EL AVANCE DE LOS MONOCULTIVOS EN EL SUDESTE ASIÁTICO

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Los monocultivos avanzan en el sudeste asiático

La característica principal de los monocultivos es que no solamente desplazan las alternativas sino que las destruyen. No toleran otros sistemas ni son capaces de reproducirse a sí mismos de manera sustentable, escribía Vandana Shiva en su clásico ensayo de 1993 “Monocultivos de la mente”.

Los monocultivos existen para aumentar la productividad de un producto, ya sea caucho, madera, aceite de palma, mandioca o azúcar. Pero mientras la productividad crece desde la perspectiva comercial, decrece desde la perspectiva de las comunidades locales.

Madera, celulosa y monocultivos

Shiva escribió acerca de la erosión del conocimiento local de los bosques provocada por la silvicultura “científica”, y acerca del reemplazo de la biodiversidad por los monocultivos. Los monocultivos de eucaliptos son la máxima expresión de la silvicultura científica. Filas uniformes de árboles casi idénticos, con tasas de crecimiento predecibles y para obtener un único producto: materia prima para la industria de la madera, la biomasa o la celulosa.

Sin embargo, como señala Shiva, en todas partes la gente ha resistido la expansión de los eucaliptos a causa de la destrucción que provocan en el agua, los suelos y los sistemas alimentarios. La autora plantea el ejemplo de un programa de silvicultura social financiado por el Banco Mundial en el estado de Karnataka, India. En agosto de 1983, el movimiento de agricultores Raitha Sangha marchó hacia el vivero forestal y arrancó millones de plántulas de eucalipto. En su lugar plantaron semillas de tamarindo y mango. Esta resistencia a la expansión de los monocultivos hizo lo contrario de la silvicultura científica que había reducido todas las especies a una sola (el eucalipto). Los aldeanos reafirmaron que sus necesidades eran más importantes que la necesidad de suministrar materia prima a la industria de la celulosa. También reafirmaron su conocimiento por encima del conocimiento de los expertos en silvicultura del Banco Mundial y el gobierno.

Similar protests against eucalyptus also started in the 1980s in Thailand. In a series of demonstrations, villagers have dug up eucalyptus saplings, burned down nurseries, marched, written letters, taken part in demonstrations, ordained forest trees to prevent them being cut down to make way for plantations, cut down eucalyptus trees and re-established community forests.

Protestas similares contra los eucaliptos comenzaron también en la década de 1980 en Tailandia. En una serie de manifestaciones, los aldeanos arrancaron eucaliptos jóvenes, incendiaron viveros, marcharon, escribieron cartas, participaron en diversas acciones, catalogaron los árboles del bosque como forma de evitar que fueran talados para abrir paso a las plantaciones, derribaron eucaliptos y restablecieron los bosques comunitarios.

A menudo la respuesta a esa resistencia ha sido la brutalidad. Los agricultores de Karnataka fueron arrestados. En Tailandia, más de una docena de activistas ambientales fueron asesinados en la última década. A veces la violencia comienza incluso antes de que los aldeanos protesten. A fines de los años 1980, una empresa llamada Arara Abadi, parte de Asia Pulp and Paper (APP), el gigante indonesio de la celulosa, comenzó a adquirir tierras cerca de la aldea de Mandiangin, en Sumatra. La empresa simplemente tomó tierras de los pueblos indígenas Sakai y Malay sin compensación alguna. La policía armada y los militares participaron en las reuniones de la empresa con los aldeanos. Un informe de 2003, realizado por Human Rights Watch, documenta la intimidación y la violencia contra los habitantes de las zonas aledañas a las plantaciones de APP. Un aldeano dijo a Human Rights Watch: “A menudo escuchábamos acerca de personas arrestadas o desaparecidas. Entonces cuando llegaron con sus armas, lo que hicimos fue mantener la boca cerrada.” La compañía impuso un monocultivo de opiniones, así como monocultivos de árboles de crecimiento rápido.

