“Todos los aldeanos comprenden la necesidad de proteger el bosque. No podemos vivir sin él”. Quien habla es un habitante de la comuna Dak Dam, provincia de Mondulkiri, en el nordeste de Camboya. “Ahora nuestra vida es más difícil”, sostuvo.
Aproximadamente 20 de nosotros (de Vietnam, Tailandia, Camboya, Filipinas y el Reino Unido) nos sentamos junto a los aldeanos a la sombra del gran árbol próximo a la escuela local. Estábamos en camino a la “Conferencia regional del Mekong sobre plantaciones de árboles”, que se desarrollaría en Kratie en el transcurso de los dos días siguientes. Habíamos viajado a Dak Dam para averiguar cómo la comunidad indígena phnong lucha por preservar su tierra contra Wuzhishan, una empresa china-camboyana con fuertes vínculos en el gobierno camboyano. En agosto de 2004, el gobierno camboyano autorizó en principio a Wuzhishan a establecer una concesión de 199.999 hectáreas, con 10.000 hectáreas autorizadas de inmediato para su puesta a prueba y su plantación comercial.
“La compañía aumentó su superficie de tierras a 20.000 hectáreas”, nos informó un aldeano. Otro dijo que la empresa había tomado 30.000 hectáreas. Ni Wuzhishan ni el gobierno han dado a los pobladores un mapa con las operaciones de la plantación. “La gente pregunta por qué la empresa puede tomar la tierra”, señaló un lugareño. “Luchamos contra la empresa porque necesitamos la tierra para trabajarla. Nos hemos quejado durante dos años a la empresa”.
Los aldeanos no cultivan arroz con cáscara, sino arroz de secano en campos alternados de tala y quema. La compañía había plantado en esos campos de los lugareños. Este año la zona sufrió una sequía y parte del arroz fue destruido.
“La compañía taló todos los árboles de nuestra tierra, incluidos los árboles espirituales”, contó uno de los aldeanos. “En consecuencia, nuestra gente está sufriendo. La compañía también destruyó la tierra que utilizamos para enterrar a los ancestros. La compañía vino para talar los árboles grandes. Nosotros jamás cortamos esos árboles. En la cima de la colina cultivamos árboles frutales. La compañía taló todos los árboles y ahora no tenemos frutas. Antes vendíamos la fruta en el mercado para comprar comida”.
El impacto para la cultura desde que la compañía llegó a sus tierras fue un tema recurrente durante la reunión. “Nuestra cultura respeta los árboles y la tierra. Como pueblo indígena creemos que es importante que, de alguna manera, vivamos juntos. Se produjo un cambio en la cultura de la comunidad desde que llegó la compañía”, explicó un lugareño.
“Los trabajadores de la compañía se han aprovechado de los niños y las jóvenes”, agregó otro. “Algunas jóvenes se enamoraron de los trabajadores y luego la compañía se traslada a otra zona. Les tememos a los trabajadores. Ellos beben vino y cerveza y hacen cosas malas”.
“El gobierno ha prohibido la quema de los pastizales”, afirmó un aldeano, “pero necesitamos quemarlos para mejorarlos, para que pasten los animales”. La compañía contrató trabajadores para vigilar a los aldeanos que intentan quemar los árboles o tierras de su propiedad.
Un lugareño nos contó cómo la empresa utiliza productos químicos para eliminar el pasto en las zonas que cultiva. “Los químicos fluyen hacia los ríos y los arroyos. Esa es el agua que bebemos. Los químicos matan a los peces en los arroyos”.
Los pobladores protestaron ante las autoridades locales acerca de las operaciones de la empresa. El resultado fue mano dura y represión. Se les prohibió abandonar la provincia; por ejemplo, que asistieran a talleres en Phnom Penh. Cuando cientos de lugareños marcharon hacia Sen Monorom para solicitar al gobernador del distrito que se encargara de sus problemas, los recibieron con vehículos lanza-agua. Las autoridades les dijeron que volvieran a sus aldeas con la promesa de que resolverían la situación en cuestión de días. “Pero nada ha sucedido”, destacó otro aldeano. “Las autoridades dijeron que se trata del desarrollo de nuestro país. Pero esto no es desarrollo”.
Este año, los aldeanos organizaron una reunión para discutir sus problemas con Wuzhishan, pero ningún representante de la compañía se presentó. “Uno de los lugareños intentó reunirse con la compañía en Phnom Penh, pero sin resultados. La empresa nunca responde a nuestras quejas”.
Sawaad, un agricultor del noreste de Tailandia y uno de los participantes de la conferencia sobre las plantaciones del Mekong, dijo a los aldeanos: “Hace 15 años, en Tailandia enfrentamos los mismos problemas. No teníamos la experiencia suficiente cuando Phoenix Pulp and Paper comenzó a plantar árboles de eucalipto. El eucalipto causa problemas con el agua, el medio ambiente y nuestro sustento. Los derechos sobre la tierra son un gran problema. Antes de que supiéramos que existía un problema, éste ya estaba presente. Al principio la gente escribía cartas. Lo mismo que aquí. Enviamos muchas cartas, pero nadie respondió. Entonces comenzamos a formar grupos y crecimos hasta llegar a cientos de personas”.
Sawaad sonrió al explicar cómo los agricultores de Tailandia se organizaron para resistir la expansión de las plantaciones en sus tierras. “La gente debe hallar sus propias formas para presionar a su gobierno. En Tailandia hemos creado la Red de Pequeños Agricultores del Nordeste y la Asamblea de los Pobres. Realizamos manifestaciones para protestar y negociar con el gobierno. No sé con exactitud cuántas protestas hubo en los últimos 15 años, pero probablemente sean entre 300 y 500. En 1997, la Asamblea de los Pobres realizó una protesta durante 99 días frente a la Casa de Gobierno de Bangkok. A veces a la protesta concurrían cientos de personas; a veces decenas de miles. Debemos depender de nosotros mismos, de nuestros movimientos. No podemos depender de nadie más”.
Uno de los lugareños de Phnong preguntó cómo reaccionó el gobierno ante las protestas. “El gobierno hizo todo lo que pudo para detenernos”, respondió Sawaad. “Yo estuve en la cárcel ocho veces. Pero logramos trabajar como una red, no sólo como pequeños grupos de personas. Así que si el gobierno atacaba a una persona o encarcelaba a otra, la red simplemente seguía funcionando”.
Nos alejamos de la aldea atravesando las colinas ondulantes. Observábamos los pinos de la empresa plantados en pequeños círculos despejados que salpicaban el paisaje. Mientras comenzaba a llover, recordé las palabras de un lugareño: “Seguiremos quejándonos ante el gobierno hasta que el gobierno nos devuelva la tierra”.
Por Chris Lang, correo electrónico: http://chrislang.org, www.chrislang.blogspot.com