Los intereses empresariales que giran en torno a la palma africana, o palma aceitera, (ver Boletín 47 del WRM) encuentran en México, y más precisamente en Chiapas, un lugar ideal para su negocio, básicamente por la diversidad de climas de la zona, la disponibilidad de mano de obra barata (más aún por su condición de estado fronterizo con América Central, donde abunda la mano de obra indocumentada) y la posibilidad de acceder fácilmente a la tierra de comunidades campesinas que, empujadas y presionadas por las poderosas fuerzas del mercado expresadas en políticas agrarias, pasan a convertirse en asalariados en su propia tierra, que deja ya de ser la base de su seguridad alimentaria.
Chiapas ha sido hasta ahora una región eminentemente agrícola, y uno de los estados más afectados por la crisis que se vive en el campo con la caída de los precios del café, el maíz, el sorgo, la piña, el frijol, etc., que ha generado una constante migración de campesinos al norte del país, Estados Unidos y Canadá. Esta circunstancia fue aprovechada como argumento para promover la siembra de palma africana, que en Chiapas comenzó en el periodo 1982-88, durante la gobernación del General Absalán Castellanos Domínguez, en los municipios de Villacomaltitlán, Escuintla, Acapetahua, Mazatán, Acacoyagua, Tapachula. En la década del 90 abarcó otras regiones y municipios como Salto de Agua, Playas de Catazajá, Chil�n, Tumbal� y Palenque. El argumento utilizado para convencer a los campesinos a que dejen los cultivos tradicionales es: "ya no trae cuenta sembrar maíz y frijol porque no tienen buen precio, ahora la alternativa es la palma africana".
En 1997, tan solo en la Costa de Chiapas se habían sembrado alrededor de 3.000 hectáreas de palma africana, destinadas a proveer a las plantas extractoras de aceite ubicadas en Villacomaltitlán y Acapetahua. En el año 2000, la Agenda Estadística de la Secretaría de Hacienda del Estado de Chiapas identifica 7.816 hectáreas sembradas tan solo en Tapachula, de las cuales 2.748 hectáreas estaban en producción.
Pero el mercado de la palma africana ha comenzado a hacer agua. Han surgido otros productos como el sorgo, el girasol, el cacahuate o maní, el maíz, la soja, etc., que también producen aceite y entran en competencia con el aceite de palma. Por otro lado, es política de las empresas transnacionales promover la plantación masiva mundial, para bajar los precios. Con ello procuran obligar a las otras empresas a bajar sus precios.
Los productores de Acapetahua reclamaban en el año 2000, que "siendo el gobierno el principal promotor", debería ser el garante de los precios. Por otro lado, durante el gobierno de Julio César Ruiz Ferro y Roberto Albores Guillón, en la región norte de Chiapas, en Palenque, Salto de Agua y Playas de Catazajó, los grupos campesinos que se beneficiaron con los proyectos asociados a la plantación de palma africana estaban en general vinculados al oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI), a pesar de lo cual también entraron en crisis pues no estaban preparados para controlar no solo las plagas que afectaron a sus cultivos, sino también la proliferación de ratas que en la mayoría de los casos se comían la planta.
La actividad agroindustrial, en su habitual modelo de monocultivo a gran escala, con utilización obligada de productos agroquímicos (plaguicidas, fertilizantes, etc.) y condiciones precarias de empleo, no mejora las condiciones de vida de los campesinos, ni constituye una opción sustentable para sacarlos de la pobreza. ¿Cómo podría serlo si arrasa con sus recursos y conocimientos tradicionales, si destruye la base de los mismos (su medio ambiente) y los despoja de su soberanía alimentaria, de su futuro?
Artículo basado en información obtenida de: "El cultivo de la palma africana en Chiapas", Chiapas al Día, No. 293, CIEPAC, junio 2002.