Ha habido varios informes acerca de que APP planea expandir sus operaciones a Camboya y Vietnam. En 2004, APP hizo sentir su poco atractiva presencia enCamboya a través de una empresa llamada Green Elite. La compañía planeaba establecer una plantación de 18.300 hectáreas de acacias dentro del Parque Nacional de Botum Sokor. Green Elite fue expulsada del país, pero no antes de haber talado varios miles de hectáreas de bosque de melaleuca y de haber comenzado a construir un aserradero.

En 2007, Green Elite obtuvo autorización para establecer 70.000 hectáreas de plantaciones de árboles de crecimiento rápido en la provincia de Nghe An, en Vietnam. Una subsidiaria de Green Elite, InnoveGreen Nghe, se encarga del negocio de la plantación. Las plantaciones están avanzando e InnoveGreen planea establecer un total de 349.000 hectáreas de plantaciones industriales de árboles en seis provincias de Vietnam.

Una empresa llamada Golden One Company que, según se ha informado, está vinculada a APP, pretende establecer plantaciones industriales de árboles en Laos. La compañía planea abarcar aproximadamente 12.000 hectáreas en el distrito de Samuoi, provincia de Salavan, aunque se desconoce la situación exacta de la concesión que le han otorgado para la plantación.

El mastodonte del caucho

En años recientes, enormes extensiones de tierra fueron convertidas en monocultivos de caucho en China, Laos, Tailandia, Vietnam, Camboya y Birmania. Según un artículo publicado en 2009 en la revista Science, gran parte de la expansión en China adujo ser promovida como una alternativa a los sistemas de tala y quema. Los gobiernos ven a menudo esta práctica agrícola como “un sistema destructivo que provoca la pérdida y la degradación de los bosques,” y han fomentado activamente su reemplazo por plantaciones. Irónicamente, esto se hace en nombre de la “reforestación” aunque, aparte de la presencia de árboles, los monocultivos resultantes poco tienen en común con los bosques.

Los autores del artículo publicado en la revista Science, Alan Ziegler de la Universidad Nacional de Singapur y sus colegas, calculan que 500.000 hectáreas de bosque montañoso en los cinco países han sido convertidas en plantaciones de caucho.

Los autores sostienen que los monocultivos de caucho resultantes podrían generar graves impactos ambientales, en especial la pérdida de biodiversidad, la reducción de reservas de carbono, la contaminación y la degradación de los recursos hídricos locales. Ziegler está realizando actualmente más investigaciones con los científicos locales de Tailandia y Camboya acerca del impacto de las plantaciones de caucho sobre los flujos de carbono y el agua. El gran aumento de la demanda de caucho y de los precios del mismo provocó la expansión de los monocultivos de caucho. En 2009, las exportaciones de caucho aumentaron en un 36 por ciento. Las empresas vietnamitas planean establecer 200.000 hectáreas de plantaciones de caucho en Birmania.

Plantando alimentos en monocultivos

Entre 2006 y 2008, los precios internacionales de los alimentos se dispararon. Hubo varias razones. El aumento del precio del petróleo fue una de ellas. Otra fue la demanda de cultivos alimenticios para biocombustible. Otra fue que los especuladores financieros de Goldman Sachs y otros bancos se retiraron de los derivados en hipotecas de alto riesgo y volcaron el dinero en derivados de alimentos, empujando con la especulación al alza del precio de los mismos.

Pero hay otra razón para el aumento de los precios de los alimentos, y ésta se encuentra en los arrozales de Vietnam. Dicho país es el tercer exportador de arroz del mundo. Una epidemia de enfermedades y plagas afectó los cultivos de arroz de Vietnam, cortando el suministro de arroz al mundo.

Una vez más, los monocultivos son el problema. Una agricultura menos intensiva es mucho menos vulnerable a las plagas y las enfermedades que la agricultura en régimen de monocultivo. En 1993, Vandana Shiva advirtió acerca de los problemas de las plagas en los monocultivos advirtiendo que al haber destruido la diversidad, el mecanismo de la naturaleza para controlar las plagas, las semillas “milagrosas” de la Revolución Verde se transformaron en mecanismos para alimentar nuevas plagas y crear nuevas enfermedades.

