Una de las principales razones que explican por qué las plantaciones forestales a gran escala son promovidas a nivel global, en tanto enfrentan una gran oposición a nivel local, es la manipulación de los conceptos y de la información dirigidos al público desinformado. Los árboles -cualquiera sea- son presentados como sinónimos de bosques y la mayoría de la gente percibe, con razón, a los bosques como algo bueno y necesario para la Humanidad. El hecho de que las plantaciones no tienen nada en común con los bosques no es tan fácil de entender por parte del público en general y en particular por el que reside en ambientes urbanos.
Por el contrario, las poblaciones locales pueden ver claramente la diferencia. Poco tiempo después que se instalan los monocultivos forestales a gran escala, éstas comienzan a percibir -y a sufrir- dicha diferencia. La fauna autóctona empieza a escasear en el área y en las cercanías de las plantaciones es casi inexistente. Los cambios en el ciclo hidrológico producen escasez de agua y en algunos casos incluso dan lugar a inundaciones superiores a lo normal luego de intensas lluvias. Las plantas útiles desaparecen. Los cursos de agua se deterioran por causa de la sedimentación resultante de la erosión de suelos generada por las plantaciones. El manejo de las plantaciones genera contaminación química por el intenso uso de agroquímicos. Estos cambios tienen fuertes implicaciones para los medios de vida de las poblaciones locales. La fauna, los peces, los hongos, las frutas, la miel, las verduras forman parte fundamental de su dieta. La disponibilidad segura de agua es básica para sus actividades agrícolas y de cría de animales. Los bosques suministran forraje, leña, medicamentos, madera para la construcción, materiales para quinchado, fibras y muchos otros productos y servicios. Las plantaciones no ofrecen nada de esto y para peor privan a la gente de la mayor parte de la tierra agrícola disponible, que pasa a ser propiedad de una gran compañía.
Sin embargo, las plantaciones son promovidas en todo el mundo como "bosques plantados". ¡Como si un bosque -con su complejidad de interacciones de las que participan seres humanos, energía, clima, suelo, agua y biodiversidad- pudiera ser plantado! Tarde o temprano la gente empieza a darse cuenta que las plantaciones no son "bosques". Es entonces cuando las compañías plantadoras recurren a otro tipo de argumentos para tratar de convencer a la opinión pública de que las plantaciones, aún admitiendo que no son bosques, son algo bueno. Uno de los argumentos más usados en este sentido es el de que "las plantaciones ayudan a aliviar la presión sobre los bosques nativos", suministrando productos que, en caso contrario, tendrían que ser obtenidos del bosque. Este argumento resulta atractivo, en especial para el número creciente de personas preocupadas por la deforestación . . . pero lamentablemente también es falso.
En efecto, todas las plantaciones en países tropicales han provocado, directa o indirectamente, la destrucción de los bosques nativos. La mayoría de las compañías plantadoras cortan los bosques para librar espacio para las plantaciones. Por otra parte, los monocultivos forestales de rápido crecimiento están más que nada destinados a abastecer la industria de la pulpa, por lo que no alivian en absoluto la presión sobre los bosques que ejercen las industrias del aserrado y de laminado. Lo que es más, muchas compañías productoras de pulpa y papel que instalan plantaciones para abastecer sus fábricas, también utilizan maderas tropicales como materia prima. Ello sucede tanto previo a que las plantaciones alcancen la edad de ser explotadas, como simultáneamente con el uso de la madera proveniente de éstas (ver, por ejemplo, el artículo sobre Venezuela publicado en este número).
A medida que se comprueba la falsedad de cada uno de sus argumentos, las compañías recurren a los servicios de "expertos" para que les inventen otros nuevos, procurando presentar este modelo insustentable de forestación como acepetable para diferentes tipos de audiencias. Uno de ellos es que las plantaciones generan empleos. El hecho de que las plantaciones eliminan más puestos de trabajo de los que generan y que la calidad de dichos empeos sea deficiente parece ser algo irrelevante para estos "expertos". Lo mismo sucede con el argumento de que las plantaciones son necesarias para satisfacer la creciente demanda de papel en un mundo crecientemente alfabeto. Este argumento esconde el hecho que aproximadamente el 40% del papel producido termina siendo usado para empaquetado y envoltorio, así como el hecho que los países del Sur que exportan pulpa a partir de sus extensas plantaciones (como Indonesia, Brasil, Sudáfrica o Chile) consumen 10 veces menos papel que los países industriales.
La inventiva de estos "expertos" para probar lo imposible parece inagotable. Lo cierto es que las plantaciones no son más que cultivos de árboles cuya finalidad es asegurar la demanda futura de la industria de la pulpa y el papel, una vez que sus fuentes tradicionales de suministro, vale decir los bosques nativos, se vean agotados. Como cualquier otra industria, su propósito es producir, vender y obtener ganancias. La diferencia es que esta industria -que en realidad es una de las más contaminantes y destructivas del mundo- quiere presentar sus plantaciones como un operativo de "reverdecimiento del mundo". Los árboles son verdes . . . al igual que el dólar, siendo éste el único color que realmente les interesa.