La provincia india de Bengala Occidental posee el singular récord de estar gobernada por el ‘gobierno de izquierda elegido democráticamente’ más antiguo del país, y de hecho, de todo el mundo, como nunca deja de señalar la izquierda.
La violencia se impuso en este estado de ‘izquierda’ y el terror se desató contra los campesinos, los peones agrícolas y los pequeños comerciantes de Singur, una zona agrícola ubicada en la fértil cuenca del río Ganga.
Bengala Occidental contiene algunas de las zonas agrícolas más productivas del subcontinente indio, especialmente las extensas praderas verdes bañadas por el río Ganga y cientos de sus afluentes. El verde proviene de los grandes cultivos de arroz que dominaron tradicionalmente el paisaje bengalí la mayor parte de los últimos 2 mil años. Un largo período en el que los ejércitos invasores fueron y vinieron, el Reino Unido construyó su imperio y se desvaneció, el nacionalismo indio nació y degeneró en una excusa para la explotación: de hecho, la izquierda había calificado de ‘falsa’ la libertad política de India. En 1948, el Partido Comunista de India convocó desde Bengala a la revolución armada. La revolución fallida, y muchas de las luchas que la precedieron y la sucedieron, se centró en torno al verdor de la cuenca de Ganga. La palabra ‘Dhan’ (el término bengalí para arroz) se transformó en sinónimo de lucha, por el cual la gente se movilizaba y peleaba con hoces, arcos y flechas y resistía a los terratenientes feudales y los campesinos ricos, e inició la travesía hacia un nuevo orden social. En tan solo 30 años desde la independencia del país, el Partido Comunista sobrevivió a reiteradas escisiones (y a la fuerte represión estatal) para surgir como la fuerza política dominante de Bengala.
Las luchas por la tierra dirigidas por la izquierda y la ultraizquierda absorbieron a Bengala en las décadas de 1960 y 1970, y a la postre ayudaron a los más organizados a tomar el poder. La población rural pobre, integrada por pequeños campesinos y agricultores marginales, trabajadores agrícolas y aparceros, formó la base de apoyo más poderosa del gobierno del Left Front (Frente de Izquierda). Luego de asumir el poder, el gobierno procuró cumplir con sus electores e inició medidas de reforma agraria como la redistribución de tierras excedentes y el necesario proceso de inscripción de los bargadaars (arrendatarios y aparceros, quienes trabajaban la tierra de otros mediante contratos verbales). Estas reformas tuvieron consecuencias positivas para la economía y la región, y la producción agrícola del estado aumentó mucho con la liberación de grandes extensiones de tierra que se sometían a labranza.
Los campos verdes de Bengala dominaron la economía y la política de la provincia y permitieron que la izquierda gozara de un reinado ininterrumpido durante 30 años. Fueron 30 años agitados en los cuales la iconografía y la retórica políticas de la izquierda sufrieron cambios importantes en todo el mundo, y las revoluciones y las luchas aguerridas por la tierra dejaron de estar de moda en gran parte de las sociedades otrora socialistas. El estado de la URSS se desdibujó; en sentido contrario, la República Popular China construyó una economía capitalista dentro de un estado socialista ‘reformado’, y en muchos países más los comunistas se transformaron en socialdemócratas y otros retazos ‘moderados’ de izquierda. Sin embargo, estos hechos tumultuosos no cambiaron a la izquierda bengalí. Los comunistas en el poder aun juran por Stalin, aman a Fidel, reciben a Hugo Chávez como un héroe y festejan las victorias electorales de la izquierda en América Latina. Observando los carteles rojos y las banderas con la hoz y el martillo que se exhiben con ostentación por doquier, parece que nada ha cambiado.
Pero, más allá de la fachada roja y la retórica, todo cambió. Se instaló la inexorable fuerza destructora de la globalización y el ‘libre’ mercado, los shoppings y las carreteras remplazaron las villas miseria, y los ‘comunistas’ se metamorfosearon en un ávido montón de especuladores, contratistas e intermediarios de tierras. El gobierno se volvió pragmático y comenzó a cortejar a los capitalistas en público, con la lógica política de que en la era del capital mundializado sólo se puede construir el socialismo mediante el desarrollo del capitalismo. Asimismo, siempre se debe emular a China y sus enormes avances hacia el desarrollo.
La última instancia de este socialismo a través del capitalismo es Singur, donde el gobierno adquirió por la fuerza poco más de 400 hectáreas de excelentes tierras agrícolas para la planeada fábrica de automóviles de bajo costo del grupo Tata. La policía desplegada por el gobierno de ‘izquierda’ se enloqueció en los pueblos de Singur en el proceso de ‘suavizar’ la adquisición de las tierras. En un incidente que recuerda fuertemente a la masacre de Kalinganagar (las balas de la policía mataron a 13 indígenas que resistían el cercamiento de sus tierras por el mismo grupo Tata) en la vecina provincia de Orissa este año, la policía recurrió a la violencia cuando agricultores y peones agrícolas locales resistieron la apropiación física y el intento de cercar (con alambrados de púa) fértiles tierras de labranza. Un gran contingente policial ingresó a las viviendas de la gente y golpeó a todos los presentes. Se abusó físicamente de las mujeres, y ni siquiera se tuvo piedad de niños y ancianos enfermos. Se prendió fuego a algunos graneros y campos. Muchas personas fueron heridas y más de 50 fueron arrestadas. La resistencia y la violencia continuó a lo largo del día, en gran parte televisado en directo por los canales de la televisión regional.