¿Monocultivos “sustentables”?

Gran parte de la respuesta del movimiento ambientalista respecto a los monocultivos ha consistido en exigir algo llamado “sustentabilidad”. Por ejemplo, a comienzos de este año, el WWF estableció un “Proyecto de plantaciones de nueva generación”, a través del cual trabajará con empresas productoras de papel y celulosa para promover monocultivos que estén “bien manejados y ubicados adecuadamente” y que “puedan contribuir positivamente al desarrollo sostenible.” El WWF ayudará a una de las compañías implicadas, Stora Enso, a expandir en 160.000 hectáreas sus controvertidas plantaciones en China. Las plantaciones ya existentes de Stora Enso en China generaron una serie de disputas territoriales y violencia contra un abogado representante de los agricultores locales.

Esta extraña palabra, “sustentabilidad”, ha devorado a gran parte del movimiento ambientalista, convirtiendo a los activistas en ejecutivos de cuello y corbata que se pasean de una fiesta de negocios a otra.

Tenemos el World Business Council for Sustainable Development (WBCSD), cuyo presidente trabaja para Shell y que cuenta entre sus 200 empresas afiliadas algunos dechados de virtudes ambientales como Sappi, Mondi, Stora Enso, Weyerhaeuser, MeadWestvaco, Veracel y Fibria (como actualmente se llama a Aracruz Celulose). El WBCSD tiene un proyecto de “Industria de productos forestales sustentables” cuya “fuerza conductora” es “encontrar caminos para manejar en forma sustentable los bosques a fin de cubrir las necesidades de seis mil millones de personas en este momento – nueve mil millones para 2050 – de productos de papel y madera, energía renovable y neutral en cuanto a la emisión de gases de efecto invernadero, servicios de los ecosistemas y medios de vida saludables.” Aquí vemos el significado de desarrollo sustentable: más producción a partir de (y por ende más destrucción de) los bosques del mundo. Y más plantaciones industriales de árboles.

El mito del aceite de palma “sustentable”

Luego tenemos la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sostenible (RSPO por su nombre en inglés), que fue establecida por el WWF y varias empresas productoras de aceite de palma. Un video promocional publicado en el sitio web de la RSPO pregunta: ¿Qué prácticas de sostenibilidad fomenta la RSPO?” Las respuestas son reveladoras. Plantación de variedades de cultivos de alto rendimiento. Utilización de búfalos para transportar los racimos de fruta cosechados, “reduciendo así el uso de energía obtenida de combustibles fósiles”. Manejo de los desechos en la planta procesadora. Control integrado de plagas. Cultivo de leguminosas para agregar nitrógeno al suelo. Cero replantación por quema. Procesos de extracción eficientes en consumo de energía, en especial la conversión de desechos en biocombustible y biogás. Defensa de la seguridad en el trabajo y suministro de servicios de salud adecuados. Promoción de la protección de la biodiversidad. Apoyo a las comunidades locales y a la educación de los niños.

Estas son cosas que la industria del aceite de palma debería hacer de todas formas. Pero la hipocresía de las dos últimas frases es sorprendente. La industria con mayor responsabilidad por la destrucción de los bosques de Malasia e Indonesia y de los medios de vida de miles de lugareños e indígenas ahora reclama estar promoviendo la protección de la biodiversidad y apoyando a las comunidades locales. Sería bueno si fuera cierto, pero no lo es.

Volvamos al video. Mientras la cámara recorre un monocultivo de palma aceitera, el presentador nos dice con toda calma:

“Mientras otras industrias agrícolas buscan soluciones ecológicas superficiales, resulta claro para muchos que el aceite de palma sostenible podría ser un esfuerzo histórico y revolucionario que serviría de faro para la esperanza y la inspiración.”

