“La gente rural es muy competente, pero no tiene diplomas. Además, no usa el lenguaje ‘correcto’. Este estudio me permite empoderar a la comunidad. Me veo como la voz de los que no la tienen, comprometido en la lucha por el logro de la dignidad de nuestra gente”, dijo John Blessing Karumbidza al iniciar su presentación en Vitória. Nacido en la zona rural de Zimbabwe, Karumbidza es profesor de historia de la economía en la Universidad de KwaZulu-Natal de la ciudad de Durban. Timberwatch le encomendó analizar los efectos de las plantaciones en las comunidades rurales de la provincia sudafricana de KwaZulu-Natal.
Si bien los impactos ambientales no estaban específicamente incluidos en la investigación, Karumbidza observó que “las consideraciones y los impactos sobre el medio ambiente están presentes en todos los temas, por estar ligados a los impactos sociales, culturales y económicos. En lo que es la vida típica de esta región rural, no sólo es difícil separar entre sí los temas sociales, culturales, económicos y políticos, sino también distinguirlos de los temas ambientales”.
La industria sudafricana de las plantaciones dice estar creando nuevos empleos. Cuando despide a trabajadores y encarga el trabajo a subcontratistas (pagando salarios menores), habla de “empoderamiento”. Dice que desarrolla la infraestructura, por ejemplo construyendo caminos. Dice estar poniendo dinero en los bolsillos de la gente y contribuyendo a mejorar la economía nacional. Dice que protege el medio ambiente.
De la investigación de Karumbidza surge una historia diferente, llena de expulsiones, reubicaciones y rupturas. Las comunidades que fueron expulsadas para hacer lugar a las plantaciones recibieron una indemnización inadecuada, o incluso ninguna. En su nuevo lugar de asentamiento las tierras eran insuficientes.
La comunidad de Sabokwe, situada en Richards Bay, se encuentra hoy absolutamente rodeada por las plantaciones de eucaliptos. Uno de sus miembros las describe como “un mar de nada”. “Nos sentimos cercados al estar tan cerca de plantaciones tan enormes”, dijo a Karumbidza un poblador de Sabokwe.
“Lloramos al ver que nuestros niños no tienen ropas ni zapatos”, añadió otro. “La vida se ha vuelto difícil desde que llegaron los árboles”.
La escasez de tierras es otro tema de preocupación para ellos. No pueden cultivar suficientes alimentos y los jóvenes se preocupan pensando que, cuando sean mayores, sus padres no tendrán una parcela para darles.
La Sra. Ziqubu, una de las mujeres mayores de Sabokwe, contó a Karumbidza sobre los problemas que tienen con el agua: “Lo que pasa es que tenemos que competir por el agua con las plantaciones. Estas consumen mucha agua. Yo recuerdo que cuando vinimos, en 1996, el arroyo que corre cerca de nuestro jardín siempre tenía agua, porque todavía no estaban los eucaliptos”.
“El problema del agua es tan importante como la disponibilidad de tierras”, continuó diciendo. “Aunque uno tenga tierra, sin agua es poco lo que puede hacer con ella. Y así estamos, en medio de un desierto creado por la industria de las plantaciones”.
Slovoville es un asentamiento irregular ubicado cerca de KwaMbonambi. Allí viven unas 2000 personas, en casitas diminutas hechas con restos de madera, plástico negro, neumáticos de auto y cualquier cosa que se encuentre. Hay sólo una entrada de agua para toda la población.
Los primeros que se instalaron allí vinieron en los años 1980, cuando las empresas de celulosa y papel Mondi y Sappi empezaron a comprar tierras a diestra y siniestra. Los granjeros blancos vendieron las suyas, tomaron el dinero y se fueron. Los negros que trabajaban en las granjas no podían ir a ninguna parte, salvo a asentamientos como el de Slovoville. Desde entonces han venido otros, incluso gente de Mozambique que llegó a Sudáfrica en busca de trabajo, mientras otros huían de la violencia política que imperaba en Zululandia.
Tanto Mondi como Sappi rechazan toda responsabilidad hacia la gente que vive en Slovoville. Cuando un incendio arrasó el asentamiento, ninguna de las dos compañías prestó ayuda alguna, ni siquiera donando postes para la reconstrucción de las viviendas.
En noviembre de 2005 Timberwatch organizó una reunión con representantes de las comunidades y de las ONG locales, para comentar el informe de Karumbidza. Después de presentarlo, Karumbidza preguntó si las comunidades habían obtenido algún beneficio de las plantaciones de árboles. Ninguno de los presentes pudo mencionar siquiera uno. “Las plantaciones no trajeron beneficios, trajeron hambre”, dijo uno de los pobladores. “No tendría que haber plantaciones cerca de la comunidad o del pueblo”, añadió otro. Presentaron la lista de los problemas causados por las plantaciones: la falta de agua, la disminución de las pasturas y campos de cultivo, el deterioro de los suelos, la reducción del número de árboles nativos, frutales y plantas medicinales, y el hecho de que las plantaciones sean un refugio de delincuentes.
En el transcurso de la discusión, una de las pobladoras explicó que ni siquiera quienes trabajaron durante 20 años para las compañías plantadoras se vieron beneficiados. “No pueden mostrar nada bueno, ningún bien, que hayan comprado con su salario, con el contrato que firmaron, no tienen nada”, dijo. “Tendríamos que librarnos de esas plantaciones.”
Por Chris Lang, correo electrónico: http://chrislang.org