La crisis del clima se parece mucho a otras crisis ambientales. Ponerse de acuerdo con la interpretación científica es el menor de los problemas; lo más difícil es organizar estrategias eficaces y democráticas para la acción. ¿En qué panorama político deben actuar los activistas del clima? ¿Con quién se puede hacer alianzas y cómo? ¿Quiénes son los malos y quiénes los buenos?
Para muchos ambientalistas, especialmente del Norte, todo parecía bastante simple.
Los buenos eran los que prestaban atención a las advertencias de los científicos expertos en el clima, los que promovían la conservación de la energía y las fuentes de energía renovables, los que lograban que las negociaciones internacionales se centraran en buscar soluciones para el calentamiento global. Con ellos, uno se aliaba e intentaba presionar a los gobiernos para que tomaran medidas para detener la liberación de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Los malos eran los que negaban que el clima estaba cambiando, o decían que los seres humanos no podían o no debían hacer nada respecto de estos cambios. Eran los que afirmaban que las cosas debían seguir más o menos como antes. Uno trataba de convencerlos, a ellos y a otros, de que estaban equivocados, y resistía sus esfuerzos de bloquear las negociaciones internacionales. Los detalles podían quedar para otro momento.
En algunos rincones del planeta todavía puede parecer que de esto se trata la política del clima. Después de todo, todavía hay facciones poderosas que dicen que el clima no es nada para desesperarse, incluso el presidente de los Estados Unidos, George Bush y el grupo de compañías a las que representa. Quien se centre sólo en esta retaguardia, probablemente todavía vea el debate actual sobre el clima como un enfrentamiento entre quienes quieren “hacer algo” y quienes no. La mayoría de los periodistas que se ocupan del clima se ubican dentro de esta categoría y siguen elaborando sus historias en torno a un análisis político simplista del tipo “Estados Unidos malo, Kioto bueno” o “Exxon/Mobil malo, verdes buenos”.
Pero esta forma de analizar las cosas rápidamente va quedando obsoleta. Ya no es tan fácil distinguir a los buenos de los malos. Y es todavía más difícil plantear estrategias eficaces para la acción.
Es evidente que algo raro está pasando cuando la British Petroleum, admitiendo que el planeta se está calentando, cambia su nombre a “Beyond Petroleum" (Más allá del Petróleo) y Shell International monta un molino de viento frente a su oficina de Londres para “hacer algo” sobre el cambio climático, mientras ambas empresas siguen intentando aumentar sus ventas de petróleo y gas.
Resulta revelador que tanto la Unión Europea (UE) como la renombrada empresa de venta de energías Enron, exijan al Presidente Bush que reconozca la gravedad del cambio climático -mientras las emisiones de la UE siguen aumentando y Enron no muestra signos de abandonar el negocio de la energía fósil.
Y algo huele mal cuando empresas grandes y pequeñas afirman que están ayudando a resolver el problema del cambio climático invirtiendo en plantaciones de árboles, y los delegados a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático --que alguna vez se sintió como una gran esperanza para la acción sobre el clima-- concentran su atención en programas comerciales y proyectos de desarrollo que solo contribuyen a agravar el calentamiento global.
En resumen, mientras cada vez más gente afirma estar haciendo algún tipo de acción respecto al clima, las cosas sólo parecen empeorar. No es de extrañar que los ambientalistas estén confundidos.
Demasiado carbono fósil sin ubicación
Evidentemente es hora de reevaluar la política del clima. Pero, ¿por dónde empezar?
Un camino es volver a la vieja idea de que el calentamiento global es, como otros problemas ambientales, no tanto un fenómeno físico sino en mucho mayor medida un problema político, social y económico. Desde esta perspectiva, la crisis del clima no es un tema nuevo. Es solamente un ejemplo más de un problema que lleva siglos --la saturación de los basureros de desechos-- y que está estrechamente vinculado con el poder y los derechos.
Desde la revolución industrial, algunas sociedades humanas han extraído grandes cantidades de carbono nuevo del subsuelo, y al quemarlo, lo han liberado a la superficie. En los hechos han acumulado ese carbono en la atmósfera y los océanos como dióxido de carbono, y en la vegetación y rocas superficiales bajo la forma de otros compuestos de carbono.