Varias ONG (no de la clase de cuello y corbata, me apresuro a agregar) han trabajado duro para asegurar que la RSPO fije estándares rigurosos. Hay un Protocolo de Certificación, un Código de Conducta, y Principios y Criterios que incluyen los derechos de los pueblos indígenas y el derecho al consentimiento libre, previo e informado.

Sin embargo, los abusos continúan. En junio de 2010, cientos de pequeños productores de palma aceitera protestaron en Riau, Sumatra, contra la forma en que PT Tri Bakti Sarimas, miembro de la RSPO, había faltado a sus promesas de devolver la tierra a los agricultores. Durante la protesta, un oficial de la Brigada Móvil de Policía mató de un tiro a una manifestante. Varios otros manifestantes resultaron heridos o fueron arrestados.

Tal vez la mayor falla de la RSPO es que no se ocupa de la constante expansión de la industria. La ONG SawitWatch calculó que la industria planea expandir sus plantaciones en Indonesia en un total de 26,7 millones de hectáreas.

Hay una contradicción inevitable en el hecho de describir como “sustentable” cualquier producto que se cultiva en vastos monocultivos. Pero con la palma aceitera en el sudeste asiático no hay otro camino, como lo explica Marcus Clochester del Forest Peoples Programme, en un informe reciente titulado “Palm oil and indigenous peoples in South East Asia”:

“La máxima producción con la menor cantidad de tierra requiere monocultivos de palmas plantadas a intervalos regulares. Como el aceite que se encuentra en los pesados racimos de frutos frescos y maduros pierde rápidamente su calidad, los productores deben poder llevar dichos frutos en un máximo de 48 horas a una planta donde se extraerá y estabilizará el aceite. Esto significa que los agricultores necesitan acceso rápido a los caminos, los cuales a su vez requieren mantenimiento.”

Ya sea que la plantación pertenezca a una empresa o que sea manejada en pequeñas propiedades, se necesitan grandes superficies de monocultivos para mantener en funcionamiento la fábrica de aceite de palma. Colchester calcula que serían entre cuatro y cinco mil hectáreas por fábrica.

Los vastos monocultivos han destruido el hábitat de los elefantes, tigres, orangutanes y muchas otras especies. También han provocado graves violaciones a los derechos humanos, que fueron documentadas en una serie de informes realizados por diversas ONG durante los últimos seis años. “La adquisición de tierras en pequeña o gran escala viola los derechos de los pueblos indígenas a su propiedad,” escribe Colchester. “Sus tierras están siendo expropiadas sin compensación y sin el debido pago.” La Administración nacional de tierras de Indonesia sostiene que hay alrededor de 3.500 disputas territoriales en el país.

Carbono: ¿un nuevo monocultivo?

En mayo de 2010, los gobiernos de Indonesia y Noruega firmaron una carta de intención sobre un acuerdo de deforestación evitada por mil millones de dólares. Como parte de ese arreglo, el gobierno indonesio anunció una moratoria de dos años de toda nueva concesión en los bosques o los pantanos de turba. Pero el gobierno no aclaró en qué consistía realmente esa moratoria. Algunos funcionarios dicen que se aplicará a unos 26,7 millones de hectáreas como mínimo, en las cuales la industria del aceite de palma planea extender sus plantaciones. Agus Purnomo, jefe del Consejo Nacional sobre el Cambio Climático de Indonesia, dijo a Reuteurs que al menos una parte del dinero de Noruega se destinaría a compensaciones para las empresas plantadoras cuyas concesiones serían canceladas. “Cuando se retira un permiso, cuando se anula algo, hay dinero de por medio”, dijo. Otros funcionarios declararon que la moratoria no se aplicaría a las concesiones existentes. Si es así, no tendrá impacto alguno sobre la deforestación en Indonesia, ni siquiera durante los dos míseros años que durará.

