Muchas de las plantaciones de palma aceitera que ahora son propiedad de empresas multinacionales en África occidental y central se establecieron sobre tierras robadas a las comunidades durante las ocupaciones coloniales. Tal es el caso de lo que hoy se conoce como la República Democrática del Congo (RDC), donde la multinacional angloholandesa de alimentos Unilever comenzó a construir su imperio de aceite de palma. Actualmente estas plantaciones son sitios de pobreza, conflicto y violencia constantes. Estos problemas no se solucionarán hasta que se devuelvan las tierras a las comunidades y se haga justicia por los daños que han sufrido.
En 1911, el rey Leopoldo de Bélgica otorgó al industrial británico Lord Leverhulme vastas concesiones sobre tierras que se encuentran dentro de lo que ahora es la RDC. Esas áreas boscosas, con una superficie el doble de Bélgica, estaban llenas de palmerales que los habitantes habían cuidado y desarrollado por generaciones, convirtiendo lo que alguna vez fue una sabana en uno de los bosques tropicales más importantes del mundo.
Leverhulme quería una fuente barata de aceite vegetal para la marca líder de detergente de su empresa, Sunlight, y no fue el único que recurrió al pueblo del Congo para conseguirlo. El aceite de palma, que durante mucho tiempo fue parte importante de los sistemas alimentarios de África Central, cobró creciente interés para los comerciantes europeos, especialmente para los comerciantes portugueses que para entonces visitaban regularmente las comunidades a lo largo del río Congo para comprar nueces de palma. La competencia aumentaba los precios locales de las nueces, para disgusto de Leverhulme. (1)
Las concesiones no le otorgaban a la empresa de Leverhulme, Huileries du Congo Belge (HCB), derechos sobre los territorios de las comunidades que vivían dentro de la concesión, y se suponía que habría un proceso para demarcar estas tierras. Pero Leverhulme estaba impaciente y presionó a las autoridades belgas para que le concedieran el monopolio de la compra de nueces en la zona, en virtud de los infames “acuerdos tripartitos” entre Leverhulme, la autoridad colonial belga y las comunidades locales, que en realidad no tuvieron ni voz ni voto en el asunto. A partir de entonces, los lugareños fueron tratados como ladrones si se atrevían a ofrecer nueces cosechadas de sus propios palmerales a alguien que no fuera la empresa de Leverhulme, aunque el precio del mercado abierto era generalmente tres o cuatro veces más alto que el pagado por Leverhulme.
En 1924, comerciantes portugueses con negocios en la zona de Basoko, en la actual provincia de Tshopo, enviaron una carta a la autoridad colonial belga denunciando los acuerdos:
“Este contrato celebrado el pasado 5 de julio prohíbe adquirir en cualquiera de sus formas productos derivados de la palma [aceitera], sean nueces, semillas o aceite, en la concesión otorgada a esta empresa [HCB], y lo que es aún más perjudicial para nuestros intereses, esta medida también alcanza a los productos cosechados en las tierras ocupadas por los indígenas… Los indígenas tienen derechos rigurosamente definidos sobre los campos y plantaciones, y sobre los productos allí cosechados, ¿cómo entonces podrían aceptar que se les obligue a entregar el producto de sus palmas a una sola empresa? ¿Acaso esta obligación no les priva del beneficio de la competencia? ¿Qué representantes autorizados de los indígenas podrían haber aceptado, en su propio nombre, un contrato que sólo les trae desventajas? (2)
Leverhulme y los colonialistas belgas justificaron este escandaloso monopolio con el argumento de que la empresa de Leverhulme estaba haciendo importantes inversiones en la zona con la construcción de molinos de aceite de palma, y que brindaba a los lugareños empleos, escuelas, clínicas médicas e iglesias. También inventaron, sin ninguna base científica, el argumento de que los palmerales eran “naturales” y no, como era bien sabido tanto por la gente del lugar como por extranjeros que pasaban un tiempo en la zona, que los palmerales eran el resultado del cuidado y el trabajo de varias generaciones de las comunidades locales. Considerar “naturales” a los palmerales daba lugar a que el Estado (es decir, la autoridad colonial belga) reclamara el dominio sobre ellos y justificara más fácilmente la entrega de su control a la empresa de Leverhulme.