Esos sistemas superficiales tienen bastante mayor capacidad de manejar el carbono superficial liberado a través de la combustión diaria de biomasa. Pero no están hechos para reciclar de forma segura todo el carbono nuevo proveniente del subsuelo --que representa una cantidad mucho mayor. El carbono de origen fósil tiende a acumularse en la atmósfera, donde produce el calentamiento global. Pero esta liberación no puede continuar en forma indefinida. Si se extrajera de la tierra todo el carbono fósil remanente y se liberara a la superficie, la tierra probablemente se volvería inhabitable.
La respuesta de una persona criteriosa ante este grado de gravedad de la saturación de los vertederos sería reducir el ritmo o detener la producción de la sustancia que desborda el vertedero. ¿Cómo reducir los peligros del DDT, los clorofluorocarbonos o el cloruro de polivinilo vertidos? Dejando de producirlos. ¿Cómo reducir los peligros del cambio climático? Dejando de extraer combustibles fósiles.
No hay nada nuevo ni sorprendente en esta conclusión. Incluso el ex ministro de petróleo de Arabia Saudita, Sheikh Zaki Yamani, ha señalado que "la Edad de piedra no terminó por falta de piedra, y la Edad del petróleo terminará mucho antes de que se acabe el petróleo del planeta". La mayoría de los combustibles fósiles deberá quedar en el subsuelo, así como la mayoría de las piedras del mundo nunca se van a transformar en puntas de flechas o monumentos de piedra como el de Stonehenge en Inglaterra.
Esto no es nada trágico. El mundo no terminó cuando se dejaron de construir Stonehenges. Y no hay por qué sufrir innecesariamente si se hacen planes ahora para asegurar que la mayoría del carbonoi que todavía está bajo tierra nunca vea la luz del día.
Pero, lamentablemente, las compañías que utilizan la mayoría de los vertederos de carbono no ven las cosas de esa manera. No está en su naturaleza ni en la del sistema que integran, dejar de producir el material que llena los vertedero o aceptar tecnologías nuevas que podrían invadir sus actuales mercados básicos. Así como los comerciantes de caballos no estaban entusiasmados con invertir en las primeras industrias automovilísticas, las compañías petroleras no están dispuestas a abandonar los hidrocarburos, ni los fabricantes de autos están dispuestos a dedicarse a otra actividad. En vez de reducir el flujo de carbono proveniente de fuentes subterráneas, estas empresas -y sus colaboradores- esperan, contra todo pronóstico, encontrar nuevos vertederos superficiales donde verterlo. O confían poder excluir a otros del uso de los vertederos existentes.
Existe un eufemismo común que se puede aplicar a este proceso. Los vertederos de carbono, como antes el petróleo, se han convertido en un recurso económicamente escaso. Esto no sólo significa que hay más personas utilizando un espacio físicamente limitado. También significa que los vertederos de carbono actualmente forman parte de un sistema económico que hace difícil que la mayoría evite que un pequeño grupo de élites los utilice en exceso --o que las propias élites se planteen dejar de hacerlo.
Fallas del mercado
El criterio predominante para enfrentar esta crisis es formalizar, intensificar y manejar esa escasez, convirtiendo los vertederos en una mercancía e intentando "asignarles un precio". Pero ese método no está funcionando.
Otro ejemplo de este enfoque orientado a la privatización es el Protocolo de Kioto. Kioto concedería a las industrias del Norte derechos por valor de miles de millones de dólares para usar los espacios de vertedero de carbono existentes, permitiéndoles vender los derechos que no utilicen. Pero inmediatamente surgen dos problemas. En primer lugar, el derecho de vender estos espacios de vertedero se concedería sólo al Norte, que ya utiliza prácticamente la mayoría. Si bien se permitiría a los países del Sur seguir usando el espacio existente, éstos no tendrían derecho a venderlo. En segundo lugar, se concederían muchos más derechos que los espacios de vertedero existentes. Para 2012, se permitiría a los países del Norte beneficiarios del protocolo de Kioto seguir efectuando casi un 100% de las transferencias de carbono subterráneo hacia la superficie con relación a las que hacían en 1990. El consenso de los científicos es que se debería alcanzar una reducción de entre 20% y 40% con respecto a los niveles de 1990 para evitar la saturación de los vertederos. Esta es una de las razones por las cuales el precio de los espacios de vertedero de carbono no tengan ninguna relación con su valor climático.