Las negociaciones internacionales sobre la Reducción de Emisiones por Deforestación y  Degradación de bosques (REDD) podrían incluso llevar a que se eliminen aún más bosques y se drenen más pantanos para dedicarlos a monocultivos en Indonesia. Según publicó Reuters en agosto de 2010, Wandojo Siswanto, consejero especial del ministro de silvicultura, habría dicho que “si hay acuerdo en torno a REDD, podríamos presentar nuestras plantaciones de palma aceitera para participar en eso”. Y agregó: “Creo que bastaría decir que las plantaciones de palma aceitera podrían mitigar el cambio climático secuestrando carbono, por la característica de los árboles”. También dijo que las plantaciones existentes o planeadas para tierras degradadas podrían ser candidatas para la obtención de créditos de carbono.

El problema, como el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales y otros lo han señalado hasta el cansancio, es que las Naciones Unidas no reconocen que las plantaciones no son bosques. En el extraño mundo de las negociaciones de la ONU sobre el cambio climático, la actual definición de bosques no distingue los bosques nativos de los monocultivos de árboles.

Incluso si el sistema REDD funciona como corresponde y logra evitar la deforestación en vez de estimular la expansión de las plantaciones, siguen existiendo riesgos. Está emergiendo una nueva forma de silvicultura “científica”, según la cual los expertos enseñan a las comunidades locales a manejar los bosques como depósitos de carbono. Los conocimientos sobre el bosque y su manejo que poseen dichas comunidades deben adaptarse a la nueva economía del carbono. Los bosques podrían convertirse en monocultivos de carbono y existir con el único fin de producir créditos de carbono para sacar del atolladero a los países del Norte que no reducen sus emisiones de gases de efecto invernadero. La productividad (en créditos) aumentaría quizás, como en todo monocultivo, pero podría disminuir lo que las comunidades locales consideran productividad.

Obviamente, los pueblos indígenas y las comunidades locales no están tomando esto pasivamente. Muchos de ellos están exigiendo que todo acuerdo internacional sobre REDD incluya plenamente sus derechos. Su mensaje es claro: “Sin derechos no hay REDD”.

En abril de 2009, más de 400 pueblos indígenas se reunieron en Anchorage, Alaska, en la Cumbre Mundial de Pueblos Indígenas sobre el Cambio Climático, y produjeron la Declaración de Anchorage, en la que rechazan específicamente el comercio del carbono y las compensaciones forestales como falsas soluciones del cambio climático. Sobre REDD, la declaración dice:

“Todas las iniciativas bajo el esquema de Reducción de Emisiones por la Deforestación y Degradación (REDD) deben reconocer e implementar los derechos humanos de los pueblos indígenas, y tomar en cuenta la seguridad de la tenencia de la tierra, su propiedad, el reconocimiento de la titularidad según usos, costumbres y leyes tradicionales, así como los múltiples beneficios del bosque para el clima, los ecosistemas y los pueblos, antes de tomar acción alguna.”

Otros se oponen de plano al sistema REDD. La Vía Campesina, un movimiento internacional de campesinos y pequeños agricultores que cuenta unos 300 millones de miembros, declara que “la iniciativa REDD+ debe ser rechazada”. Los pueblos indígenas reunidos en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, organizada en abril de 2010 en Bolivia, declararon: “Condenamos los mecanismos de mercado, como el mecanismo de REDD (Reducción de emisiones por la deforestación y degradación de bosques) y sus versiones + y ++, que está violando la soberanía de los Pueblos y su derecho al consentimiento libre, previo e informado, así como a la soberanía de Estados nacionales, y viola los derechos, usos y costumbres de los Pueblos y los Derechos de la Naturaleza.” En agosto de 2010, el Foro Social de las Américas rechazó el plan REDD:

“Denunciamos que los gobiernos de los países del Norte geopolítico, antes que pensar en enfrentar los graves efectos del cambio climático, están buscando evadir su responsabilidad y desarrollar nuevos mecanismos de mercado de carbono para hacer más ganancias, como el de ‘Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación’ (REDD), que promueve la mercantilización y privatización de los bosques y la pérdida de soberanía sobre los territorios. Rechazamos tales mecanismos.”