Los bosques de Camboya están siendo amenazados por la actividad de madereras vietnamitas (ver boletín del WRM nro. 18). Sin embargo no es éste el único problema al cual se ven enfrentados los bosques en ese país. La mitad de los manglares de la provincia de Koh Kong han sido cortados, tanto para dar lugar a instalaciones de la industria camaronera, como para aprovechar su madera para la producción de carbón de alta calidad. De las 10.000 hectáreas con que contaba originalmente la provincia, hoy en día quedan en pie solamente 5.000. Hace cinco años el Ministerio de Medio Ambiente ya había advertido que la corta del manglar provocaría daños irreparables en las pesquerías y la vida silvestre de la zona. En un principio el principal problema era la tala por parte de la industria camaronera pero, con el colapso de esa industria, actualmente la principal actividad responsable de la destrucción del manglar es la producción de carbón.
El gobierno provincial ha decretado una veda para la corta de los manglares, supuestamente para lograr un equilibrio entre desarrollo y preservación. La medida fue bienvenida por ONGs ambientalistas camboyanas, las cuales consideran que, si bien el motivo de la prohibición puede ser considerado cínico, constituye un intento por evitar la completa desaparición de esta formación vegetal. Organizaciones de la sociedad civil subrayaron asimismo que es necesario generar puestos de trabajo alternativos para la gente que ha estado viviendo de la producción de carbón.
Algunas zonas de la provincia están dispuestas a poner fin a la corta de madera del manglar. Sin embargo, ha sido denunciado por comunidades locales que en otros lugares ese comercio está protegido por los militares. Persiste además el problema de qué hacer con la gente que se gana la vida con la producción de carbón. Por ejemplo An Samnang, uno de los trabajadores en este rubro, originario de la provincia de Prey Veng, dice que empezó a producir carbón en Koh Kong cuando las cosechas en su tierra natal fracasaron. Esta actividad, aun siendo riesgosa y obligándole a vivir en una zona de malaria, le permitía ganarse la vida. Si ahora quiere salvarse a los manglares, será insuficiente –y socialmente injusto- utilizar la prohibición de corta como única herramienta para ello. La gente, al igual que los manglares, necesita soluciones para seguir viviendo.
Fuente: Late Friday News 32 (10/3/99) basado en un artículo de Bou Saroeun aparecido en Phnom Penh Post, 19/2/99.