Dentro de los países, también, los derechos a comprar y vender los espacios de vertedero existentes quedaría en manos casi exclusivamente de los grandes usuarios -y nuevamente, superaría en gran medida lo que hay para distribuir. Por ejemplo, en el Reino Unido, según el programa de comercio de emisiones de la UE, entre la mitad y los dos tercios de los derechos de uso de vertederos con un valor de miles de millones de libras serán entregados a las empresas generadoras de energía, y más del 10% a empresas productoras de petróleo y gas. Casi ninguno de los demás usuarios de estos espacios de vertedero que se está entregando --un espectro que abarca desde cultivadores de arroz bangladeshíes a empleados de oficina londinenses-- ha sido consultado sobre ese acuerdo.
Otro problema es que al igual que a principios del siglo pasado la mercantilización y la fijación de un precio al petróleo impulsó a las empresas privadas y a los países a buscar nuevas reservas de ese mineral, de la misma forma la mercantilización y la fijación de un precio a los vertederos de carbono existentes está promoviendo la búsqueda de nuevos vertederos. Las industrias basadas en el combustible fósil quieren bajar los precios de los vertederos de carbono encontrando otros nuevos. Un número creciente de empresas y países esperan hacer dinero vendiendo nuevos vertederos. El Banco Mundial, los comerciantes de carbono y las firmas consultoras intervienen como intermediarios.
El resultado es que se están creando dos nuevos vertederos. Uno surgirá a partir de tierras, bosques, suelos, agua, incluso parte de los océanos. Se prevé que el carbono sería absorbido por vegetación nueva o vertido al mar. Un segundo nuevo vertedero se extendería hacia el futuro: los usuarios de combustibles fósiles comprarían el permiso para seguir vertiendo carbono mediante la inversión en actividades que, si bien contribuirían a aumentar los flujos de carbono fósil hacia la superficie de la tierra, supuestamente lo harían en un grado menor a lo que “hubiera sido” el caso de no existir ese mecanismo. Se descartarían como imposibles las alternativas futuras que implicaran utilizar menos carbono. En los hechos, el carbono se acumularía en el futuro.
La trampa es que el proyecto de crear estos nuevos vertederos es imposible. El carbono fósil, el carbono biosférico y el hipotético carbono futuro pertenecen a categorías diferentes. No se pueden sumar y restar unos y otros en el mismo libro de contabilidad climática. Debido a una variedad de razones técnicas, ninguno de los presuntos nuevos "vertederos" podría demostrar que tiene la capacidad de recibir una cantidad especificada de carbono nuevo. Cualquier precio que se les asignara sería arbitrario, y cualquier mercado creado en torno a los mismos, es casi seguro que exacerbaría el cambio climático. La International Energy Agency ya prevé un aumento del 70% de las emisiones mundiales entre 1997 y 2012. El proyecto de "nuevos vertederos" --apoyado por el Protocolo de Kioto-- no haría más que aumentar esta cifra sancionando ilegítimamente que se continúe transfiriendo carbono subterráneo hacia los vertederos biosféricos y atmosféricos existentes (y saturados) de la superficie. Para bien o para mal, el mundo deberá conformarse con los vertederos de carbono de superficie ya existentes.
En este punto el contraste con la exploración y el desarrollo petroleros es fuerte. Hasta cierto punto es posible localizar nuevas reservas de petróleo cuando las actuales se agoten. Pero ya no existen extensas áreas donde encontrar nuevos y grandes vertederos de carbono. Los recursos de combustible fósil pueden ser "no renovables", pero los "nuevos vertederos de carbono" son, mayoritariamente, un producto de la imaginación.
Para empeorar las cosas, el intento de habilitar nuevos vertederos de carbono ficticios agravaría aún más las desigualdades sociales existentes a nivel mundial. Los países del Sur en particular, ya están destinando tanto tierras escasas como ingenio humano a los contraproducentes esfuerzos de inaugurar nuevos vertederos de carbono para el Norte, con la esperanza de que se conviertan en una fuente permanente de dólares. Esa esperanza carece de fundamento. Pero antes de que termine malográndose, la resistencia local le hará la vida imposible a muchos promotores de vertederos de carbono en todo el mundo. Ya ha surgido oposición a los nuevos programas de carbono en Hawai'i, donde los pobladores locales luchan contra un experimento estadounidense-japonés de vertido en el océano; en Tanzania, donde los agricultores fueron estafados por un proyecto de plantaciones para absorción de carbono patrocinado por Noruega; en Brasil, donde agricultores y sindicatos enfrentan a una empresa productora de hierro en lingotes que solicita subsidios climáticos; y en muchos otros lugares.
