Indonesia es uno de los países con la mayor cantidad de habitantes – un total de 220 millones de personas – y la mayor población rural del mundo.
El país cuenta hoy en día con unos 6 millones de hectáreas de tierras dedicadas a la palma aceitera, y ha deforestado el triple de esa superficie, unos 18 millones de hectáreas de bosques, en nombre de la expansión de dicho cultivo. Los planes regionales ya existentes prevén destinar otros 20 millones de hectáreas a las plantaciones de palma aceitera, sobre todo en Sumatra, Kalimantan, Sulawesi y Papúa Occidental, y hay proyectos en discusión para establecer la mayor plantación de palma aceitera del mundo, de 1,8 millones de hectáreas, en el corazón de Borneo.
Desde los años 90, la demanda de Europa occidental por productos derivados de la palma aceitera ha sido medianamente estable, mientras que la demanda desde la India, Pakistán, China y el Oriente Medio creció de manera exhorbitante. Estos nuevos mercados, así como los de Europa oriental, continuarán creciendo a medida que sus habitantes adopten cada vez más los estilos de vida “occidentales” consumistas. Por otro lado, el aceite de palma crudo se está promoviendo también como una fuente de “biodiesel” apropiada para países de Europa y Japón, que han adoptado políticas de energía renovable como parte de sus compromisos para implementar el Protocolo de Kyoto. El crecimiento de estos mercados es actualmente el motor principal para la expansión de la palma aceitera en el Sudeste Asiático, el cual resulta atractivo para los productores por varias razones, entre ellas el clima favorable, la mano de obra comparativamente barata, el bajo costo de arrendamiento de la tierra y los planes oficiales para desarrollar el sector mediante marcos legales atractivos (o la no aplicación de reglamentaciones existentes), préstamos baratos e incentivos fiscales.
Los nuevos mercados para los “biocombustibles” también representan una posibilidad de incrementar las ventas de aceite de palma. Está previsto que la demanda mundial de este producto se duplicará para el año 2020, a una tasa de crecimiento anual cercana al 4% (comparada con un incremento del 2% anual para el aceite de soja), y los planes nacionales de desarrollo de Indonesia están diseñados para que el país se asegure una gran porción de estos mercados.
Juntando todas las cifras disponibles sobre los planes provinciales de uso de la tierra, obtenidas de los diarios y de otras fuentes varias, Sawit Watch encontró que los gobiernos locales ya han propuesto destinar casi 20 millones de hectáreas del territorio nacional para el desarrollo de la palma aceitera. Hoy en día, el gobierno indonesio está promoviendo la producción de biodiesel de aceite de palma tanto para uso interno como para la exportación.
Estas tendencias, planes y proyecciones podrían tener importantes consecuencias para los bosques indonesios y los pueblos que dependen de ellos. La tala de bosques para el cultivo de palma aceitera es uno de los principales motores de la deforestación en dicho país y una causa de los incendios forestales; otra razón importante es la explotación maderera por parte de los especuladores.
La expansión de la palma aceitera implica una redistribución importante de la tierra y los recursos, grandes cambios en la vegetación y los ecosistemas locales, inversiones sustanciales y nuevas infraestructuras, movimientos de personas y poblados y transformaciones importantes en el comercio local e internacional. Todo esto afectará a las comunidades locales, que enfrentan serios problemas y están, en su mayoría, en conflicto con las empresas por la tierra. Existe un sentimiento generalizado de que les han quitado sus tierras con engaños, las han convencido con falsas promesas y les han negado la posibilidad de participar en la toma de decisiones. Entre las muchas irregularidades en torno a la forma en que las empresas han adquirido y mantenido las tierras, las más sobresalientes son las siguientes:
* derechos consuetudinarios no reconocidos; *establecimiento de plantaciones sin un permiso del gobierno; *falta de información a las comunidades; *acuerdos de consenso no negociados; *líderes tradicionales manipulados para realizar ventas forzadas; *compensaciones no pagas; *promesas de beneficios incumplidas; *parcelas no asignadas a los pequeños agricultores o no mejoradas; *pequeños agricultores plagados de deudas injustificadas; *estudios de impacto ambiental realizados demasiado tarde; *tierras sin producir dentro del período estipulado; *resistencia de la comunidad aplastada mediante la coacción y el uso de la fuerza; *serias violaciones de los derechos humanos.
En algunas plantaciones de palma aceitera, los grupos afectados están llevando a cabo acciones colectivas para recuperar las tierras que les fueron quitadas por la fuerza durante los últimos 32 años. Han vuelto a ocupar campos, destruido propiedades de las empresas tales como edificios y molinos, arrasado plantaciones, perseguido a los trabajadores de las mismas, etc. Tales acciones crean oportunidades para que los provocadores amplíen los conflictos y extiendan la confusión social, agravando una violencia comunal generalizada (conocida como “conflicto horizontal”) que se ha transformado en una característica de la era de reformas en Indonesia. La falta de mecanismos para resolver disputas territoriales de larga data está detrás de muchos de estos problemas.
Extraído y adaptado de “Promised Land: Palm Oil and Land Acquisition in Indonesia – Implications for Local Communities and Indigenous Peoples”, un nuevo informe de Marcus Colchester, Norman Jiwan, Andiko, Martua Sirait, Asep Yunan Firdaus, A. Surambo, Herbert Pane, miembros de Forest Peoples Programme, Sawit Watch, HuMA y el Centro Mundial de Agroforestería (ICRAF), publicado el 17 de noviembre de 2006, disponible en inglés e indonesio en: http://www.forestpeoples.org/documents/prv_sector/oil_palm/promised_land_eng.pdf