En diciembre de 2005, el principal general birmano Than Shwe ordenó el inicio de una campaña nacional de plantación de Jatropha curcas para la producción de biodiesel. El país debía plantar ocho millones de acres [3,2 millones de hectáreas], o sea un área del tamaño de Bélgica, en el plazo de tres años. Todos los estados y divisiones de Birmania, sea cual fuere su tamaño, debían plantar al menos 500.000 acres. En la División de Rangún, el 20% de la tierra disponible quedará cubierto de jatrofa.
El alza súbita del precio del petróleo, la disminución de las reservas de combustibles fósiles y la preocupación ante los gases de efecto invernadero que inciden en el cambio climático han dado impulso a una industria del biocombustible en plena expansión. La producción mundial de biocombustibles – combustibles fabricados a partir de biomasa o materia vegetal – se ha duplicado en los últimos cinco años, y se espera que vuelva a duplicarse en los próximos cuatro años.
Birmania inició un programa radical de plantación de jatrofa a pesar de la creciente preocupación internacional sobre los impactos negativos de la producción de biocombustibles, en especial cuando se implementa rápidamente o a gran escala.
Jatropha curcas es un pequeño árbol, o un arbusto, de la familia de las euforbiáceas. Originario de México y América Central, se ha propagado en el mundo entero y se le emplea principalmente en cercos que protejan los cultivos de los animales. En condiciones óptimas puede llegar a 6 metros de altura; tiene un tronco recto con gruesas ramas y hojas verdes. Se le ha llamado “árbol del biodiesel” porque con el aceite de sus semillas se produce este combustible. Las semillas de jatrofa rinden más aceite por hectárea que otros biocombustibles, y el aceite de jatrofa produce un quinto de las emisiones de carbono de los combustibles fósiles tradicionales.
Desde 2006, todos los sectores de la sociedad birmana se han visto obligados a destinar fondos, tierras agrícolas y mano de obra a la plantación de jatrofa. Maestros, escolares, agricultores, enfermeras y funcionarios públicos han recibido la orden de dedicar horas de trabajo a plantar a lo largo de las rutas, en las escuelas, los hospitales, las oficinas, los recintos religiosos y los campos donde anteriormente se producía arroz.
“Todo el personal del hospital debe plantar jetsuu [jatrofa]. Pasábamos el día arrancando hierbas. Se supone que cada
uno de nosotros debe plantar 500 arbolitos, pero nadie logra llegar a esa cantidad.” (Una enfermera del Estado de
Kachin)
“Todos nosotros, desde el 5º hasta el 9º grado, teníamos que plantar las semillas en el recinto de la escuela y en la
cancha de fútbol. Nuestro maestro nos dijo que era una orden de la directora.” (Un alumno del Estado de Kachin)
“Una de mis hermanas menores es maestra. Tiene que sembrar la planta y presentar informes de progreso todos los meses.
Las estadísticas son un dolor de cabeza para ella y sus colegas. Las autoridades les dijeron que si las plantaciones no tenían éxito no les pagarían el sueldo.” (Cultivador de arroz del Estado de Karenni)
Investigaciones llevadas a cabo en 32 comunas de cada estado birmano, que incluyeron 131 entrevistas a agricultores, funcionarios públicos e inversores, revelan que la gente ha sido multada, arrestada y amenazada de muerte por no cumplir con las cuotas asignadas, dañar las plantas o criticar el programa. Un resultado de las exigencias excesivas de tierras y mano de obra es el nuevo fenómeno de los “refugiados de la jatrofa”; en abril de 2008, ya eran cerca de 800 los que habían huido desde el Estado de Shan hacia la vecina Tailandia.
“En 2004, mi aldea tenía más de 800 habitantes de 240 familias. Ahora hay sólo 130 aldeanos de 30 familias. Desde 2004, el ochenta por ciento de la gente de mi aldea huyó a Tailandia a causa del SPDC [Junta Militar que gobierna a Birmania].” (Un jefe de aldea del Estado de Shan)
El árbol de jatrofa puede crecer en suelos pobres, y por lo tanto no compite forzosamente con los productos agrícolas. Sin embargo, la campaña de plantación implementada en Birmania está amenazando la seguridad alimentaria de los agricultores. Primero, la jatrofa se está cultivando en campos agrícolas ya existentes y en jardines domésticos, donde compite directamente con los productos alimenticios en lo que respecta al suelo y a los recursos hídricos. Segundo, la confiscación y el uso de tierras cercanas a los centros poblados obliga a los agricultores a buscar zonas de cultivos alejadas de sus hogares, con lo cual decrece la productividad y se aumenta la presión sobre el medio ambiente. Tercero, debido a la exigencia de abandonar sus campos para establecer y mantener las plantaciones de jatrofa, los agricultores tienen menos tiempo para ocuparse de sus propios cultivos. Algunos informan también que lo que se planta demasiado cerca de la jatrofa no se desarrolla bien.