Una cuestión de estrategia
Una mejor forma de avanzar que el enfoque que prioriza al mercado es dejar de tratar a los combustibles fósiles y a los vertederos de carbono como si fueran recursos. La supervivencia humana estará en juego en la medida que cualquiera de ellos siga sujeto a la actual dinámica incesante de conversión, agotamiento y búsqueda de nuevas reservas al servicio de una pequeña élite.
Así como se deberá dejar bajo tierra la mayor parte del carbón y el petróleo remanente, también se deberá suspender la búsqueda --basada en un autoengaño-- de vertederos de carbono nuevos que reciban las emisiones del mundo rico. El carbono fósil, el carbono biosférico y el carbono hipotético no pueden ser incluidos en el mismo sistema de contabilidad y tratados como un mismo "recurso". No es posible demostrar que cinco o seis árboles o una inversión de US$ 50 en una planta generadora de energía alimentada a biomasa son "climáticamente iguales" a la extracción de una tonelada métrica de carbón. Lo que debe surgir, en cambio, es una nueva política para distribuir de forma equitativa la capacidad existente en el mundo de reciclar el carbono.
¿Quiénes son los aliados más firmes que probablemente se sumen a un movimiento de este tipo? ¿Quiénes, por otra parte, son los que tal vez deban ser convencidos? Separar a los "buenos" de los "malos" de esta forma no es hacer un juicio moral. Es simplemente hacer intentos realistas de adivinar dónde podrían hacerse alianzas climáticas inmediatas más fructíferas.
Algunas de las respuestas resultan sorprendentes. Por ejemplo, muchos de los aparentemente "buenos", que quieren que EE.UU. y Rusia firmen el Protocolo de Kioto, probablemente se enfrenten con uñas y dientes al enfoque constructivo que acabamos de describir. El Protocolo de Kioto se está convirtiendo cada vez más en un estatuto para facilitar nuevas transferencias no sustentables de carbón de fuentes subterráneas a la superficie y para anexar los recursos de los países pobres que se destinarían a nuevos vertederos de carbono imaginarios. Esto arrastra a quienes se han comprometido a lograr a cualquier costo la ratificación del Protocolo, a territorios cada vez más turbios.
Tampoco estar a favor de plantar árboles o de utilizar energías renovables es ya necesariamente una muestra de compromiso con una política climática constructiva. Actualmente, todo un espectro de actores empresariales está dispuesto a apoyar estas tecnologías, meramente como forma de "compensar" y allanar el camino para continuar con la explotación de carbón y petróleo, con escaso interés por su eficacia climática o los impactos que sufren los pueblos locales.
En resumen, las preguntas que deben plantearse aquellos que estén buscando aliados para una acción climática constructiva ya no son preguntas como: "¿quién toma en serio la evidencia del cambio climático producido por el ser humano?", "quién se ha comprometido a ‘hacer algo’ en relación con el calentamiento global?", "quién está a favor (o en contra) de Kioto?" o "¿quién apoya (o está en contra de) fuentes de energía alternativas?"
En su lugar, las preguntas son:
* ¿Qué grupos sociales tienen mayor interés en trabajar para detener la liberación de carbono fósil a la atmósfera?
* ¿Quién tiene mayor motivación para insistir en un uso más igualitario de los vertederos de carbono superficiales existentes?
* ¿Quién tiene las mejores razones para tratar de impedir que las empresas y los gobiernos sigan apoderándose de tierras y agua para instalar posibles vertederos de carbono nuevos?
* ¿Quién tiene integridad como para sostener una opinión científica en contra de incluir el carbono fósil y el carbono biosférico en el mismo libro contable?
Desde el punto de vista negativo, algunas preguntas importantes son:
* ¿Quién continuaría comprometido con el enfoque destructivo que prioriza el mercado y que apunta a transferir cada vez más carbono del subsuelo a la superficie terrestre, sobrecargando los vertederos existentes?
* ¿Quién tiene intereses estructurales en restringir el acceso a los vertederos de carbono existentes por parte de las elites?
