El manglar o bosque de mangles, es el equivalente costero del bosque tropical en tierra. Hay varios tipos de manglares: manglares costeros, que crecen sin aporte de agua dulce del interior y que pueden alcanzar varios kilómetros de ancho; manglares de desembocadura, principalmente en los deltas de los ríos, que pueden ser muy extensos; y manglares de arrecife, que crecen sobre los arrecifes de coral que sobresalen por encima del nivel del mar. Pero todos ellos tienen algo en común: son "bosques de agua salada", muy especiales, frágiles y en peligro.
El manglar se caracteriza por el entramado laberinto de árboles y raíces que es en realidad una masa forestal ordenada que crece en bandas según su distinto grado de resistencia a las inundaciones periódicas de las mareas, y por tanto, a la sal.
Crecen sobre los estuarios fluviales y los litorales protegidos de las zonas costeras ecuatoriales, tropicales y subtropicales, adaptados al flujo de las mareas. En pleamar, sus copas apenas asoman del agua. Durante la bajamar quedan visibles sus raíces respiratorias, que captan el oxígeno y lo transmiten a las raíces enterradas. Esta adaptación les permite sobrevivir en un suelo sin oxígeno y con altas concentraciones salinas; sus hojas se adaptan también a la escasez de agua dulce y son capaces de eliminar el exceso de sal.
El manglar es un ecosistema irremplazable y único, que alberga una increíble biodiversidad y que se cuenta entre uno de los más productivos del mundo. Es el hogar de una gran variedad de vida, aves migratorias, criaturas marinas y reptiles además de las especies vegetales asociadas.
A pesar de que a nivel mundial existen unas veinte especies de mangle, la estructura básica de los manglares individuales está por lo general formada por 3 a 8 especies. Sobre ellas viven una gran variedad de representantes del reino vegetal, mas de un centenar de hongos, y bajo ellas, hasta 70 plantas acuáticas.
Las raíces aéreas de sus árboles forman un entramado que alberga a multitud de especies animales (peces, moluscos, crustáceos), funcionan como zonas de apareamiento, refugio y cría de gran cantidad de estas especies, muchas de ellas importantes para la alimentación humana, lo que ha permitido que en sus alrededores se asienten poblaciones, que tienen su fuente de vida en los recursos que genera este ecosistema. También garzas, cormoranes, águilas y martines pescadores encuentran aquí su fuente de alimento.
Cuando baja la marea, algunos mamíferos se acercan a la playa a comer, como el pecará o cerdo salvaje y los macacos cangrejeros. En las copas de los árboles, otros primates se alimentan de las hojas del mangle, además de dar cobijo a iguanas, papagayos, palomas y zancudas como espátulas, ibis, etc. que vuelven a las copas cada noche, donde tienen sus dormideros.
Los manglares, además de proteger las costas de la erosión provocada por los huracanes que periódicamente azotan estas zonas tropicales, han proporcionado durante siglos multitud de recursos a las poblaciones locales. Los usos más comunes del manglar y sus ecosistemas son la extracción de leña, materiales de vivienda y, la más importante, la pesca y recolección de productos del mar, entre los que se cuentan numerosos crustáceos.
Sin embargo, a miles de kilómetros de distancia de este ecosistema único y tan rico en biodiversidad, en las mesas de los países europeos, de Japón y de Estados Unidos, se encuentra el origen de la progresiva pérdida de este equilibrio: el consumo de camarones criados en piscinas por la industria camaronera. Un consumo que se ha disparado en los últimos años y para el cual se han transformado miles de hectáreas de manglar en estanques de cría, y donde son muy fuertes los intereses económicos creados.
La industria camaronera aprovecha las condiciones del manglar para criar el camarón, convirtiendo en "piscinas" millones de hectáreas de hábitats fundamentales para las economías locales y para la biodiversidad. Gracias al apoyo de los gobiernos y a las subvenciones de entidades como el Banco Mundial y el apoyo de la FAO, hoy las camaroneras se vienen instalando en cada vez más países tropicales.
Esta actividad ha venido a perturbar a la población que vive de estos ecosistemas. El manglar no produce lo suficiente para soportar la actividad extractiva de los pescadores artesanales y a la vez a la industria camaronera que menoscaba enormemente la capacidad de producción del ecosistema y, en la mayoría de las ocasiones, lo degrada de forma irremediable. Una sola empresa compite con los recursos que dan de vivir a toda una población. Con el paso de los años, las piscinas camaroneras se ahogan en su propia contaminación, por lo que son abandonadas y a su paso no queda más que un ecosistema destruido y comunidades locales empobrecidas hasta límites extremos.
Artículo basado en información obtenida de: Greenpeace España, "S.O.S. manglares en peligro de extinción", http://www.greenpeace.es/manglares/manglar0.htm