La palma aceitera siempre tuvo un papel importante en Benín, y las plantaciones de este árbol, diferentes de los palmares naturales, se establecieron en el siglo XIX para responder a la demanda cada vez mayor de aceite de palma de los países occidentales, principalmente para abastecer sus fábricas de jabón. En esa época, las plantaciones de palma aceitera ocupaban en Benín unas 500.000 hectáreas, y la fabricación de sus derivados era enteramente manual, realizado en una producción a pequeña escala.
El primer programa de industrialización del sector de la palma aceitera comenzó en los años 1950. El gobierno colonial invirtió en grandes instalaciones públicas de procesamiento industrial y, luego de la independencia obtenida en 1960, el gobierno nacional instaló fábricas de mayor capacidad aún, y entre 1960 y 1974 plantó unas 30.000 hectáreas de palmas aceiteras seleccionadas.
Pronto surgieron dificultades, tanto internas (disminución de las lluvias y, por lo tanto, del rendimiento, mala gestión, etc.) como externas (competencia de los países asiáticos, etc.). Estos factores afectaron la rentabilidad de los grandes complejos industriales y llevaron al gobierno a no seguir desarrollando el sector. Las mismas dificultades afectaron también a las pequeñas plantaciones, cuya superficie, de unas 500.000 hectáreas en los años 1930, cayó a 300.000 hectáreas a fines del siglo.
El establecimiento de plantaciones entre 1960 y 1974 implicó la expropiación de tierras a 17.000 campesinos, los cuales debían recibir como compensación una renta anual. Los campesinos consideraron que dicha renta era insuficiente y se quejaron de los constantes atrasos en los pagos. Si bien las protestas contra ese plan comenzaron con las primeras expropiaciones, permanecieron moderadas mientras duró en Benín el régimen político autoritario (1972-1990), pero se intensificaron luego del retorno a la democracia. En 1993, luego de que los anteriores propietarios de la tierra destruyeran 2.000 hectáreas de plantaciones de palma, el gobierno decidió triplicar la renta anual que se les pagaba. La producción industrial de aceite de palma representa aproximadamente el 20% de la producción total del sector, pero se exporta en su mayor parte. En 2000, el 83% del mercado interno de aceite de palma del país era abastecido por los miles de mujeres que lo producían a pequeña escala (la producción industrial representaba el 7%, y el 10% restante se importaba). La producción tradicional artesanal ha predominado durante todo el siglo, y ha logrado adaptarse a condiciones muy cambiantes, tanto del lado de la oferta (fluctuaciones en el volumen de materia prima disponible) como del lado de la demanda (diversificación del mercado).
Hasta hoy, la producción tradicional, a pequeña escala, de aceite de palma ha sido realizada en su casi totalidad por mujeres, individualmente o, a veces, con la ayuda de otros miembros de la familia. Estas mujeres productoras usan técnicas totalmente manuales. No ha habido ningún proceso evidente de concentración del mercado en ese sector, que sigue estando muy repartido entre la población.
A partir de los años 1990, el gobierno de Benín y sus patrocinadores financieros decidieron optar por un enfoque diferente, ya que las grandes plantas de procesamiento industrial administradas por el Estado habían demostrado claramente sus limitaciones. En el transcurso de una década fueron privatizadas y se fomentó la creación de pequeñas industrias privadas, por medio de la distribución de plantas de palma seleccionadas y la promoción del uso de maquinaria. En 1993 se inició un programa para la distribución de dichas plantas. Éstas se venden a precio fijo en viveros privados, autorizados y subvencionados por el gobierno.
Una nueva categoría de actores apareció en el sector: los cultivadores de variedades seleccionadas de palma aceitera. Su estrategia es enteramente diferente de la de quienes cultivan las palmas que crecen naturalmente. Estos últimos combinan el cultivo de la palma con la plantación de productos de subsistencia, mientras que los primeros tienden a especializarse en la palma aceitera y a convertirse en “plantadores de palma”, por oposición a los “agricultores”. Dada la situación actual en el Sur de Benín, donde es posible ahora ser propietario de tierras, dichos plantadores compran parcelas que dedican específicamente al cultivo de palma aceitera. Casi todos son hombres. Las mujeres productoras raras veces logran ser dueñas de plantaciones. Ahora que la palma aceitera tiene el estatus de “cultivo industrial”, reforzado por un aspecto simbólico (como “símbolo de riqueza”), el sector está siendo cada vez más monopolizado por los hombres.
