Cuando se inicia un nuevo año, las personas acostumbran a manifestar sus deseos y esperanzas por un mundo mejor. En ese sentido, como WRM, deseamos un año donde los bosques empiecen a ser conservados y que los pueblos que de ellos dependen puedan vivir en libertad dentro de sus territorios, como un paso hacia un mundo más justo. Sin embargo, si prestamos atención al mundo en el que vivimos actualmente, constatamos que existen enormes desafíos por delante. Por ejemplo, ¿cómo podríamos fortalecer la resistencia y movilización popular para que la destrucción de los bosques se detenga?
Esto resulta muy pertinente si miramos los resultados de la última Conferencia sobre Clima de las Naciones Unidas en Perú en el último mes de diciembre. Resumiendo esos resultados, podemos decir que el ritmo en el que las industrias de petróleo, minería, plantaciones de palmera africana y madereras avanzan sobre la selva amazónica peruana es mucho más rápido y fuerte que el ritmo en el que los gobiernos unidos en Lima avanzan para intentar llegar a un acuerdo sobre el clima en París este año. Este nuevo acuerdo debería incluir medidas que estén a la altura de la gravedad de la crisis climática mundial. Es decir, con reducciones drásticas y obligatorias de emisiones de gases efecto invernadero, de acuerdo a la responsabilidad histórica de cada país. Esto permitiría alguna posibilidad de que los pueblos del mundo, principalmente los más vulnerables, no necesiten enfrentar cambios climáticos desenfrenados en un futuro cercano.
La falta de voluntad para arribar a un acuerdo fue uno de los principales motivos que congregó a miles de personas en las calles de Lima para realizar la Marcha Mundial en Defensa de la Madre Tierradurante la Conferencia. A pesar que sabemos que en el mundo somos mayoría, en cuanto a los pueblos afectados por el actual modelo de producción responsable por la crisis climática, el actuar unidos en la organización, movilización y resistencia a este modelo continua siendo un gran desafio. Prácticamente todos los gobiernos a nuestro alrededor defienden –por diferentes motivos – la continua expropiación y destrucción de los bosques con el fin de alimentar a este modelo de producción desarrollista, extractivista, globalizado, a gran escala, dominado por el capital financiero y por corporaciones transnacionales. Son esos actores en conjunto los que hacen todo para que no nos movilicemos. Por el contrario, esperan que nos transformemos en obedientes consumidores de los productos de las multinacionales.
Si los pobladores del mundo tuvieran realmente condiciones para ir hasta, por ejemplo, Lima u otros lugares donde nuestros gobiernos discuten las grandes cuestiones que afectan a la humanidad, seguramente el número de personas participantes en una Marcha sería mucho mayor. Pero por ahora, el mayor número de movilizaciones y protestas en defensa de los bosques y en contra de la desterritorialización de las personas son protestas dentro de los territorios de las comunidades. Estas suceden en la localidad donde una o varias comunidades sufren serias amenazas de perder su territorio y a su vez, su fuente de sustento y vida. Muchas veces esas miles de movilizaciones y acciones locales suceden sin que tengan visibilidad o apoyo. Pero éstas aumentan día a día debido a la expansión de grandes proyectos sobre los bosques y territorios, tales como represas, monocultivos (vea artículos en este boletín de Laos, Indonesia y Brasil), minería y extracción de petróleo (Vea el Boletín 167 y 196 del WRM) y también de proyectos REDD+ (vea "10 alertas sobre REDD para comunidades”) como una nueva forma de apropiación de los territorios de las poblaciones que dependen de los bosques.WRM A pesar de la represión y criminalización, existen comunidades que relatan historias increíbles de victoria cuando la unión y determinación llegan a derrocar el poder político y represivo de una multinacional transnacional y su maraña de influencias (vea artículo de la Empresa Suzano en Brasil en este boletín). Sin embargo, los actos de represión, intimidación y cooptación por parte de las empresas y los gobiernos hablan más fuerte y muchas veces logran derribar la resistencia de las comunidades.