“Tenemos 47 aldeas en nuestra comuna. En todas ellas, cada familia debe plantar medio acre de jatrofa, con lo cual
pierden parte de sus arrozales.” (Un funcionario del Estado de Karenni)
Los aldeanos de toda Birmania se ven forzados a “aportar mano de obra voluntaria” en las plantaciones y a lo largo de las carreteras, a razón de una persona por familia. Deben traer sus herramientas y comida y, si se niegan a ir, son objeto de represalias.
“En nuestro pueblo, una persona de cada familia debe ir a plantar jatrofa. Los líderes de la aldea dijeron que los que no fueran serían multados. Yo tuve que dejar mi propio trabajo para hacerlo. Algunos ancianos que no podían ir enviaron a sus nietos. Teníamos que plantar en línea recta a medida que instalaban los tutores. Antes de plantar, tuvimos que eliminar las malezas y lianas para preparar el terreno.” (Un agricultor del Estado de Mon)
“Los líderes de la aldea me llamaron y me dijeron que si no me presentaba me pondrían una multa de 3.000 kyat (US$ 2,50).
Estábamos obligados a plantar durante todo el día y teníamos que traer de casa nuestra comida.” (Un agricultor de las tierras altas del Estado de Kachin) (En cuanto a la importancia de la multa: el jornal promedio es de 1.500 kyat)
El trabajo forzado no es utilizado sólo para plantar jatrofa sino también para la construcción de fábricas procesadoras de aceite. El 3 de agosto de 2007, el batallón de Infantería 524 convocó a los residentes locales y los obligó a desbrozar la tierra a lo largo de la autopista, desde la aldea de Kali hasta la de Ta Kaw (centro del Estado de Shan), lugar donde se iba a construir una fábrica de aceite de jatrofa. Aunque los aldeanos debían traer el combustible para las desbrozadoras, el ejército les hizo pagar dinero extra para combustible.
Sin embargo, la gente sigue encontrando maneras de evitar o desafiar las órdenes. Un alto funcionario del Estado de Karenni admitió que muchas personas se niegan a plantar jatrofa. Algunos compran las plantas pero no las siembran, otros plantan menos de lo ordenado. Los carteles de propaganda de la jatrofa han sido mutilados.
Algunos se aprovechan de que las autoridades no pueden vigilar ciertas zonas. Un agricultor explicó: “Como nuestra circunscripción no está cerca de las carreteras principales, muchos no siembran las plantas.” (Un agricultor del Estado de Mon)
La agricultura es el pilar de la sociedad y la economía birmanas. Las políticas que inciden en ese sector deberían ser examinadas con cuidado y aplicadas con precaución. Los líderes y científicos mundiales están diciendo lo mismo sobre las iniciativas referentes al biocombustible. Sin embargo, la dictadura de Birmania se ha lanzado imprudentemente en una campaña de plantación de jatrofa de un volumen sin precedentes, que no sólo está dando muestras de fracaso, sino que está amenazando los medios de vida de los agricultores.
Para poder realizar un mejor proceso de desarrollo, es necesario garantizar el derecho a gestionar los recursos naturales y a
participar en la toma de decisiones sobre proyectos de desarrollo sustentable. Se requiere formular políticas agrícolas sostenibles, que garanticen el derecho a la tierra y la seguridad humana y permitan a las comunidades manejar sus propios recursos naturales. También los derechos de las mujeres y los pueblos indígenas deben ser garantizados.
Extractado y adaptado del informe: “Biofuels by Decree. Unmasking Burma’s bio-energy fiasco”, del Foro para el Desarrollo
Comunitario Étnico (ECDF), publicado en mayo de 2008, correo electrónico: unitedecdf@gmail.com. El informe completo (en inglés) está disponible en: http://www.terraper.org/file_upload/BiofuelbyDecree.pdf.