Esos plantadores saben muy bien cuánto pueden ganar con el procesamiento, sobre todo si tienen la posibilidad de acopiar materia prima. Hoy en día, aproximadamente uno de cada dos plantadores guarda al menos una parte de su producción y contrata a productoras que trabajan a pequeña escala, para que la procesen. Durante la última década, algunas organizaciones para el desarrollo han financiado la distribución de material (prensas y mezcladoras) con el fin de mejorar la capacidad técnica.
A los beneficios económicos se agrega un beneficio social: el propietario de un taller mecanizado tiene un prestigio social que no poseen los plantadores que contratan a mujeres para procesar su producción. Por lo tanto, es probable que los plantadores inviertan aún más en el segmento final de la línea de producción.
El aumento del número de plantadores que procesan su propia producción tiene un impacto directo sobre las mujeres productoras, dado que esto hace disminuir el volumen de materia prima (el fruto de la palma aceitera) que pueden obtener. Como dichas mujeres casi nunca pueden poseer sus propias plantaciones, muchas podrían verse excluidas del sector. Y como muchas mujeres del Sur de Benín consiguen parte de sus ingresos produciendo aceite de palma, el desarrollo de la mecanización podría terminar siendo problemático.
A diferencia del sector industrial, que tiene sus propias redes de abastecimiento y comercialización, los pequeños talleres semi-mecanizados compiten directamente con las pequeñas productoras.
La conclusión que se puede extraer de esta visión general de la situación es que el actual programa de desarrollo del sector de la palma aceitera, basado en la distribución de plantas seleccionadas, beneficia a una sola categoría de actores, creada por el programa mismo: los “nuevos” propietarios de plantaciones privadas. Dichos plantadores dispondrán de ventajas competitivas sobre las pequeñas productoras, a varios niveles, porque gozan de un acceso privilegiado a la materia prima, las técnicas de procesamiento mecanizadas les permiten bajar los costos y, al obtener un mayor volumen de producción, pueden vender a precios de mayorista, más atractivos para los minoristas.
Según un estudio publicado en 2007, “Los planes para el desarrollo de una industria de agrocombustibles en Benín gozan de un fuerte respaldo del gobierno, y constituyen un aspecto clave de su Programa de Reactivación Agrícola para el desarrollo económico” (http://www.africanbiodiversity.org/media/1210585739.pdf).
De acuerdo con dichos planes, Benín ha recibido la visita de representantes de varios grupos industriales de Malasia y Sudáfrica, quienes propusieron la conversión de 300.000 a 400.000 hectáreas de humedales en la parte sur de Benín (Ouémé, Plateau, Atlantic, Mono, Couffo y Zou) para la producción de palma aceitera. (1)
Más recientemente, un informe periodístico (2) anunció la visita de una delegación de ingenieros y empresarios agrícolas chinos, que deseaban invertir unos 2,15 millones de dólares en la industria aceitera de Benín durante los próximos cinco años, para aumentar la producción y mecanizar la industria de la palma aceitera.
Lamentablemente, dichos planes no han tenido en cuenta la advertencia del estudio antes mencionado: “Ya hay varias plantaciones de palma en monocultivo en el Sur de Benín” que deberían “servir de advertencia contra futuros emprendimientos, debido a las complicaciones y dificultades que han experimentado las comunidades al intentar vender sus productos de palma”.
(1) Extractado y adaptado de: “Oil palm in Africa: Past, present and future scenarios”, Ricardo Carrere, WRM, diciembre de 2010, http://www.wrm.org.uy/plantations/material/Palm2.pdf
(2) “Chinese entrepreneurs to invest in Benin palm oil production”, Serge-David Zoueme, publicado en Bloomberg, zsergedavid@bloomberg.net, recibido a través de Farmlandgrab.org