La creciente tendencia a establecer extensas plantaciones de palma aceitera ha causado más estragos principalmente en los bosques tropicales, donde esta palma encuentra suelo, agua y energía solar suficientes para cubrir sus necesidades (véase el boletín 47 del WRM).
El procedimiento típico consiste en talar una zona determinada de bosque y luego establecer la plantación destinada a la producción de aceite de palma y de palmiste. Pero puede ocurrir también que las empresas dueñas de las plantaciones “limpien” el bosque entero prendiéndole fuego, como ha ocurrido en los notorios casos de incendios en Indonesia.
La palma aceitera es nativa de África occidental. Tradicionalmente las poblaciones locales han cosechado las plantas semi-silvestres, intercaladas con cultivos alimenticios, a pequeña escala. El avance actual de la palma aceitera se presenta en el mismo paquete globalizado de siempre: monocultivos a gran escala destinados a la exportación, que excluyen cualquier otro proyecto. Bastante lejos de la naturaleza diversa.
Sin embargo, en un intento por entusiasmar al pueblo de Uganda con el negocio, su presidente Yoweri Museveni salió a decir que talar los bosques para dar lugar a las plantaciones no planteaba peligros al medio ambiente porque la plantación de palma sería un bosque en sí misma. ¿Cómo puede compararse un “desierto verde” (un solo tipo de árbol) con la diversidad intensamente interrelacionada de un ecosistema de bosque?
No hay respuesta posible para el “cómo”, pero sí para el “por qué”.
BIDCO Oil Refineries Ltd., el mayor y más pujante fabricante de aceites vegetales, margarinas, jabones y concentrados proteicos de África oriental y central, está haciendo una inversión multimillonaria en plantaciones de palma aceitera en las islas Bugala, en Kalangala. Los planes son que este proyecto abarque 26.500 hectáreas y produzca 140.000 toneladas de aceite de palmiste. Para esta inversión BIDCO cuenta con socios como Archer Daniels Midlands de EEUU, el grupo Wilmar de Malasia y Josovina de Singapur. En el marco del Proyecto para el Desarrollo del Aceite Vegetal, el Fondo Internacional para el Desarrollo de la Agricultura (FIDA) y el Banco Mundial han otorgado un préstamo de US$ 10 millones para colaborar con las plantaciones y su infraestructura de apoyo, mientras que el gobierno suministrará US$ 12 millones en forma de tierras, electricidad y carreteras y BIDCO invertirá US$ 120 millones.
Son varios los intereses que coinciden en torno al negocio de la palma aceitera. Para un país endeudado como Uganda se trata de un ingreso de divisas; es un negocio lucrativo para los conglomerados que se benefician con la promoción masiva que conlleva la reducción de los precios mundiales y el estímulo al consumo; para el Banco Mundial, es un servicio financiero con el cual obtener ganancias. Fuentes locales informan que las elites locales se están beneficiando cada vez más, al brindar el apoyo político necesario para asegurarse términos comerciales favorables con el gobierno y conseguirse sus propios negocios, por ejemplo lucrativas concesiones para establecer plantaciones como terceros.
Pero el proyecto se enfrenta a la dura oposición de los parlamentarios. También algunos residentes de las islas están muy preocupados por las plantaciones de palma aceitera en una de las únicas grandes selvas prístinas naturales que quedan en Uganda: una hermosa isla llamada Bugala, que tiene uno de los ecosistemas más singulares del mundo. Se están destruyendo más de 5.500 hectáreas de bosque tropical y por primera vez el raro loro gris parlante está anidando en la capital (a una distancia de 180 km por carretera, 80 km en línea recta), lo que demuestra que hay algo que anda mal.
Las plantaciones de palma aceitera a gran escala, al igual que otros monocultivos, suelen estar vinculadas a la violación de los derechos a la tierra y otros derechos humanos puesto que ocupan grandes extensiones de tierras habitadas por poblaciones indígenas o campesinas, lo que provoca situaciones de conflicto.
El gobierno está intentando convencer a los residentes de las islas que cedan su tierra a las plantaciones y “hagan dinero”, pero se ha informado de varios conflictos familiares surgidos a causa del proyecto. Al dejar su tierra, ¿dónde trabajarán estas personas? Presumiblemente en las plantaciones de palma aceitera, en empleos temporarios y mal pagos y en malas condiciones, como bien lo demuestra la experiencia de otros países. Lo que es seguro es que las ganancias no serán para el pueblo sino para las grandes empresas, casi siempre extranjeras, que controlan la producción, la industrialización y la comercialización de la palma aceitera.
No se ha dado lugar al debate en torno a este asunto. Los isleños y los indígenas dueños de las tierras están llenos de desconfianza y recelo. Tal vez sea el momento de que presionen al gobierno para que tenga en cuenta sus preocupaciones.
Artículo basado en información obtenida de: “BIDCO to undertake largest private Project”, The New Vision 2000-2005, 10 de noviembre de 2005, http://www.newvision.co.ug/D/8/220/464984; “Museveni Launches Bidco”, New Vision (Kampala), 2 de noviembre de 2005,
http://allafrica.com/stories/200511020416.html, y fuentes locales personales.