Ninguno de los argumentos tenía peso. Las escuelas que construyó la empresa eran de mala calidad y, de todas maneras, los niños del lugar en gran medida no asistían a clases porque estaban ocupados trabajando para la empresa. Los servicios médicos de la empresa eran igualmente inaccesibles para los pobladores locales, y como admitió un administrador colonialista: “Incluso en las circunstancias más favorables, todavía es dudoso que los beneficios de la medicina compensen todos los males que la explotación de los palmerales causa a la población... el trabajo obligatorio generalmente es demasiado pesado... El tiempo dedicado a recolectar y transportar la fruta es a menudo excesivo, y la contribución de las mujeres y los niños suele imponerles exigencias imposibles a su fuerza física”. Se dijo que la tasa de mortalidad anual en torno a las actividades de Huileries du Congo Belge de Leverhulme llegaba a un “criminal” 10 por ciento. (3)
Además, el empleo ofrecido por la empresa era en realidad trabajo forzado. En una carta de 1925, un comisionado del distrito de Basoko le escribió al gobernador provincial sobre la situación laboral en las actividades de Leverhulme:
“El reclutamiento de trabajadores para la HCB ha sido durante muchos años tan impopular entre los indígenas que la presión moral ejercida por los administradores territoriales apenas prevalece ... Todo el distrito de Aruwini es rico, y un trabajador que recolecta productos naturales del bosque (nueces de palma especialmente) puede ganarse fácilmente la vida y generar recursos que no están disponibles para él a través del trabajo en la industria o el comercio ... La única forma de lograr una transición fácil entre el trabajo [forzado] y el trabajo libre asalariado sería pagarle al trabajador un salario que sea por lo menos igual a lo que podría ganar sin salir de su pueblo o cambiar sus costumbres. La única empresa establecida en el distrito [la HCB] ofrece a sus trabajadores un salario que de ninguna manera les compensa sus sacrificios”. (4)
Con respecto a los palmerales, estaba claro para cualquiera que hubiera pasado un mínimo de tiempo en la zona que estos bosques se crearon a partir del trabajo y el cuidado de las comunidades locales. El agrónomo y misionero belga Hyacinthe Vanderyst, que pasó años estudiando los palmerales en el Congo, publicó en 1925 un artículo en el periódico belga Congo, en el que escribió:
"Todas mis observaciones, investigaciones y estudios confirman de la manera más positiva y absoluta el argumento expuesto por los indígenas... Por el contrario, hasta ahora nadie ha intentado abiertamente probar que los palmerales son formaciones naturales. Esto no es más que una afirmación que carece totalmente de argumentos que la sustenten… Los indígenas se declaran dueños de los palmares, y tal vez de los bosques secundarios, y esto por varios motivos: por ser los ocupantes originales del país en términos de asentamientos estables, caza, pesca y recolección de productos naturales; por ser agricultores que desmontaron y explotaron las sabanas, que de esa forma se convirtieron en bosques y luego en palmerales; por ser creadores de palmerales gracias a su directa y deliberada intervención, que implicó la introducción de la palma aceitera en el país... ¿Por qué razones el Estado niega estos argumentos, o se niega a tomarlos en cuenta?”
