La ingeniería forestal tuvo sus orígenes en Alemania, a fines del siglo XVIII, y ofrece el ejemplo más claro de la forma en que los bosques fueron sustraídos de las economías rurales locales y rediseñados para servir a las necesidades de una economía estatal en vías de industrialización.
Los bosques europeos formaban parte de la agricultura, ofreciendo no solamente superficie para pasturas sino también fertilizantes, forraje, paja para techados, alimento para animales domésticos y personas, cortezas y raíces para medicina y teñido, savia para resinas, madera para combustible y edificación, entre otras cosas.
Antiguamente de propiedad comunal, entre los siglos X y XVI los señores feudales comenzaron a restringir gradualmente el acceso de los campesinos a los bosques, cobrando derechos y tributos para utilizar las pasturas, recoger leña, cazar animales del bosque.
Cuando se afianzó la figura del Estado, éste asumió el objetivo de apropiarse de los bienes comunales con fines comerciales. En medio de persistentes conflictos entre el Estado (su departamento forestal) y la población rural, restricciones legales sistemáticas a los derechos consuetudinarios comunitarios, represión e incluso violencia, se estableció el control estatal sobre los bosques y su manejo con destino a la producción de madera.
La ingeniería forestal se desarrolló como una subdisciplina de la “ciencia cameral” –con referencia a la Cámara en la cual los asesores de los príncipes planificaban los asuntos económicos vinculados con la tierra. La demanda de madera para diversos usos provocó mayores restricciones a la utilización de los bosques para satisfacer las necesidades locales de subsistencia, en favor de la producción industrial.
El interés principal de los bosques estuvo representado por una única cifra: el rendimiento financiero que podría obtenerse anualmente por la corta de árboles. Los matemáticos dieron su apoyo en cálculos sobre el volumen utilizable de madera de un árbol promedio, de determinada especie, edad y diámetro. Los forestales podrían predecir con mayor precisión el valor de un bosque cuanto más sus árboles se adecuaban al promedio. Un bosque con menos especies, de mayor valor comercial, era más fácil de medir y tenía más valor para la economía estatal.
El paso siguiente en la evolución de la ingeniería forestal fue por lo tanto reemplazar a los bosques “desprolijos, impredecibles, caóticos” que producían una gran variedad de productos para una gran variedad de personas distintas, por plantaciones lógicas, predecibles, que producían cantidades coherentes, predecibles y voluminosas de madera para uso industrial.
Actualmente, muy poco queda de los bosques europeos. Si bien las estadísticas de la cubierta forestal indican que más del 30 por ciento de Europa está forestada, son engañosas pues no revelan que gran parte de esos “bosques” son en realidad plantaciones para producir madera o abastecer a las plantas de celulosa y papel. El ingeniero forestal se ha especializado en estudiar las asignaturas que contribuyen a consolidar ese modelo.
Frente a este panorama de la profesión forestal se levantan ahora otras voces, desde la profesión misma, cuestionando el paradigma forestal tradicional basado centralmente en la extracción de madera para industria, por considerar que no se adapta a las reales necesidades sociales y ambientales de nuestra sociedad: erradicación de la pobreza, conservación de los recursos naturales (agua, suelo, biodiversidad) y conservación del clima del planeta.
En el marco del Foro Social Mundial, el Movimiento Mundial por los Bosques organizó un evento denominado “Otra profesión forestal es posible”, a fin de promover una amplia discusión entre profesionales, técnicos y otras personas interesadas en reflexionar sobre un cambio de paradigma de la profesión forestal.
Numerosos participantes eran estudiantes y algunos resaltaron que en sus carreras no existe una cátedra en la que esté involucrado lo social y lo político, que les aporte una visión de cuál es la problemática y las necesidades que esa profesión atiende. Tan sólo se los forma para producir y explotar el recurso madera, y esa realidad de la profesión de la ingeniería forestal se repite en varios países.
Surgió entre los concurrentes el reclamo de que la profesión debería responder a una responsabilidad social y ambiental y tener una ética profesional que hoy no tiene. Los estudiantes se forman bajo una cuadrícula, respondiendo a unos parámetros muy técnicos, pero no se reflexiona acerca de para qué se está produciendo, para quién, qué se debe explotar y hasta dónde. ¿Al servicio de quién está la Ingeniería Forestal? ¿De qué intereses? ¿De dónde vienen las políticas que dirigen la profesión forestal y los negocios de la madera?, son preguntas que los profesionales y técnicos deberían hacerse.
Con una orientación de responsabilidad social, varios participantes del taller señalaron que el ingeniero forestal debería tener una actitud de respeto y humildad con los campesinos y comunidades del bosque. El técnico no puede ir a una comunidad del bosque a decirle cómo tiene que trabajarlo. ¿Quién mejor quien que ha vivido ahí y lo ha aprovechado durante años para saber qué hacer? El profesional no debe ser un extraño que les dicte qué debe hacerse sino una persona que camine junto a la gente, valore y respete sus conocimientos, aprenda de ella y vea cómo pueden trabajar de una manera concertada.
Se denunció, además, que la profesión forestal ha avalado y promovido la forestación en gran escala con monocultivos de árboles, que se impone en diversos países bajo un mismo modelo. Socialmente, se trata de un proceso que expulsa cada vez más a l@s trabajador@s rurales. Ambientalmente, afecta diversos ecosistemas y causa grandes problemas con el agua. Económicamente, es una actividad que responde a la inserción de los países del sur como exportadores de bienes primarios con escaso valor agregado, reproduciendo el ciclo latifundio-monocultivos-exportación, cuyas ganancias van a parar a manos de las elites nacionales.
Las extensas plantaciones de eucaliptos son parte del agronegocio y nada tienen que ver con solucionar el hambre o la pobreza, que no son falta de alimentos sino de acceso a los recursos. Es más, superficies de tierra que podrían ser utilizadas en un programa de reforma agraria que beneficie a extensos sectores sociales están siendo ocupadas por plantaciones de eucaliptos para exportación, dando mano de obra escasa y de malas condiciones, y comprometiendo la utilización del suelo por las generaciones futuras. Este modelo se refuerza con la posición mayoritaria de la profesión forestal que dice que las plantaciones de eucaliptos, pinos, teca, acacia, son bosques.
Es hora de que la profesión forestal dé un gran debate interno y abierto que la distancie de los poderosos intereses económicos del agronegocio y la ubique en un contexto de responsabilidad social. Para ello deberá trabajar en la construcción de un proyecto pedagógico que impulse el debate y la construcción de modelos sustentables de producción en que la meta no sea ni la extracción de madera ni la conservación estricta del bosque, sino una utilización sustentable del mismo.
En ese sentido ya se han dado algunos pasos hacia la construcción de un nuevo paradigma que implica entender el funcionamiento de los bosques y así llegar a saber cómo aprovechar lo que ofrecen. El concepto de Manejo Comunitario del Bosque abarca proyectos pioneros que sí son una política forestal y que sí pueden establecer la diferencia.
Por otro lado, ya existe otro mundo posible. El de las comunidades, que viven de manera sustentable dentro de las posibilidades que el mundo más grande les permite. La misión de los profesionales y técnicos forestales comprometidos con la gente y el ambiente es lograr que esos otros mundos posibles se mantengan y se expandan.
Artículo basado en opiniones expresadas durante el evento. La primera parte del artículo esta basada en información obtenida de: “Blinded by Science: The invention of scientific forestry and its influence in the Mekong Region”, Chris Lang and Oliver Pye, Watershed Vol. 6 No. 2, http://www.terraper.org/watershed/pdf/vol6no2.pdf