La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó recientemente su “Evaluación de los recursos forestales mundiales 2005”. El comunicado de prensa que la acompaña comienza con una preocupante declaración, “La deforestación continúa a un ritmo alarmante”, pero de inmediato nos tranquiliza con la segunda línea, “Sin embargo, el ritmo de pérdida de superficie forestal disminuye”. Para muchos esto podría ser algo críptico. Podríamos preguntarnos algo obvio: ¿cómo puede disminuir la pérdida de bosques si el ritmo de deforestación sigue siendo alarmante? Eso, por supuesto, no escapa a la sutileza de los expertos de la FAO. Ellos no dijeron que la pérdida de bosques estuviera disminuyendo. Lo que dijeron --más adelante-- es que el ritmo de pérdida NETA de bosques disminuye.
La organización Rainforest Foundation elaboró un informe crítico cuya publicación se hizo coincidir con la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2005 de la FAO. En este informe, Rainforest Foundation señala que “Si se utiliza la definición de bosques de la FAO, los monocultivos, los bosques muy degradados e incluso las zonas taladas que ‘se espera’ se regenerarán, cuentan como bosques. Por consiguiente, los datos de la FAO enturbian nuestro conocimiento de los bosques del mundo y subestiman seriamente el grado de degradación de los mismos”.
Lo que la FAO tiene de bueno es que se repite a sí misma. No tenemos más que buscar el editorial del boletín del WRM de abril de 2001 y repetir exactamente el mismo análisis que hicimos con respecto a la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2000. En aquel entonces, resumimos el informe diciendo que “El mensaje central de la evaluación de la FAO es que la situación ha mejorado en relación con anteriores estudios de ese tipo a nivel mundial. Se indica que en el presente la deforestación se está dando ‘a una tasa neta significativamente inferior a la registrada en el informe anterior de FAO, correspondiente al período 1990-1995’, y se agrega que ‘es posible que, desde la década de 1980, la deforestación neta a nivel global haya decrecido’”.
La redacción es levemente diferente en 2000 y 2005, pero el mensaje es exactamente el mismo: la pérdida NETA de bosques disminuye. Vayamos entonces al editorial de 2001 para ver cómo se las arregló la FAO, entonces y ahora, para que la misión imposible fuera posible:
1) Cambiando la definición de bosques. Según su definición anterior, se necesitaba un 20% de superficies de suelo cubiertas por las copas de los árboles para que una zona pudiera definirse como bosque. La FAO disminuyó el porcentaje de superficies cubiertas por las copas de los árboles a 10%, con lo que aumentó mucho, en el papel, el área de bosques del mundo.
2) No clasificando el madereo como deforestación. Según la FAO, “por definición, el madereo en sí mismo no provoca deforestación si se permite que el bosque se regenere”. Mientras esas zonas se regeneran siguen siendo consideradas como bosque y definidas como “áreas temporalmente sin árboles”. Esto significa que un país puede haber talado la mayor parte del bosque pero, salvo que destine la zona a otras actividades, parecerá que tiene la misma superficie boscosa que antes.
3) Incluyendo aún más tipos de plantaciones en la definición de bosques --por ejemplo las plantaciones de caucho, que no figuraban en las evaluaciones anteriores de la FAO--, aumentando así en forma artificial la superficie de “bosques”.
4) Manteniendo la inclusión de las plantaciones forestales en la definición de “bosques” de la FAO. De hecho se trata del aspecto clave para que la FAO pueda llegar a la conclusión de que la pérdida neta de superficie forestal disminuye. Dado que cualquier plantación se considera bosque, si en un mismo país se establecen, por ejemplo, un millón de hectáreas de plantaciones de eucaliptos y al mismo tiempo se destruyen un millón de hectáreas de bosques, la pérdida NETA de bosques sería cero y la “superficie boscosa” aparentaría no haber cambiado en nada.
Así es como la misión imposible se vuelve posible. El único problema es, por supuesto, que no es verdad. Los bosques, y en especial los bosques tropicales, siguen desapareciendo “a un ritmo alarmante”. Después de la tala rasa, los bosques dejan de ser bosques. La manipulación de los datos podrá esconder el problema, pero ciertamente no lo resolverá. La pérdida NETA de credibilidad de la FAO en tanto organismo de la ONU experto en bosques ya es total.
Es la misma FAO quien debe decidir si cambiará sustancialmente sus metodologías de evaluación para elaborar informes realistas y útiles sobre los bosques del mundo o si, por el contrario, seguirá jugando el mismo triste papel que juega ahora. Así como daremos nuestro apoyo para que se logre lo primero, seguiremos oponiéndonos firmemente a lo último.