Vanderyst luego advirtió a su audiencia belga: “La cuestión de los palmerales, si no se resuelve de acuerdo con las costumbres indígenas, seguirá pendiente para siempre, debido a su gran importancia material”. (5)
Leverhulme y las autoridades coloniales belgas ignoraron su consejo. Unos años más tarde, las dos partes avanzaron con planes para demarcar más claramente las tierras de HCB y encerrar a las poblaciones locales en sus pueblos. Así es como un director gerente de HCB describió el arreglo en una carta al gobernador de la provincia de Equateur en 1928:
“Se les prohibirá [a los nativos] mover sus pueblos y sus campos de cultivo fuera de los límites que les han sido asignados, y se les prohibirá recolectar frutos de palmas que crezcan en nuestra tierra bajo pena de ser pasibles de persecución... Deben permanecer confinados a sus reservas… No les permitiremos tomar frutos de palma de las palmas que crecen en nuestras concesiones para simplemente venderlos a otros comerciantes, y si cometen actos de violencia contra nuestros trabajadores o contra nuestros agentes europeos, como han amenazado hacer, invocaremos la protección del Estado garantizada por el artículo 18 de nuestra Convención”. (6)
La ‘rebelión Pende’ de 1931, en referencia al pueblo Pende del suroeste de lo que hoy es la RDC, fue una de las mayores rebeliones durante la ocupación colonial belga. Comenzó en el distrito de Kwango, en particular en los territorios de Kikwit y Kandale, zonas dominadas por el negocio del aceite de palma de HCB y otra empresa llamada Compagnie de Kasaí. Una de las principales razones de la rebelión, si no la principal, fue la política brutal de la administración colonial en la zona, que, debido a la falta de mano de obra para las actividades de la palma aceitera, envió soldados a los pueblos para reclutar trabajadores violentamente. La mortalidad entre los reclutados era extremadamente alta: por cada 20 trabajadores reclutados para recolectar frutos de palma aceitera en Lusanga y sus alrededores –el centro de las actividades de palma aceitera de HCB en la región– apenas 10 regresaban a sus aldeas. La crisis económica de principios de la década de 1930 redujo aún más los salarios de los trabajadores y llevó a los colonizadores a aumentar los impuestos, lo que empeoró la situación general. Se estima que 500 pobladores murieron en enfrentamientos con el ejército colonial durante la rebelión, y cientos más perecieron en campamentos donde fueron encarcelados en condiciones brutales. (7)
De la ocupación colonial al capitalismo financiero
La compañía de Leverhulme, que luego se transformaría en el gigante multinacional anglo-holandés de la alimentación, Unilever, terminó por convertir grandes partes de sus concesiones en plantaciones industriales de palma aceitera y dejó de abastecerse de nueces de palma de los palmerales locales restantes. En cientos de miles de hectáreas en varias partes del Congo, HCB implementó una ocupación racista y violenta de tierras comunitarias según el plan que describió su director gerente en 1928. Para las comunidades afectadas poco cambió en cuanto a condiciones laborales, acceso a tierras y bosques o la calidad de los servicios médicos, educativos y de infraestructura que la empresa debía brindar a cambio de esta ocupación impuesta sobre tierras comunitarias.
Lamentablemente, las plantaciones y concesiones de Unilever sobrevivieron el final del dominio colonial belga sobre el Congo en 1960. Las promesas vacías de “desarrollo” bajo la ocupación colonial fueron seguidas por las mismas promesas vacías bajo la dictadura de Mobutu a fines de la década de 1960 (cuando el nuevo gobierno de la RDC tomó una propiedad minoritaria en la empresa y la renombró a Plantations et Huileries du Congo-PHC). Estas promesas vacías se volvieron a repetir cuando la empresa canadiense Feronia Inc compró PHC a Unilever en 2009, con el respaldo de bancos de “desarrollo” europeos y estadounidenses con más de USD150 millones de dólares. Y más recientemente, cuando las actividades se transfirieron a una firma de capital privado con sede en el paraíso fiscal de Mauricio, con el respaldo esta vez de dotaciones universitarias, gigantes filantrópicos y fondos de pensiones. (8)
En cada uno de los casos, los propietarios e inversionistas de la empresa se basaron en una serie de documentos arreglados para justificar su ocupación de más de 100.000 hectáreas de tierra. Cuando el consorcio de bancos de desarrollo europeos se hizo cargo de PHC entre 2014 y 2016, sabían que los endebles documentos de PHC habían expirado y presionaron a la empresa para que fabricara nuevos, fragmentando las concesiones en cientos de parcelas, sin consultar a las comunidades y sin siquiera pasar por los correspondientes órganos gubernamentales de toma de decisiones. Los bancos de desarrollo, al igual que los propietarios que los precedieron y los que vendrían después, utilizaron las justificaciones habituales para este robo de tierras comunitarias: escuelas, caminos, viviendas, clínicas de salud y buenos trabajos. Pero hoy, las comunidades y los trabajadores dentro de las concesiones de PHC continúan en una desesperada situación de despojo y, por lo tanto, de pobreza. Los nuevos propietarios del capital privado de la empresa están prometiendo una vez más que pronto comenzarán a cumplir con las leyes laborales del país, que pronto comenzarán a pagar salarios mínimos y que pronto proporcionarán escuelas y clínicas médicas que funcionen.