Además del desafío de seguir apoyando las luchas locales en todos los países con bosques tropicales en Asia, África y América Latina, sobre todo aquellas que tienen poco o ningún apoyo, tal vez existan dos grandes procesos desafiantes importantes que valen la pena recordar en este comienzo de año.
Primero, lograr una mayor articulación entre las miles de luchas locales, con el objetivo de fortalecerlas, formando redes, articulaciones, actividades de formación política en conjunto para comprender qué es lo que existe por detrás de la destrucción y de la expulsión de la cual todos son víctimas. Esas articulaciones, en todos los niveles, son importantes porque crean movimientos mayores, capaces no solamente de apoyar a la resistencia local, sino también con capacidad de molestar a gobiernos y corporaciones que apenas quieren mantener o continuar imponiendo sus políticas de proyectos destructivos sobre los territorios de los pueblos. Experiencias de articulación de este tipo muestran cómo éstas enriquecen y estimulan a quienes participan y posibilitan la solidaridad mutua al valorizar la lucha y participación de cada comunidad. También es importante la iniciativa que surge en varios lugares de construir redes y mayores movimientos de resistencia junto con comunidades que todavía no fueron afectadas por proyectos destructivos y todavía tienen sus bosques, su territorio, pero que corren el riesgo de ser expulsadas y criminalizadas.
El segundo desafío se trata de crear otra resistencia hoy casi inexistente: el de comenzar a decirle no a los tantos productos, incluyendo a las corporaciones que están por detrás de estos productos que provocan la expulsión de las poblaciones de sus territorios y la destrucción de los bosques, lo que a su vez profundiza aún más la crisis climática. Por ejemplo, productos como las maderas tropicales o los minerales, el papel o los cosméticos, el aceite de palma o soja, o el camarón, los combustibles. Son muchos los productos que resultan de actividades destructivas en algún país distante, como la extracción de minerales, de petróleo, de madera tropical, el monocultivo a gran escala, la carcinicultura. Los ‘sellos verdes’, como los hay por ejemplo para plantaciones de árboles – FSCFSC FSCo el RSPO (vea el artículo de Guatemala en este boletín y boletín 201) –, ya han demostrado ser incapaces de acabar con la destrucción de los bosques o de defender los territorios de las comunidades. Los sellos sirven como ‘pasaportes’ para las empresas para consolidarse donde están y para avanzar con plantaciones en nuevas regiones o países, además de servir para conquistar nuevos mercados de consumidores.
Por lo tanto, el desafío es producir algo diferente, una resistencia que esté en sintonía con las luchas en los territorios, sabiendo que siempre existirán fuerzas contrarias por parte de gobiernos y corporaciones, así como por un grupo de ONGs. Una llamada, por ejemplo, para organizar un boicot a los mercados de mayor consumo de productos de los bosques, incluyendo a las corporaciones que están detrás de esos productos, se le considera como ‘injusta’ porque afectaría negativamente al país exportador y a su propia población, o sería ‘irrealista’ si no presenta una alternativa al consumidor. Pero sabemos que los beneficios de las exportaciones de materias primas de los países con bosques tropicales benefician muy poco a la población en esos países, mientras que destruyen modos de producción existentes y los territorios, fundamentales para el modo de vida de la población. Sabemos también que el consumo de muchos productos globalizados, por ejemplo de madera tropical, que es la más usada en productos de lujo, es algo innecesario porque no perjudica el ‘bienestar’ de la población en su conjunto.
Queda en evidencia que la defensa de los bosques o de la "Madre Tierra" como se le llamó a la Marcha en Lima, representa una tarea urgente e implica múltiples desafíos. Es necesario una resistencia y movilización popular que no se restringa a las regiones de bosques o apenas a algunas movilizaciones, ya que sino los bosques difícilmente sobrevivirán. Son necesarias ideas creativas y propuestas audaces.