En marzo de este año, más de 100 organizaciones de todo el mundo enviaron una carta a la FAO solicitándole a dicha institución de la ONU que cambiara su definición engañosa de bosques (1). La FAO aplica una definición reduccionista, cuyo único criterio es la presencia de árboles, y no repara en que el bosque es un espacio donde viven y del que dependen no solo diferentes tipos de flora y fauna sino también comunidades locales. Según la definición de la FAO, se le llama ‘bosques’, por ejemplo, a extensos monocultivos de eucalipto de crecimiento rápido, manejados con productos tóxicos.
Dos investigadores vinculados al Centro para la Investigación Forestal Internacional, CIFOR, en un artículo de la revista Biotrópica, titulado “Futuros de los Bosques Tropicales”, también argumentan que dicha definición es inaceptable (2). Ellos muestran que la definición de la FAO sugiere que hay regiones en el mundo donde ‘ganamos’ áreas de ‘bosques’ cuando se introducen monocultivos industriales de árboles en áreas en las que antes no había una vegetación con predominio de árboles. Así, se intervienen áreas ecológicamente tan excepcionales y ricas como por ejemplo, las de sabana o de pastizales naturales. La conclusión es clara: se debe cambiar la actual definición de bosques por una que sea más acorde a la realidad.
Pero ¿cómo hacer esto? Estos mismos investigadores proponen otro punto de referencia para hablar de bosques. En inglés lo llaman ‘old growth forest’, lo que significa algo como ‘un bosque que tuvo bastante tiempo para crecer’. Este sería un área donde los árboles naturalmente regenerados tienen más edad que el tiempo de los ciclos de corte usados en la lógica de producción de madera, que busca volúmenes cada vez mayores. Asimismo, sería un área con mucho más diversidad que aquellas en donde se gestiona la extracción maderera. La nueva referencia resultaría, según los autores, en bosques capaces de resistir mejor a choques ambientales y otros factores de estrés, algo bastante pertinente en tiempos de cambio climático.
Ciertamente, el ciclo de corte aplicado a los monocultivos de árboles es corto. A pesar de que las empresas de eucalipto promuevan campañas con consignas como “Nuestro futuro tiene raíces”, como lo hizo años atrás en Brasil la empresa Aracruz Celulose (actual Fibria), éstas no engañan a nadie: el ciclo de corte en el monocultivo de eucalipto hoy en día, por ejemplo, puede ser increíblemente de solo 2 años -en plantaciones para fines energéticos- o de 5 a 7 años –en aquellas con fines de celulosa. En las áreas donde se realiza el llamado ‘manejo forestal sostenible’, el tiempo de corte selectivo de árboles centenarios para obtener madera va entre 15 y 30 años, lo que también conduce a la destrucción del bosque, solo que de forma más lenta (ver Boletín 197 del WRM).
Los investigadores del CIFOR también nos recuerdan que, hasta ahora, quienes vienen discutiendo y definiendo el futuro de las áreas de bosque tropical en el mundo, muchas veces vienen de afuera. El modelo de plantación de monocultivos de árboles para obtener madera surgió en Europa y llevó, inicialmente, a la creación de la carrera universitaria de ingeniería forestal. Una mirada más local impediría que empresas y consultores foráneos intenten generalizar argumentos frágiles e incluso mentirosos. Por ejemplo, el argumento de que la introducción de ‘bosques’ de monocultivo industrial de árboles reduciría la presión sobre los bosques (nativos). Los investigadores revelan que dicho argumento fue acertado solamente en el caso de Nueva Zelandia, pero que resultó ser falso en otros países con otros contextos. Desde hace muchos años, diversas organizaciones que apoyan las luchas contra el monocultivo industrial de árboles, incluyendo al WRM, ya vienen diciendo eso.
Para que los bosques tengan futuro, los investigadores defienden la necesidad de entender las funciones esenciales que cumplen los bosques y de reconocer sus múltiples beneficios. Ello significa que no solo se debe ampliar la mirada del ingeniero forestal –que generalmente se orienta exclusivamente a maximizar la producción de madera-, sino que también se deben involucrar otras miradas, considerando las múltiples dimensiones de los bosques –sociales, culturales, incluso religiosas, y ecológicas. Los investigadores incluso defienden la necesidad de que los bosques sean pensados y manejados por quienes de hecho viven en la región, incluyendo a las comunidades locales que dependen de ellos. Sin embargo, como el WRM y otras organizaciones han demostrado, esta visión se ha visto obstaculizada por las injustas y muy desiguales relaciones de poder, que han desembocado en violencia. Un pequeño grupo de intereses privados, políticamente influyentes, siempre busca debilitar a las comunidades locales en sus arduas luchas para evitar la destrucción del bosque.
Este boletín busca contribuir no solo en mostrar el valor de los bosques, la devastación y las luchas de resistencia, sino también en recordar la diversidad de bosques que existe. Se ha demostrado que cualquier bosque es capaz de echar suficientes raíces para transformarse en un ambiente benéfico, donde las comunidades también puedan echar sus raíces.
Quizás esto ejemplifique bien el mensaje de los investigadores del CIFOR, pero, dicho de otra forma, un bosque, para que sea un bosque, debe echar raíces. Esto es lo que hace que las comunidades locales también puedan echar sus raíces y establecer una relación de convivencia con el bosque. Donde hay monocultivos u otros tipos de manejo intensivo, con ciclos de rotación cortos y destructivos, es obviamente imposible echar raíces, ni siquiera con propagandas artificiales como la que propagó Aracruz Celulose.
El problema es que las pocas personas que hoy definen el futuro de los bosques, no terminan de verlo de esta forma, y son, en algún sentido, ciegas, ya que centran su mirada solamente en la productividad de la madera y en los beneficios que pueden lograr en los mercados externos. Sin embrago, desde hace mucho tiempo, las millones de personas que dependen de los bosques conocen la importancia que ellos tienen en sus vidas y, por ese motivo, luchan diariamente para defenderlos.
(1) Carta abierta a la FAO, WRM,http://wrm.org.uy/es/todas-las-campanas/carta-abierta-a-la-fao-en-ocasion-del-dia-internacional-de-los-bosques-21-de-marzo-de-2014/
(2) Putz, Francis and Claudia Romero. “Futures of Tropical Forests”, Biotrópica 46 (4): 495-505, 2014. http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/btp.12124/abstract