¿De qué hablamos cuando nos referimos al Manejo Comunitario de Bosques?
En primer lugar encontramos el término “manejo”. Su definición, según el diccionario VOX, refiere al “arte de manejar los caballos”, y también a la “conducción de un automóvil”. El “manejo forestal”, que surgió en Europa en el siglo XVIII fue un corolario del proceso de cercamiento de los bosques comunales y posteriormente el establecimiento del control del Estado sobre los bosques. Por último, el término se asoció estrechamente con la producción de madera con fines comerciales.
Luego está el término “recursos”, que a menudo acompaña el “manejo”. Esta es también una palabra muy específica desde el punto de vista cultura. La mayoría de las comunidades que cuidan y utilizan los bosques comunales locales no los están “manejando” como “recursos.” El manejo implica control, explotación unilateral y separación entre sujeto y objeto (el “experto” y el bosque a “manejar”). El conocimiento se fragmentó y las técnicas de abordaje del bosque se aplicaron cada vez más desde afuera. Se quebró la integración entre sistemas, y entre sus grietas quedaron enterrados los saberes locales y sus formas de relacionarse con el mundo. Las técnicas especializadas adquieren la condición de paradigmas universales, excluyendo otras prácticas. Se produce así, al decir de Vandana Shiva, un “Monocultivo de la mente”, que encuentra una expresión en la separación de la agricultura “científica” y la silvicultura “científica”, que en muchos sistemas de conocimiento locales constituyen un continuum ecológico.
El “manejo de recursos naturales”, debería ser reconocido como una construcción relativamente reciente, en gran medida de la cultura occidental. El término “recursos” implica que la importancia de cualquier cosa a ser explotada se basa en un “producto” final. Es un término propio del capitalismo industrial, que data aproximadamente de 1800. Antes de ese entonces no se hablaba de "recursos". Incluso ahora, en muchas partes del mundo, si no en la mayoría, la gente no mira a los árboles, la tierra, las semillas, el agua, como recursos. Los bienes comunales no son recursos. Son utilizados, tienen un valor de uso como alimento, vivienda, medicina, etc., pero no de la forma en que se utiliza un recurso, como materia prima para un mercado industrial. Por otro lado, el término “natural” presupone una forma industrial particular, determinada históricamente, de separar a las personas (“no naturales”) de la naturaleza.
Hablar de nuestro entorno natural en términos de “manejo de los recursos naturales”, pues, encierra cierta forma de valorar, preservar y explotar la naturaleza. Se trata de valores y categorías que no son universales. De no tener en cuenta esa circunstancia, surgen problemas. Las personas de cada lugar tienen su manera propia de categorizar, valorar y aprovechar su entorno natural. Esto significa que la población local y los de afuera que vienen con una formación técnica o “científica” para “manejar los recursos naturales”, pueden no estar “hablando” de lo mismo –aún cuando utilicen el mismo idioma.
La visión según la cual los bosques son principalmente “recursos maderables”, por ejemplo, está en la raíz de la confusión entre plantaciones industriales de monocultivos de árboles y bosques, denunciada permanentemente por el WRM.
El significado local de las prácticas relativas a lo que los expertos llaman “recursos naturales” en una comunidad determinada sólo se revelará plenamente cuando se las vincule con otros aspectos que forman parte del mundo cognitivo de esa comunidad, tales como su forma de obtener alimento y abrigo, de preservar y transmitir el saber, de concebir los ciclos, de relacionarse con su entorno y de conducir su vida espiritual, familiar y comunal.
¿Deberíamos, pues, tratar de adaptar la definición de “manejo comunitario de bosques” a diferentes prácticas de sustento? ¿O deberíamos abandonar el término por considerar que tiene una peligrosa connotación pragmática? ¿Qué modelos pueden vincular las prácticas locales, en especial el saber local, con los esfuerzos nacionales e internacionales por preservar la biodiversidad?
Tratar de integrar el concepto de “manejo comunitario de bosques” con prácticas locales opuestas tendría por lo menos el mérito de forzar a organizaciones “de afuera” a hacer explícitas las definiciones implícitas, transformándolas en objeto de debate. De lo contrario podría ocurrir que comunidades que son víctimas de exclusiones ideológicas, económicas e históricas –y a las que muchas veces desde la perspectiva del “experto” o el “especialista” se las hace aparecer como “carentes” de cultura-- queden sujetas a otra forma más de exclusión. Quienes trabajan en la identificación, documentación y construcción de formas locales de utilización del bosque tendrán en todo caso que aprender a escuchar en formas que todavía no han sido institucionalizadas, es decir, a salirse de su “monocultivo de la mente” para captar no lo que se conoce sino lo que no se percibe por sordera.
En la gran diversidad de prácticas tradicionales, y a pesar de las diferencias, es posible identificar algunas características comunes a numerosas sociedades en su utilización de la biodiversidad:
* tienden a basarse en principios de reciprocidad, de dar y recibir,
* tienden a ser holísticas, no estableciendo distinciones entre lo que es material y lo que es espiritual, percibiendo al bosque en su compleja trama de sistemas ecológicos que interactúan entre sí y del cual la comunidad es un componente más, con lo cual la significación del bosque va mucho más allá de los confines de la economía y la maximización de la ganancia individual,
* generalmente tienen un vínculo estrecho con la identidad cultural y la autodeterminación local. Para algunos pueblos, las características del paisaje guardan significados (expresados, tanto textual como oralmente a través del folclore, los mitos, las canciones) que son parte integral de la forma en que reproducen su cultura. Obligar a un cambio del paisaje (por destrucción o alteración ambiental) u obligar a las personas a separarse de su ambiente puede tener efectos devastadores.
El concepto moderno de “manejo comunitario de bosques” incluye la idea de participación. No obstante, “participación” puede no ser lo mismo que consenso, democracia o autodeterminación. A veces se intenta zanjar ese requisito con formalidades dirigidas al “consentimiento informado previo”, pero el control puede seguir quedando en manos de agentes externos (que pueden ser “expertos”, ONGs, funcionarios estatales, o todo ellos actuando en conjunto) que suelen “empoderarse” recibiendo el conocimiento local, pero sin compartir su propio conocimiento local con la comunidad. Habrá que asegurar que esa relación sea --al igual que las relaciones con los ecosistemas-- recíprocas. La participación genuina implicaría un “diálogo de saberes”.
Citando a Vandana Shiva nuevamente: “Las alternativas existen, pero han sido excluidas. Su inclusión requiere un contexto de diversidad. Adoptar la diversidad como un modo de pensamiento, un contexto de acción, permite el surgimiento de múltiples opciones”.
Una forma de comenzar a desandar caminos nocivos es tomar conciencia de algunos términos que utilizamos, y cambiarlos. En lugar de términos como “manejo de los recursos naturales”, podría ser estimulante experimentar con términos tales como “relaciones comunitarias con el bosque” y términos similares que reflejen las prácticas ecológicas comunitarias que ahora más que nunca es necesario sustentar y apoyarse en ellas, no solo por el bien de las comunidades del bosque sino para resguardar lo que queda de la biodiversidad de la que todos y todas dependemos.
Artículo basado en información obtenida de: “Integrating Culture into Natural Resource Management: A Thematic Essay”, Kenneth D. Croes,
http://www.icimod.org/iym2002/culture/web/reference/integrating_culture/part1.htm ; “Monocultures of the Mind”, Vandana Shiva, Third World Network, 1993; y comentarios e ideas de Larry Lohmann, correo electrónico: larrylohmann@gn.apc.org