La ilusión del Protocolo de Kioto

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La Conferencia de las Partes del Convenio de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se reunirá este mes en Buenos Aires, Argentina. La prensa hará llegar al público la buena noticia de que el Protocolo de Kioto ha sido aprobado a pesar de que el principal contaminador del mundo, EEUU, se negó a ratificarlo. Así, muchas personas se sentirán aliviadas, creyendo que la crisis climática ahora podrá evitarse.

Desgraciadamente la situación real es bastante diferente. En primer lugar, las reducciones de emisiones que el Protocolo de Kioto estableció para los países industrializados se sitúan apenas 5,2% por debajo de los niveles de 1990, lo que según la mayor parte de los científicos es completamente insuficiente para combatir el calentamiento global de forma efectiva. Segundo, a pesar de ser insuficientes estos objetivos están siendo evadidos gracias a mecanismos que permiten ganar el derecho a emitir todavía más dióxido de carbono mediante, por ejemplo, la plantación de monocultivos forestales como “sumideros de carbono”.

Este estado de las cosas, en gran medida resultado de la presión que ejercen las poderosas corporaciones durante las negociaciones sobre el clima, ha generado una gran preocupación que llevó a que organizaciones independientes y movimientos populares del mundo entero se reunieran en octubre de este año, en Durban, Sudáfrica, para discutir formas más realistas de combatir el cambio climático. De esta reunión surgió un llamado del grupo a construir un movimiento popular mundial contra el cambio climático (ver Declaración de Durban en http://www.wrm.org.uy/actores/CCC/justicia.html ).

Los participantes concluyeron que el intento de Kioto de ponerle precio al carbono “resultará tan efectivo, democrático, o conducente para el bienestar humano como ponerle precio a los genes, los bosques, la biodiversidad o los ríos limpios”.

Al mismo tiempo, el Grupo de Durban reafirmó que “las reducciones drásticas en las emisiones derivadas de los combustibles fósiles son un prerrequisito” si se quiere evitar la crisis climática y afirmó su responsabilidad “ante las próximas generaciones de buscar soluciones reales, que sean viables y verdaderamente sustentables y que no sacrifiquen a las comunidades marginadas”.

El Grupo se comprometió además a “ayudar a construir un movimiento popular global por la justicia
climática, a movilizar a las comunidades en todo el mundo, y a expresar firmemente nuestra solidaridad
con todos quienes se oponen al comercio de carbono a nivel local”.

Los participantes acordaron también declarar “día internacional de acción contra el cambio climático” el 10 de diciembre (día de los Derechos Humanos) como forma de subrayar que un clima habitable es un derecho humano básico y que ese derecho está siendo violado por esos mismos gobiernos que fingen estar combatiendo la crisis del clima.

El WRM apoya plenamente estas perspectivas. Hace tiempo que sus campañas contra las plantaciones de monocultivos destacan que plantar árboles no sólo no retardará el cambio climático sino que creará nuevos problemas a las personas que viven en las zonas donde se instalarán las llamadas plantaciones para sumideros de carbono.

Son las personas comunes y vulnerables quienes más sufrirán a causa de la inacción de los gobiernos y la avaricia de las corporaciones si no se hace algo más, y enseguida, contra la destrucción del medio ambiente y el sufrimiento humano que causará el cambio climático. Por consiguiente, el WRM está convencido de que para revertir esta crisis es necesario que los pueblos del mundo intervengan y se hagan cargo del problema del clima. Son las personas, no Kioto, quienes salvarán el clima.