La policía aisló a Singur y las zonas vecinas tras el incidente del 2 de diciembre y no permitió el ingreso de persona alguna, ni siquiera a la reconocida activista social Medha Patkar. Los gobernantes (marxistas) del Partido Comunista de India, incluso el Ministro en Jefe Buddhadev Bhattacharya, defendieron públicamente la acción policial al declarar que el incidente fue una exhibición más de la ultraizquierda y que la adquisición de tierras y la construcción de la fábrica de Tata seguirían adelante.
Las protestas espontáneas contra la brutalidad policial continúan afectando a Bengala. En Singur, los campesinos y los peones agrícolas siguen en huelga de hambre. La escala y la intensidad de las protestas populares pusieron al gobierno a la defensiva, que ahora acusa a la oposición de calumnias y ‘desinformación’. La zona no es fértil, señalan los medios de comunicación controlados por el gobierno, y el Estado adquirió sólo las tierras con monocultivos o en barbecho permanente. El gobierno insiste que la fábrica de automóviles y los capitalistas ‘nacionales’ socialmente responsables, como Tata, conducirán al desarrollo del pueblo.
¿Por qué una fábrica de automóviles necesita tantas tierras agrícolas? ¿A cuántas familias desplazaría directamente el proyecto? ¿Cuánto de la tierra adquirida constituye monocultivos? ¿Cuántos son los trabajadores agrícolas y bargadaars sin registrar en la zona del proyecto? El gobierno se niega a brindar respuestas precisas.
Los hechos oficiales, o la falta de ellos, muestran que el gobierno, en su compromiso con el capital, el mercado y la globalización decidió sacrificar la realidad a cambio de sus deseos, y asumió el ‘desafío’ de avanzar en el proyecto. Este ‘desafío’ implica ignorar la muy real existencia de varios miles de familias dependientes de la tierra: labradores sin tierra; peones agrícolas tribales zafrales; operadores de fletes en bicicletas y pequeños transportistas; comerciantes que compran, transportan y venden productos agrícolas en lejanos mercados mayoristas; artesanos; y otros pertenecientes a diversas ocupaciones. La indemnización puede compensar en parte el costo de la tierra de sus propietarios, ¿pero quién puede compensar por la pérdida de sus medios de vida?
Con policías armados y fuerzas de acción rápida al acecho, e importantes inquietudes y preguntas sobre Singur sin responder, el gobierno bengalí se prepara para otros proyectos que incluyen la entrega de varios miles de hectáreas de tierras de labranza en Bhangar (próximo a Calcuta) al Grupo Salim de Indonesia, acérrimo partidario del infame régimen de Suharto que mató a miles de comunistas indonesios. Otro pedazo de tierra se entregaría a Jindals para instalar una planta de acero en zonas de bosques en el sudoeste de Bengala. En zonas costeras del sudoeste de Bengala el gobierno está listo para avanzar, con ayuda de EEUU, en la construcción de una planta de energía nuclear con capacidad de 10 mil megavatios que desplazaría a más de 200 mil campesinos, trabajadores agrícolas y pescadores. Esto último, si hemos de creerles a los gobiernos de Bengala y de Bush, es un proyecto que solucionaría la crisis climática, ¡y sin contaminar!
Resulta paradójico que este ataque general contra el medio ambiente, la economía y la población de Bengala lo lleve adelante la izquierda que, fuera de Bengala, es una de las adversarias más elocuentes del desplazamiento provocado por el desarrollo y la conspiración ‘imperialista’ para poner en venta los recursos naturales del país. Por otra parte, es posible que esto caracterice a la nueva, ‘reformada’ realidad de nuestra época, cuando el capital y el mercado abarcan todo el pasado y el presente en común, y se apropian de los conceptos familiares de subversión y oposición.
No obstante, surgen conceptos nuevos y las protestas siempre se renuevan, contrarias a las declaraciones del capital sobre el fin de la historia. En India, los indígenas de Kalinganagar no permitieron el ingreso a su territorio de funcionarios del gobierno local ni de Tata desde que se produjo la masacre. A unos kilómetros, los pobladores resisten la adquisición de tierras para un proyecto acerero del grupo trasnacional POSCO. Los indígenas Adivasis de Jharkhand se pronunciaron claramente en contra de proyectos de desarrollo en sus tierras ancestrales. En Bengala, campesinos, trabajadores y grupos de la sociedad civil protestan contra modelos injustos y tiránicos de desarrollo. La izquierda gobernante de Bengala haría bien en prestar atención a esas señales. La represión sólo ofrece respuestas de muy corto plazo y potencialmente desastrosas.
Por Soumitra Ghosh, NESPON y NFFPFW, correo electrónico: soumitrag@gmail.com, con aportes de Nagarik Mancha, un foro ciudadano de Kolkata