* ¿Quién tiene mayor incentivo para seguir buscando nuevas soluciones extravagantes para la crisis del clima, basadas en el control de la contaminación al final del proceso y no en la prevención?
Oteando el panorama
Las respuestas dan mucho que pensar.
Por ejemplo, los criterios mencionados sugieren que algunos de los partidarios más acérrimos del enfoque constructivo con relación al cambio climático probablemente sean los pueblos indígenas y otras comunidades locales que luchan en forma directa contra la extracción de combustibles fósiles, las plantas alimentadas a combustible fósil, la expansión de aeropuertos o sistemas de transporte alimentados a combustible fósil; los movimientos de justicia ambiental; los movimientos enfrentados a las plantaciones industriales de árboles o a destructivos proyectos "de compensación"; etc. (Por más detalles, ver el artículo siguiente).
También sugieren que habrá una amplia gama de actores enfrentados al enfoque constructivo, con distintas motivaciones y grados de compromiso.
Un de esos grupos, por supuesto, abarca a varios de los mayores extractores y usuarios de combustibles fósiles:
* Las compañías petroleras, sean "progresistas" como Shell o "dinosaurios" como Exxon/Mobil, seguirán demostrando su compromiso con la transferencia indefinida de carbono fósil a la atmósfera y la privatización de los vertederos de carbono. BP-Amoco, por ejemplo, quizás haya prometido reducir su propias emisiones empresariales, pero sigue buscando subsidios para proyectos como un nuevo oleoducto de un millón de barriles diarios que transfiere carbono subterráneo desde el Mar Caspio a los tanques de combustible estadounidenses y europeos, y un proyecto de desarrollo de reservas siberianas de US$ 7.700 millones. También es un inversor líder en el intento de crear nuevos vertederos de carbono a través del Banco Mundial.
* Los generadores de energía con uso intensivo de combustible fósil como la Electric Power Development Company de Japón o TransAlta invierten en "proyectos de compensación" --plantaciones de árboles, energía renovable o control de las emisiones de metano del ganado--, como parte de programas integrados para continuar la explotación de combustible fósil.
* Otras industrias pesadas como la automovilística, transporte, hierro y acero, productos químicos, construcción, celulosa y papel y metales no ferrosos, aún cuando se ven obligadas por la legislación a tomar en cuenta el cambio climático, también apoyan soluciones que implican comerciar el carbono superficial o hipotético para poder continuar con la extracción de combustibles fósiles.
* Millones de consumidores con buen poder adquisitivo se han vuelto dependientes en gran escala de un uso excesivo de combustibles fósiles.
Es necesario individualizar a esos actores, para refutar la afirmación simplista de que "todos somos responsables del cambio climático". No se debe perder de vista en ningún momento el hecho de que los oleoductos más importantes que transportan carbono bajo la superficie de la tierra se abren y se mantienen abiertos para beneficio de una pequeña minoría de habitantes del mundo.
Sin embargo, el problema mayor no lo constituyen quienes hacen un consumo excesivo de los combustibles, sino que es el sistema que produce y mantiene modelos de uso excesivo. El problema no es que un pequeño grupo que son los malos de la película y que por naturaleza gustan usar carbón, petróleo y gas, haya logrado de alguna forma apoderarse de las palancas del poder. Si fuera sólo eso, la crisis del clima sería menos atemorizante de lo que es.
Aunque tampoco es cierto que el sistema que deja al mundo “atrapado” en el uso desmedido y desigual de vertederos de carbono surja de una "necesidad económica" impersonal o de la nada. Se trata, por el contrario, de un sistema mantenido a plena conciencia por otro grupo de actores que merecen que le dediquemos una mayor atención. Por ejemplo:
* Las instituciones financieras internacionales subsidian la extracción continua de combustible fósil con una mano, y con la otra intentan crear un mercado para nuevos vertederos de carbono imaginarios. Por ejemplo, a lo largo de la última década, el Banco Mundial ha apoyado 22 veces más proyectos de energía alimentados por combustible fósil que por fuentes de energía renovable, y continúa apoyando proyectos de extracción como el oleoducto Chad-Camerún. Al mismo tiempo, a través del Fondo del Prototipo de Carbono, el Fondo de Carbono para el Desarrollo Comunitario y el BioCarbon Fund, combate los esfuerzos de los pobladores locales por mantener sus tierras, su agua, su aire y su futuro fuera de las garras de los que invierten en vertederos de carbono, como Mitsubishi, Deutsche Bank, Tokyo Electric Power, Gaz de France y los gobiernos de Holanda, Noruega, Finlandia, Canadá, Suecia y Japón.
