Indonesia: duras condiciones laborales para las trabajadoras de las plantaciones de palma aceitera

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Indonesia es el segundo productor mundial de aceite de palma; cerca del 80% de la producción total de aceite de palma proviene de Malasia e Indonesia. Con cerca de 6 millones de hectáreas plantadas con palma aceitera, Indonesia tiene prevista una considerable expansión y planea llegar a 20 millones de hectáreas de aquí a 2020.

La expansión de la palma aceitera ha implicado y sigue implicando la ocupación de tierras tradicionales por empresas que empiezan por “despejar el terreno” (o sea deforestarlo) para luego establecer una plantación. La ocupación de la tierra implica a su vez el desplazamiento de las comunidades de la zona, lo cual desencadena numerosos conflictos, unos 400 en todo el país, según la ONG indonesa Sawit Watch.

Para las comunidades rurales, la tierra es la base de sus medios de vida. Según el WorldWatch Institute, un “estudio realizado en la zona en 2006 comprobó que los sistemas de pequeñas propiedades agrícolas permitían subsistir a 260 veces más personas por hectárea que las plantaciones de palma aceitera.” (1)

Sin embargo, las compañías de palma aceitera llegan protegidas por concesiones legales y con falsas promesas de empleo para las comunidades. Los campesinos que se han visto privados de su tierra y sus medios de vida suelen estar obligados a emigrar, y terminan viviendo en tugurios urbanos o trabajando en esas mismas plantaciones que los desalojaron. Una vez allí, deben enfrentar la pobreza, condiciones laborales inseguras, frecuentes violaciones de sus derechos, paga insuficiente e intimidaciones por parte de sus empleadores.

Oxfam Internacional denunció que “Si bien las leyes indonesas reconocen el derecho de formar un sindicato, la Confederación sindical internacional señala que, en la práctica, los derechos sindicales se ven considerablemente disminuidos por la intimidación y por los larguísimos procesos de mediación que terminan obligando a los sindicatos a recurrir a la huelga salvaje. En este contexto, la compañía aceitera indonesa Musim Mas despidió en 2006 a más de 700 sindicalistas, en represalia por haber hecho huelga; sacó por la fuerza de sus hogares a los trabajadores y a 1.000 miembros de sus familias y expulsó a sus hijos de la escuela” (2). (Ver también el Boletín nº 109 del WRM)

El trabajo en las plantaciones de palma aceitera es duro tanto para los hombres como para las mujeres, aun siendo diferente. Es frecuente que las mujeres ayuden a sus maridos, generalmente sin remuneración, para que ellos puedan cumplir con las exigentes cuotas de producción. Aparte de eso, las mujeres tienen que ocuparse de los niños, preparar la comida y traer la leña y el agua que están ahora bastante lejos porque las plantaciones destruyeron el bosque. Cuando las mujeres trabajan como empleadas suelen recibir salarios inferiores a los de los hombres. Esta discriminación se establece argumentando que su trabajo es más sencillo que el de los hombres.

Según un artículo de la Rainforest Action Network, “A las mujeres se les asigna tareas que parecen menos exigentes pero que, en realidad, son más peligrosas y exigen mayor esfuerzo físico que las de los hombres. En Indonesia, se encarga a las mujeres la pulverización de plaguicidas porque esta tarea es menos agotadora que otras. Lamentablemente, raras veces les dan el equipo de protección adecuado, como guantes y máscaras. Cuando vuelven a sus hogares, tienen que preparar la comida para sus familias, llevando aún residuos de plaguicidas en la piel y en la ropa”. (3)

Paraquat y Glifosato (Roundup) son los herbicidas más comúnmente utilizados en las plantaciones de palma aceitera. Además de los problemas de salud que provoca la exposición directa a estos tóxicos, la publicación Down To Earth (DTE) reveló que los herbicidas pueden ser barridos por la lluvia “hasta los ríos y arroyos que son la única fuente de agua para todas las necesidades domésticas – incluso para beber – de las aldeas que rodean las plantaciones. Por otra parte, los suelos arenosos no retienen los herbicidas”. (4)

La publicación da rostro humano a las estadísticas citando el caso de Mardiana, más conocida como Etek, quien trabaja para PT Agro Masang Perkasa, en el distrito de Agam de Sumatra occidental. “Trabaja allí desde 1994 y lo seguirá haciendo, dado que no hay otro empleo que pueda conseguir para mantenerse a sí misma y a su familia”, explica un breve informe basado en una entrevista que se le realizó en Bogor, en junio de 2008. (5)

Desde que un herbicida le entró por accidente en el ojo derecho hace tres años, no ve con ese ojo. “Antes, cuando algo me entraba en el ojo yo lo frotaba. Ahora está así, como el ojo de un pescado salado”, dice.

Etek trabaja en la plantación, principalmente pulverizando herbicidas entre las filas de palmeras. Hay sólo tres grupos de pulverizadores. Cada grupo se compone de nueve o diez personas, y hay una que está a cargo. En un día, cada persona debe cubrir nueve filas o aproximadamente dos hectáreas.

Con dos litros de Roundup mezclados con 16 litros de agua, los trabajadores y trabajadoras pueden cubrir dos hectáreas de plantación. En general trabajan en parejas, y cada persona gana Rp30.000 (US$ 3,25) por esas dos hectáreas. En la época de la cosecha, Etek gana también Rp 400 (unos 4 centavos de dólar) por cada racimo de frutos de palma, sin importar si son grandes o chicos. Como pulverizadora, también recibe Rp 8.000 (alrededor de 80 centavos de dólar) para comprar leche. Al inicio, la empresa les da máscaras de protección y el equipo de pulverización, pero no los reemplaza cuando se gastan o se rompen. Un nuevo pulverizador, o lo que los trabajadores llaman un “kep”, cuesta Rp 200.000 (US$ 22), y se puede pagar en cuatro cuotas mensuales.

Aunque no reciben formación suficiente sobre los peligros de los productos químicos tóxicos, Etek y sus amigas saben que no deben hablar mientras pulverizan, hasta que llegan al tanque de agua donde rellenan los pulverizadores. Saben que los productos químicos tóxicos pueden entrar en su cuerpo por la boca.

Sea que el producto final de ésta u otra plantación de palma aceitera sea biodiesel, cosmético o aceite de palma, la etiqueta que indica el contenido debería incluir el porcentaje de salud perdida por Etek y las demás trabajadoras de la plantación. Por lo menos para rendir cuentas ante la sociedad.

Fuentes:
(1) http://www.worldwatch.org/node/5821
(2) http://www.oxfam.org.nz/imgs/pdf/biofuels%20briefing%20note.pdf
(3) http://ran.org/campaigns/rainforest_agribusiness/resources/fact_s
heets/hostile_harvest_us_agribusinesses_and_labor_rights_abuses/
(4) http://www.downtoearth.org.in/
(5) http://dte.gn.apc.org/78.pdf