Hace algunos años, una foto circuló por el mundo. La foto registró a un indígena en una pequeña aldea, en el medio del bosque, que apuntaba su flecha hacia arriba en la dirección de una aeronave donde estaba el fotógrafo. La foto fue destaque en el prensa internacional porque se trataba de un grupo de indígenas en la Amazonía brasileña que vivía aislado en el bosque, sin contacto con la llamada “civilización”.
Fotos y noticias de ese tipo suelen generar temor a la gente. Los medios de comunicación ayudan a reforzar prejuicios existentes, al comentar que se trata de otro “descubrimiento” de indios “salvajes”, por lo tanto, “peligrosos”, en referencia al indio que apuntó su flecha en dirección al fotógrafo. También suelen afirmar que se trata de personas que aún viven de forma “primitiva”, algo considerado como mínimo raro en un mundo en el que la gran mayoría tiene un celular o más de uno, en el que las empresas transnacionales de comunicación se disputan entre sí, no solo las “áreas de cobertura”, sino, principalmente, la gente, que es vista como “consumidores en potencia”.
Al mismo tiempo, la foto deja una pregunta en el aire: ¿qué significa que exista, hoy en el siglo XXI, en el mundo, un grupo viviendo de forma aislada, con poco o ningún contacto? Esto es algo que los medios no suelen investigar o lo hacen de un modo muy superficial; lo que tiene sentido porque explicarlo implicaría mostrar que esta “civilización” de la que los indios aislados no forman parte y a la que no quieren integrarse es, históricamente, responsable del verdadero genocidio de los pueblos indígenas desde los albores de la era colonial. Los pueblos sin contacto muestran con su postura que la “civilización” no quiere aprender con sus propios errores y sigue buscando más tierras y ‘recursos naturales’. Sigue actuando de forma dominante y prepotente en relación a los pueblos indígenas, en especial, a los pueblos aislados.
La “civilización”, en muchas ocasiones realmente salvaje - basada en un sistema económico y productivo que subyuga a la naturaleza en lugar de protegerla y la convierte en mera mercancía -, sigue buscando apropiarse, con proyectos “desarrollistas”, de todos los espacios libres, incluso de los bosques tropicales de acceso más difícil, en los que los pueblos aislados intentan refugiarse. ¿Qué es lo que motiva a esos pueblos, actualmente unos 100 en el mundo, a vivir de esta forma? Según los estudiosos y los grupos de apoyo, estos pueblos expresan su voluntad de vivir en libertad y de forma autónoma e independiente, sin dominación y de acuerdo a sus costumbres, creencias y valores, a pesar de que muchos son obligados a vivir una vida de fuga constante como resultado de las amenazas. Dichos grupos aislados traban una resistencia profunda contra nuestra sociedad debido a una serie de experiencias negativas que viven o han vivido, directa o indirectamente.
Pues bien, quizás su existencia exprese mejor la crisis en la que nuestra “civilización” se encuentra. Una sociedad en la que la mayoría está viviendo en ciudades superpobladas donde la desigualdad y la violencia reinan. Es un mundo en el que el concepto de “libertad” se tornó algo artificial, creado en el imaginario de las personas “consumidoras”, al servicio del capital. Un ejemplo es la promesa de “libertad” de acceso constante e “ilimitado” a sistemas de telefonía e internet, dominados y controlados por transnacionales.
Son dichas empresas transnacionales las que, con el respaldo de los Estados, buscan perpetuar la gradual destrucción de los bosques tropicales, incluso de aquellos que son el “ hogar” de los grupos indígenas aislados. Ahora también pretenden apropiarse de bosques intactos para conseguir el nuevo “oro” que son los “créditos de carbono” o “créditos de biodiversidad”. Tales proyectos son amenazas reales para los pueblos aislados, porque implican que los Estados, en lugar de proteger sus territorios, van a permitir el acceso y el control de los mismos a quienes promuevan tales proyectos, por ejemplo, las empresas “verdes” y las grandes ONGs conservacionistas.
Cabe resaltar que los derechos y principios conquistados internacionalmente por los pueblos indígenas mediante sus organizaciones y luchas no resuelven la condición específica vivida por los indígenas aislados. Por ejemplo, el principio aceptado internacionalmente del consentimiento libre, previo e informado (CLPI) es algo impracticable e inútil para estos grupos. ¿Cómo consultar, cómo dar o no dar el consentimiento en relación a proyectos de “desarrollo” que apuntan a mantener y fortalecer una “civilización” que es, conceptualmente, rechazada por ellos y con la que no quieren tener ningún tipo de contacto?
Creemos que los pueblos indígenas aislados, con su postura de resistencia y rechazo al mundo “civilizado”, tienen mucho para enseñarnos, sin que necesitemos aislarnos como ellos. Por ejemplo, dichos grupos nos advierten de la necesidad de una reflexión profunda sobre cómo enfrentar a empresas transnacionales, a bancos y a gobiernos que siguen imponiéndonos proyectos de “desarrollo” destructivos, que seducen a las comunidades con promesas de beneficios mientras que la historia nos enseña que esos proyectos nos dejan solamente destrucción, no solo de la naturaleza sino también de personas, sus valores y sus culturas.
Es urgente que hoy hagamos un nuevo llamado a todos y a todas para que defendamos, de forma intransigente, las luchas de estos grupos y pueblos aislados, combatiendo las diversas amenazas a su supervivencia. Estos pueblos deben tener sus condiciones elementales que garanticen que puedan sobrevivir como pueblos diferenciados, con el apoyo del estado y de la sociedad. Solo si pueden conservar sus territorios, los pueblos aislados conseguirán vivir en libertad y dar una esperanza a nuestro mundo en crisis. Esto es fundamental. Ellos pueden inspirarnos para que encontremos formas de lucha que apunten a superar el mundo del “desarrollo” y de la “civilización”.