Una reciente publicación acerca de los efectos de los incendios forestales en la Amazonia brasileña demuestra que el madereo selectivo seguido del uso del área cortada para agricultura y cría de ganado ocasiona mucho más que la simple degradación de la selva.
En el documento que lleva por título "Investigación sobre retroalimentaciones positivas en la dinámica del fuego en selvas tropicales de dosel cerrado" (en el original: "Investigating Positive Feedbacks in the Fire Dynamic of Closed Canopy Tropical Forests") de Mark Cochrane, Dan Nepstad, y sus colegas del Woods Hole Research Center, IPAM e IMAZON se señala que después que un sector del bosque se prende fuego una primera vez, se vuelve más susceptible a posteriores incendios, siendo el segundo incendio más intenso y destructivo.
La corta selectiva que generalmente se practica en la Amazonia produce un efecto de resecamiento del bosque por apertura de la cubierta boscosa y genera grandes volúmenes de desechos inflamables. Los agricultores, ganaderos y otros agentes constituyen una fuente potencial de ignición para que se desencadenen subsecuentes incendios. El estado final del proceso es la completa destrucción del bosque. Según los citados investigadores, grandes porciones de territorio de la Amazonia brasileña que se ven en las imágenes satelitales como áreas "deforestadas" puede ser que no hayan sido cortadas voluntariamente por nadie, sino que una vez que el bosque allí presente fue quemado por primera vez, se volvió más vulnerable a posteriores incendios, hasta que finalmente no queda nada de él.
Los autores, que utilizaron para su investigación fundamentalmente datos provenientes de la región oriental de la Amazonia (con una precipitación anual media de 1.800 mm) advierten que "si no es controlada, la actual dinámica de los incendios llevará a una inexorable transición de toda el área afectada hacia un ecosistema de matorral o de pradera". Se estima que tan sólo en los estados de Pará y Mato Grosso hay treinta millones de hectáreas de selva que podrían desaparecer en este proceso.
Si bien la investigación anteriormente mencionada explica por entero este tipo de proceso de deforestación, es necesario a la vez mencionar el hecho de que las actividades de corta y ocupación de la Amazonia por la colonización no son eventos casuales, sino que resultan de políticas promovidas por el gobierno brasileño desde la década de 1950. El gobierno abre la selva mediante la construcción de una red de carreteras que penetran en ella. Luego otorga concesiones a los madereros para que la exploten y a continuación generalmente llegan cantidad de campesinos pobres, con frecuencia estimulados por esquemas de colonización promovidos por el propio gobierno. La concentración de la tierra imperante fuera de la Amazonia empuja a estos campesinos a emigrar a la selva, donde se convierten en agentes directos de la deforestación. No obstante, la causa subyacente del fenómeno es el injusto sistema de tenencia de la tierra que impera en Brasil, donde un puñado de terratenientes posee un gran porcentaje de las tierras de uso agrícola, a la vez que la propiedad de los pueblos indígenas sobre la selva sigue siendo básicamente ignorada.
Frenar la deforestación implica por lo tanto abordar -entre otras- esta causa subyacente en particular, cambiando el actual patrón injusto de tenencia, tanto fuera como dentro de la Amazonia. En ese contexto, la gran movilización del cada vez más fuerte "Movimento dos Sem Terra", que está llegando en estos días a Brasilia para protestar contra la política económica y social del gobierno Cardoso y para reclamar soluciones, puede ser vista como una señal esperanzadora. Si sus demandas son satisfechas, entonces se habrán creado las condiciones para empezar a detener la actual destrucción. Pero si no se buscan soluciones al problema de los sin tierra, la Amazonia seguirá siendo colonizada y destruída.
Fuentes: David Kaimowitz, 16/9/99; Sergio Oceransky, 29/9/99.