* Los gobiernos del Norte, incluso los defensores más férreos del Protocolo de Kioto, siguen a la vez subsidiando proyectos basados en combustibles fósiles y apoyando la privatización de vertederos de carbono y programas insostenibles de "comercio de carbono". En julio, por ejemplo, la Comisión Europea, que pretende presentar a los estados miembros de la UE como los "héroes del clima", en oposición a EE.UU., propuso permitir que las compañías privadas ayuden a crear nuevos vertederos de carbono especulativos en el exterior, en lugar de reducir su propio uso de combustibles fósiles. Esto podría llegar a significar que la UE podría quemar tanto así como un tercio más de carbón, petróleo y gas de lo que se le permitiría en virtud del Protocolo. Gobiernos como el de Holanda, mientras tanto, están haciendo los máximos esfuerzos para ayudar a preparar proyectos de vertederos de carbono que les permitirían seguir emitiendo más gases de efecto invernadero en su país.
* Los grupos de poder de las empresas internacionales también están presionando para que se creen nuevos vertederos de carbono privados que recibirían emisiones de combustibles fósiles. Algunos son la Cámara Internacional de Comercio, la Asociación Internacional del Comercio de Emisiones y la Asociación de Comercialización de Emisiones.
Un grupo en rápido crecimiento integrado por empresas, organizaciones e investigadores, ha creado mientras tanto su propio nicho ofreciendo "servicios de vertederos de carbono", ayudando a promover el auge del comercio de nuevos vertederos y evitando la democratización de los vertederos existentes. Al hacerlo están ayudando a minimizar la amenaza que representa la reacción pública y legislativa ante las advertencias de científicos y de las Naciones Unidas sobre el peligro del calentamiento global, para los intereses a corto plazo de los explotadores de combustibles fósiles. Estos actores también han ejercido una fuerza gravitatoria que ayuda a "arrastrar" la estructura sobre clima de las Naciones Unidas, incluso a sus asesores climatológicos, hacia una posición empresarial que apoya el aumento de la quema de combustibles fósiles junto con la creación de más vertederos. Sus motivaciones, sin embargo, tienden a ser muy diversas. Por ejemplo:
* Firmas del sector financiero como EcoSecurities (ver artículo de Laos), NatSource, CO2e.com y Climate Change Capital venden servicios de asesoría, corretaje e intermediación financiera para firmas que buscan nuevos vertederos de carbono, especialmente como forma de resolver el volumen creciente de legislación sobre el clima en todo el mundo. Con frecuencia son conscientes de que el impacto climático de su trabajo está sujeto a críticas, pero han aprovechado y ampliado hábilmente una nueva oportunidad de mercado.
* Empresas de gestión de riesgo o contables como Det Norske Veritas y Societe Generale de Surveillance "validan" y "verifican" las cantidades de carbono fósil "absorbidas" o "compensadas" por los nuevos vertederos. También son conscientes de los cuestionamientos que los activistas locales y otros ambientalistas plantean con relación a su trabajo, pero a menudo están divididas entre las presiones para respetar las reglamentaciones de las Naciones Unidas o las normas científicas o contables, por un lado, y la necesidad de captar futuros clientes empresariales, por el otro.
* Los organismos de las Naciones Unidas como la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD por sus siglas en inglés), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ayudan al sector empresarial a investigar y crear nuevos vertederos de carbono. Todos comprenden la posible importancia futura del "dinero de mitigación climática" para las burocracias del desarrollo.
* Compañías de explotación forestal, plantaciones, represas y "carbón limpio" están listas para poner sus instalaciones industriales de árboles o de generación de energía al servicio de los emisores de combustible fósil.
* Los gobiernos del Sur tienen la esperanza de que las empresas y los organismos internacionales y bilaterales ansiosos de crear nuevos vertederos de carbono financien sus proyectos de desarrollo y sus burocracias. Pero a menudo eso implica que puedan llegar a enfrentarse a los intereses de los pobladores locales.
* Investigadores académicos de universidades e instituciones nacionales de investigación, en campos que van desde la economía a las ciencias del suelo, la biología, la ingeniería genética, el manejo forestal, la ingeniería y la geología, aportan más investigaciones (y con frecuencia bien financiadas) sobre cómo crear y justificar nuevos vertederos de carbono.