Las comunidades están hartas y cansadas de estas falsas promesas y quieren recuperar sus tierras para producir su propio aceite de palma y otros productos, como solían hacerlo generaciones atrás. Pero la empresa logra mantener el control con el uso de violencia. PHC ha prohibido los molinos artesanales para la extracción de palma aceitera dentro de sus concesiones y es rutina que los pobladores que son atrapados con nueces de palma sean golpeados, encarcelados, torturados e incluso asesinados por los guardias de seguridad y la policía de PHC, acusados de “robar” las nueces de las concesiones en disputa de la empresa. (9) Los trabajadores que tratan de mejorar su situación se enfrentan a una violencia similar. A principios de enero de este año, la policía convocada por PHC abrió fuego contra los trabajadores que protestaban por los salarios que no habían sido pagados en las oficinas de Boteka, hiriendo gravemente a dos pobladores. (10)
La respuesta de la empresa a las demandas de las comunidades por sus tierras siempre es que si se va, no habrá empleo para los lugareños –como si antes de que Leverhulme entrara en escena no hubiera existido una economía. Los antiguos propietarios canadienses de PHC, Feronia Inc, incluso argumentaron que no podían devolver las partes aún boscosas de sus concesiones a los lugareños ¡por el riesgo de deforestación!
Esta farsa del “desarrollo” debería haber sido desmantelada hace mucho tiempo. Las tierras que PHC y sus predecesores han robado y ocupado durante más de un siglo son, como reconocieron los belgas, “ricas” y la población local sabe mejor que nadie cómo cuidar y utilizar estas tierras y bosques para su beneficio. Es hora de terminar con el modelo colonial de concesiones y plantaciones, y su interminable promesa de “desarrollo”. Los legítimos intereses de las comunidades sólo pueden ser atendidos mediante la devolución inmediata de sus tierras. Mientras tanto, aquellos organismos extranjeros que afirman estar preocupados por el “desarrollo” deberían cambiar su enfoque para hacer que Unilever y los otros especuladores extranjeros rindan cuentas por este último siglo de violaciones de los derechos laborales, acaparamiento de tierras y otros abusos, y evitar que las empresas y los inversionistas de sus países cometan más abusos.
GRAIN
(1) La información que figura en este artículo sobre la explotación colonialista de Leverhulme en el Congo, surge del increíble libro de Jules Marchal, Lord Leverhulme's Ghosts, Verso Books, 2008.
(2) Marchal, pág.54
(3) Marchal, pág.60 y pág. 89.
(4) Marchal, pág.71
(5) Marchal, pág.58
(6) Marchal, pág. 109
(7) Wostyn, W. 2008. De Opstand in de Districten Lac Léopold II en Sankuru (1931-1932). Een vergelijkende analyse met de Pende opstand (1931).
(8) Ver RIAO-RDC, FIAN Bélgica, Entraide et Fraternité, CCFD-Terre Solidaire, FIAN Alemania, Salva la Selva, Milieudefensie, The Corner House, Global Justice Now!, Movimiento Mundial por los Bosques (WRM), y GRAIN, "Development Finance as Agro-Colonialism: European Development Bank funding of Feronia-PHC oil palm plantations in the DR Congo", Enero de 2021; Oakland Institute, "Meet the Investors Behind the PHC Oil Palm Plantations in DRC". Febrero de 2022.
(9) En la página web de farmlandgrab.org pueden encontrarse varios informes y artículos que ahondan en estos abusos.
(10) RIAO-RDC, "Policiers et militaires tirent à balles réelles sur des ouvriers de PHC en grève à la plantation de Boteka". Enero de 2022.