Los políticos europeos junto a otras instancias quieren justificar la acelerada introducción de los agrocombustibles en los países de la Unión Europea estableciendo criterios de supuesta sostenibilidad. Sin embargo, antes de realizar evaluaciones completas, de consultar a las poblaciones afectadas y de establecer estos criterios, los objetivos o porcentajes obligatorios de agrocombustibles con los que deben ser mezclados los combustibles fósiles ya están fijados de antemano. Los porcentajes son tan altos (5,75% hasta 2010 y 10% hasta 2020) que son muchos los análisis que anuncian que son imposibles de alcanzar.
Se intenta presentar una actividad meramente comercial como la solución a problemas ambientales y de cambio climático. Se crean problemas sociales irreparables en poblaciones extremadamente vulnerables de los países productores del Sur. Las plantaciones de palma, sojales, cañaverales y otros cultivos siguen extendiéndose a costa de bosques tropicales y otros ecosistemas fundamentales, despojando a la población local indígena, afrolatinoamericana y campesina de sus tierras y modos de vida.
Por otra parte, la sustentabilidad económica de algunas industrias parece depender de la continua amenaza a la estabilidad del clima y del planeta. Actualmente, los impactos ambientales y sociales de la producción de materia prima para agrocombustibles en los países del Sur, como respuesta a la demanda procedente de los países del Norte, tienen connotaciones que preocupan seriamente a las comunidades y organizaciones sociales y ambientales. No sólo por lo que ya está aconteciendo sino por la posibilidad de que todo ello se multiplique exponencialmente y sin vuelta atrás. Los precios de la tierra y de los alimentos experimentan importantes subidas. Para la producción de los agrocombustibles se deforestan bosques tropicales, afectando su biodiversidad y el modo de vida de personas que habitan estos ecosistemas, y además se necesitan grandes dosis de agroquímicos que contaminan a la población, los suelos y las aguas.
La Unión Europea está incluyendo en sus normativas la condición de “sostenibilidad” de la materia prima para agrocombustibles importados de los países del Sur. No obstante, no cuenta actualmente con ningún sistema que garantice el cumplimiento de estándares sociales y ambientales. Es más, ningún sello de certificación social y ambiental aplicados en la actualidad en otros ámbitos similares arroja los resultados inicialmente deseados. Las iniciativas que se encuentran en marcha para certificar la “sostenibilidad” de los agrocombustibles tienen una participación predominante de gobiernos y otras instituciones de los países del primer mundo, de las empresas y de organizaciones que favorecen sus intereses, pero no toman en cuenta los impactos actuales ni las preocupaciones de las organizaciones sociales del Sur, ni a las poblaciones potencialmente afectadas. Se trata de puro “lavado verde”.
Todo lo referido hace preguntarse lo siguiente: ¿de qué sostenibilidad se está hablando?
Si son las naciones industrializadas las que desarrollan los esquemas de sustentabilidad, sin intervención de los países productores, no se reflejarán las realidades ni las prioridades socioambientales de éstos. Es más, en muchos casos estas prioridades no están claras ni siquiera al interior de los propios países productores, cuyas políticas están en la mayoría de los casos altamente influenciadas por transnacionales y políticas de apoyo a éstas, como las del Banco Mundial, el BID, los organismos de cooperación internacional, etc. Por estas causas son los pequeños productores, la población local, la más pobre, quien corre el riesgo de pagar todos los costos, como ya está sucediendo en la actualidad.
Los países del Norte tienen la obligación de considerar los impactos que tienen sus políticas de comercio de agrocombustibles en otras partes del mundo, concretamente en los países del Sur. Pero nadie quiere renunciar a nada: las empresas no quieren renunciar a un negocio en expansión que promete beneficios extraordinarios; las agendas de los gobiernos parecen estar dominadas por las empresas que son las beneficiarias y potenciales beneficiarias de este negocio multimillonario y sucesor de la industria petrolera, por lo menos por la ligereza con la que se establecen leyes y normativas (eso sí, las fronteras europeas bien cerradas, y cada vez más cerradas, no vaya a ser que los innumerables desplazados del Sur Global puedan querer entrar “en casa”); los consumidores no quieren renunciar a un nivel de vida que implica un gasto energético desmedido en su vida diaria, lo que incluye el transporte individual, responsable de 20 % de las emisiones globales de CO2.
Nadie parece estarse planteando políticas serias y realmente efectivas de ahorro energético, de disminución de los niveles desmedidos y exagerados de consumo actual. Es significativo el hecho de que cualquiera de los países de Latinoamérica, en los que se proyecta una gran parte de la producción de las commodities para agrocombustibles, tiene niveles significativamente más bajos de emisiones de CO2.
Para esclarecer todas estas contradicciones, más de 190 organizaciones de Norte y Sur están pidiendo una moratoria de 5 años para los agrocombustibles (el texto de la moratoria está disponible en varios idiomas. Texto y adhesiones a través de www.econexus.info). Recientemente, el relator especial de la ONU para la seguridad alimentaria, Jean Ziegler, también aludió en su informe a la necesidad de una moratoria.
Actualmente no existe una definición común internacionalmente aceptada y consensuada de “agrocombustible sostenible”. Entonces, políticos, ciudadanos de la Comunidad Europea, seamos honestos: ¿De qué hablan cuando hablan de la sostenibilidad para la producción de agrocombustibles? ¿De que las compañías productoras tengan asegurado para siempre el abastecimiento de materia prima para la producción de combustibles como agro-diesel y del agro-etanol? ¿De sostener un modo de vida ostentoso y derrochador? Tal vez sería más justo y humano preocuparse de que los indígenas y campesinos del Sur Global tengan asegurada para siempre su medio ambiente, en especial las últimas selvas tropicales, su soberanía alimentaria y su forma de vida.
Extraído y adaptado del artículo de Guadalupe Rodríguez al cual puede accederse en: http://www.wrm.org.uy/temas/Biocombustibles/Union_Europea_agrocombustibles.html, Guadalupe Rodríguez, Campaigner Selvas Tropicales y Derechos Humanos, Salva la Selva, Latinoamérica, correo electrónico: Guadalupe@regenwald.org,www.salvalaselva.org