* Los think tanks (centros de investigación y análisis de políticas públicas) como Point Carbon, ayudan a las empresas interesadas a analizar el mercado del carbono. Las ONGs que aplican enfoques de mercado a los problemas ambientales, como World Resources Institute, Pew Center for Climate Change, Environmental Defense y National Resources Defense Council, también colaboran en esta dirección.
* Algunas firmas comercializadoras afirman estar en condiciones de crear proyectos "de compensación", como por ejemplo bosques, para absorber "todo el dióxido de carbono nocivo" emitido por personas, empresas o reuniones de las Naciones Unidas. Un ejemplo destacado es Future Forests, con sede en el Reino Unido, que vende a sus clientes una etiqueta patentada como "carbono neutral". A diferencia de compañías como EcoSecurities, Future Forests se dedica menos a ayudar a sus clientes a enfrentarse a la nueva legislación relativa al clima, y más en ayudarles a publicitarse ante la opinión pública como empresas con una actitud responsable ante el clima.
* Las ONG que comparten la posición predominante, como The Nature Conservancy, Forest Trends y Pelangi, esperan traducir la financiación proveniente de los vertederos de carbono en apoyo a proyectos de conservación de la naturaleza o fomento rural. Menos limitadas por normas profesionales que los validadores, sus programas para utilizar fondos resultantes de actividades vinculadas al clima en apoyo de sus actividades centrales tienden a ser incluso de mayor alcance.
Y en algún lugar del medio, mientras tanto, están las organizaciones que siguen confusamente primero una corriente y luego otra. La lista es larga, pero a continuación presentamos algunos de los ejemplos más interesantes.
* La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático sigue dividida por intereses contradictorios. Por un lado están los resultados científicos que resaltan la importancia de reducir los flujos de transferencia hacia los vertederos de carbono biosféricos y atmosféricos, junto con las presiones de los países del Sur para democratizar el acceso a los vertederos de carbono existentes. Por otro, las presiones de las empresas para privatizar los vertederos de carbono y ampliar su capacidad. La influencia de las empresas ha ganado en el Protocolo de Kioto, pero la situación del tratado sigue siendo incierta.
* Las empresas reaseguradoras que deben enfrentar el riesgo financiero de eventos climáticos catastróficos, como Swiss Re y Munich Re tienen fuertes incentivos para presionar en favor de la reducción de la liberación del carbono subterráneo a la superficie y poseen una mayor conciencia comercial sobre el cambio climático. Pero al mismo tiempo han sido seducidas por el espejismo de que la construcción de los nuevos vertederos de carbono es una respuesta "proactiva" al problema.
* Los científicos del clima, si bien a menudo resaltan los peligros de la transferencia continua de carbono fósil a la superficie, también son vulnerables a las presiones y prestan apoyo a proyectos de vertederos insostenibles.
* Algunas ONGs influyentes, activas en la red internacional sobre clima Climate Action Network, como World Wide Fund for Nature, reconocen que es insostenible tratar los proyectos de “sumideros” de carbono --como las plantaciones de árboles-- como vertederos de carbono. Pero buscando ingenuamente influenciar a los que promueven los vertederos, han aceptado la idea de nuevos tipos de vertederos siempre que cumplan con las normas de calidad propuestas. Tales normas tienden a ser inalcanzables en la práctica y deberán ser mitigadas para permitir que haya una cantidad suficiente de proyectos de vertederos como para justificar su existencia.
¿Un nuevo panorama?
Este esbozo del nuevo panorama de la política del clima sugiere que es el momento oportuno para revisar las antiguas nociones estratégicas. A medida que los viejos límites se desvanecen, aparecen en el escenario nuevas alianzas entre ambientalistas, especialistas, financistas, gobiernos y empresas en busca de beneficios comunes. En especial, un grupo de ONGs poderosas se está alineando en forma cada vez más evidente con las empresas y en contra de los pueblos afectados por el cambio climático y los nuevos proyectos destructivos de vertederos de carbono. Al mismo tiempo, quizás se avecinan alianzas nuevas e impredecibles entre otros grupos comprometidos tanto con el cambio climático como con la democracia de base.
Por: Larry Lohmann, The Cornerhouse, correo electrónico: larrylohmann@gn.apc.org