Recientemente la FAO presentó los resultados de su Evaluación de los Recursos Forestales Globales 2000, que caracterizó como “el informe de base más abarcativo, confiable y fidedigno en relación con los actuales recursos forestales”. Pero la pregunta más importante es: ¿sirve para algo?
El mensaje central de la evaluación de la FAO es que la situación ha mejorado en relación con anteriores estudios de ese tipo a nivel mundial. Se indica que en el presente la deforestación se está dando “a una tasa neta significativamente inferior a la registrada en el informe anterior de FAO, correspondiente al período 1990-1995”, y se agrega que “es posible que, desde la década de 1980, la deforestación neta a nivel global haya decrecido”. De manera que parecería ser que --¡por fin!-- la situación estaría mejorando. Sin embargo, si se analiza el estudio más detenidamente, resulta claro que la situación no ha mejorado en absoluto y que las conclusiones a que llega resultan de manipular la información de distintas formas:
1) Cambiado la definición de bosques. El propio estudio es autoexplicativo en el caso de Australia, cuya área boscosa aparece pasando de 41 millones de hectáreas en 1995 ¡a 150 millones de hectáreas en 2000! La razón es que “este drástico aumento del orden de 115 millones de hectáreas se debe a que se aplicó una definición de bosque que considera como tal a las superficies de suelo cubiertas en un 10% por las copas de los árboles, contrariamente al 20% que se utilizaba para los países industrializados en anteriores evaluaciones”. Entonces no es que el área boscosa haya aumentado --en realidad podría incluso haber disminuido- sino que el cambio de definición la hace aparecer mucho mayor que antes.
2) No incluyendo la tala comercial como deforestación. Según la FAO, “por definición, el madereo en si mismo no genera deforestación, siempre que se permita la regeneración del bosque”. Un área deforestada cuyo bosque se esté regenerando sigue siendo considerada como bosque y se la define como “área temporalmente sin árboles”. Ello significa que en un país pueden haberse cortado la mayor parte de los bosques pero --a menos que se dé otro uso al suelo-- para la FAO seguirá teniendo la misma superficie boscosa que antes.
3) Incluyendo a las plantaciones como “bosques”, según la clásica definición de FAO. Ello permite que el estudio hable de “reducciones en la deforestación neta”, que, sin embargo, “se deben mayormente al significativo aumento de las plantaciones forestales y a la regeneración de bosques en tierras agrícolas abandonadas”. Según el estudio, la actual tasa de establecimiento de plantaciones a nivel mundial es de 4,5 millones de hectáreas anuales, lo que significa que una superficie equivalente de bosque puede desaparecer anualmente, pero el área “de bosques” aparecerá como no habiendo cambiado en absoluto.
4) Incluyendo a aún más tipos de plantaciones como bosques --como las plantaciones de caucho-- que no habían sido incluidas como tales en anteriores evaluaciones de la FAO, y así incrementando artificialmente el área de "bosques".
Pero aún con todas esas manipulaciones, la FAO debe reconocer que “las tasas netas más altas de deforestación se registraron en Africa y Sudamérica, en tanto la forestación mediante plantaciones compensó significativamente la pérdida de bosques en Asia”. Ello significa que si las plantaciones fueran consideradas como lo que realmente son --cultivos y no bosques-- el panorama en estos tres continentes mostraría que la situación o bien no ha mejorado o bien que se ha deteriorado aún más.
A pesar de lo anterior, todo el mundo sabe que existen pocos países --si es que los hay-- que puedan decir que ninguno de sus bosques primarios ha sido degradado y que está permitiendo la regeneración de sus bosques secundarios. Todo el mundo sabe que los monocultivos forestales nada tienen en común con los bosques. Todo el mundo sabe que --entre otras-- las selvas de la Amazonía, Africa Central y del Este y Sudeste Asiático están desapareciendo a una tasa por lo menos igual a la anterior.
Intencionalmente o no, la FAO está difundiendo mensajes erróneos. Está sugiriendo que la deforestación está disminuyendo, lo que sus propios datos indican no ser cierto. Le está diciendo a los gobiernos que pueden cortar todos sus bosques, que sólo habrán de ser considerados como “áreas temporalmente sin árboles”. Está aprobando la sustitución de bosques y praderas por monocultivos forestales, los que “compensarán la deforestación neta”. Está haciendo crecer artificialmente la superficie boscosa de los países industrializados mediante un simple cambio de definición. Por último, está ignorando completamente el tema de la degradación de los bosques.
El mundo necesita saber la verdad acerca del estado real de los bosques. No como un ejercicio académico, sino como una herramienta para adoptar e implementar políticas que aseguren la conservación de sus bosques en peligro. Desgraciadamente, la FAO ha perdido la oportunidad de suministrarle al mundo esta herramienta.