La exposición senegalesa al comercio europeo comenzó en 1444 cuando los portugueses establecieron factorías a lo largo de la costa del río Senegal: Goree (que acabó convirtiéndose en un importante puesto de tránsito de esclavos), Rufisque, y en el sur en general.
Como reflejo de las luchas europeas por el poder a lo largo de la costa de África, los portugueses fueron desplazados por los holandeses y finalmente por los franceses. Durante la Segunda Guerra Mundial, los colonizadores franceses promovieron el cultivo del maní como cultivo comercial para la exportación. Los monocultivos de maní promovieron la tala del bosque y contribuyeron a la deforestación y a la desertificación. El trabajo forzado para la construcción de las carreteras necesarias para exportar el maní acompañó el emprendimiento e impidió que la población local cultivara el arroz africano autóctono, el cual poseía para ellos connotaciones culturales y espirituales. Luego del colonialismo, los franceses continuaron intentando cortar los lazos entre los grupos étnicos tradicionales de Senegal y sus bosques y cultivos de arroz, a fin de mantenerlos cultivando maní para los mercados franceses.
Históricamente, Senegal utilizó los ingresos por las exportaciones de maní para financiar la importación de alimentos, especialmente cereales como arroz y trigo. A partir de la década de 1970, la caída de los precios internacionales del maní y sus derivados, las malas condiciones climáticas, las crisis económicas nacionales e internacionales, además de la aparición de sustitutos del maní, redujeron significativamente las posibilidades de ganancia por las exportaciones de maní de Senegal. La producción de maní ha provocado, además, la degradación ambiental de un ecosistema de por sí frágil (el Sahel). También impide la producción de importantes cultivos alimenticios como el mijo, el sorgo, el arroz y el maíz. El decrecimiento de los ingresos del maní junto con el aumento de las importaciones de alimentos --estimadas en 700.000 toneladas al año--, han causado crisis crónicas de la balanza de pagos para el gobierno senegalés.
A pesar de ello, Senegal figura todavía entre los mayores exportadores de maní del mundo. Este cultivo, del cual depende la economía del país, utiliza una proporción creciente (más de la mitad) del área cultivada nacional en una zona ecológica sujeta a ciclos recurrentes de sequías.
La deforestación, el pastoreo excesivo, la erosión del suelo, la desertificación, constituyen algunos de los mayores desafíos ambientales para Senegal, causados en parte por la rápida expansión y la continua dependencia del cultivo de maní. Estos signos de degradación ambiental son aún más visibles en la zona de la cuenca del maní. En los años sesenta, el estado alentó a los granjeros a talar los árboles como forma de expandir las áreas de cultivo del maní, creando un círculo vicioso de deforestación, erosión del suelo, inundaciones y sequías periódicas, que ha devastado la agricultura regional. La amplia mayoría de las poblaciones de las regiones de Sahel y Sahelo-Sudán dependen de la agricultura para su subsistencia, pero debido a la degradación del suelo y la desertificación, la capacidad de esta gente para mantenerse es cada vez más precaria.
El siguiente ejemplo ilustraba la situación general de muchas partes del país:
“En el departamento de Bambey, a unos 100 km de Dakar, no hay mucho con qué recrear la vista. El paisaje se extiende sin fin, apenas interrumpido por unos pocos árboles raquíticos enterrados bajo el polvo. Las tormentas de arena asolan el área de enero a mayo. El suelo ha perdido su cubierta protectora y yace expuesto a las fuerzas implacables del viento y el sol. Aquí y allá, entre las aldeas dispersas, unos pocos rebaños luchan por sobrevivir, mordisqueando los últimos restos secos de pasto del invierno anterior. Y aún así, al presidente de la comunidad rural de Lambaye le gusta evocar que “en este valle solían crecer cacahuates que eran el orgullo de los integrantes de las tribus Baol-Baol y Sérère”. Todavía no puede asumir la caída de la renta del maní, o el daño que este cultivo ha hecho al suelo. Hoy en día, muchas de las aldeas de Senegal están perdiendo su población: los hombres las están abandonando por Touba, Dakar o tierras extranjeras. Solo las mujeres y los niños quedan atrás”.
Artículo basado en información obtenida de: “El arroz nativo del río Casamance afianza tradiciones sagradas”, Mark Millar, http://www.cmaq.net/es/node.php?id=16588 , “El comercio de maní en Senegal: implicancias económicas, sociales y ambientales”, Coura Badiane, http://www.american.edu/TED/senegal-groundnut.htm