales sobre la tierra y tienen muy poca influencia política.
El informe de la Rainforest Foundation UK, “Seeds of destruction”, está disponible enhttp://www.rainforestfoundationuk.org/files/Seeds%20of%20Destruction,%20February%202013.pdf