El mecanismo de reducción de emisiones por deforestación y degradación de los bosques (REDD) se basa en una idea muy simple: hacer que los bosques valgan más vivos que muertos. Pero considerándolo en detalle, el tema no es para nada simple. Para los habitantes de los bosques, éstos ya valen más vivos que muertos. REDD podría implicar la mayor transferencia de todos los tiempos del control de los bosques hacia financieras internacionales de carbono y empresas contaminadoras.
La creación de un enorme mercado de carbono forestal conllevaría una serie de riesgos nuevos (y no tan nuevos). En un artículo que describe cómo Goldman Sachs ayudó a crear (y se benefició de) la burbuja financiera que explotó tan espectacularmente un par de años atrás, el periodista Matt Taibbi explica que “En lugar de créditos derivados, futuros de petróleo u obligaciones de deuda colateralizada (OCD) con garantía hipotecaria, el nuevo juego, la próxima burbuja, son los créditos de carbono … una burbuja de nuevas mercancías muy novedosas, disfrazada de 'plan ambiental'.” Este nuevo mercado de derivados de carbono “será vasto, complicado y enormemente difícil de controlar,” escribe Rachel Morris en la revista Mother Jones.
Pero no sólo los periodistas están preocupados por las complejidades de este nuevo mercado. Feike Sijbesma, Presidente de Royal DSM, una de las empresas multinacionales más grandes de Holanda, dijo a comienzos de este año durante el Foro Económico Mundial que “Tener una reserva de derivados tan grande que se transforme en una industria en sí misma es muy peligroso, porque la cola podría terminar meneando al perro.”
Hay una empresa de fondos de alto riesgo que ya está apostando al colapso del mercado de carbono. “Pensamos que hay un 30% de posibilidades de que el mercado [de carbono] se desmorone,” dice Anthony Limbrick, gerente de inversiones de Pure Capital, una empresa de fondos de alto riesgo. Sin embargo, Limbrick no está demasiado preocupado por ese colapso. “Eso podría generar un 'fat tail' (evento poco frecuente con importantes consecuencias) para que ganemos dinero.”
Los partidarios de financiar REDD a través del comercio de carbono se basan en dos argumentos aparentemente contradictorios. El primero es el de la oportunidad que está más al alcance de la mano: detener la deforestación es una de las formas más simples y baratas de reducir las emisiones. “La conservación de las selvas tropicales es una solución para el cambio climático críticamente estratégica,” dice Jeff Horowitz de Avoided Deforestation Partners, “porque es más asequible que las soluciones intensivas en tecnología, permitiendo así mayores reducciones de la contaminación que, por lo demás, serían económica y políticamente realizables.” Horowitz y su organización han presionado mucho para lograr que las compensaciones de carbono sean parte del proyecto de legislación climática de los Estados Unidos. Horowitz también calcula que “proteger las selvas tropicales reducirá el costo de la legislación climática de EE.UU. casi en un 50%, ahorrando miles de millones a los [norte]americanos”.
El segundo argumento es que reducir la deforestación requiere tanto dinero que la única forma de financiar REDD es asegurarse de que los mercados de carbono participen en él. Según Horowitz: “El único camino para conseguir los US$ 40 mil millones anuales necesarios para terminar y a la larga revertir la deforestación, es crear incentivos para la inversión privada”.
Claro que no hay garantía de que, volcando grandes sumas de dinero sobre el problema de la deforestación, éste vaya a desaparecer. Entre las causas subyacentes de la deforestación se encuentran la corrupción y la tala ilegal. Los Ministerios Forestales de varios países con mecanismos REDD son los ministerios más corruptos de algunos de los países más corruptos del mundo. La tala ilegal representa una gran proporción de las exportaciones de madera de muchos de los países actualmente interesados en implementar mecanismos REDD.
“Las alarmas están sonando,” dice Peter Younger, especialista en crímenes ambientales de Interpol. “Es simplemente demasiado grande para controlarlo. El potencial de criminalidad es enorme y aún no ha sido considerado por quienes crearon este mecanismo”. En una entrevista con The Guardian, el año pasado, Younger declaraba que “Las organizaciones mafiosas tienen puestos los ojos en el naciente mercado del carbono forestal… los mecanismos REDD están expuestos a grandes abusos”.
Los abusos ya están sucediendo, tanto en el bosque como en el mercado. Papúa Nueva Guinea ha visto créditos de carbono falsos, aventureros del carbono y una serie de acuerdos sospechosos con los terratenientes. Mientras tanto, en Europa, el fraude de los créditos de carbono en el Sistema de Comercio de Emisiones (ETS por su nombre en inglés) ha provocado pérdidas de aproximadamente cinco mil millones de euros. La Oficina Europea de Policía (Europol) calcula que “en algunos países, hasta el 90% del volumen total del mercado fue generado por actividades fraudulentas”.
Los riesgos son obvios, así como la imposibilidad de regular un mercado tan complejo. ¿Y cuál es el objetivo de mantener este edificio tambaleante, aparte de generar enormes ganancias para los comerciantes de carbono? Asegurar que las empresas puedan comprar créditos de carbono para seguir liberando gases de efecto invernadero.
Por Chris Lang, http://chrislang.org